La polarización afectiva, ya arraigada en México y la región, está erosionando las instituciones y convirtiendo el disenso democrático en un conflicto emocional que dificulta el diálogo y la convivencia cívica.
La histórica condena de Jair Bolsonaro a 27 años de prisión marca un punto de quiebre en Brasil, entre la persistente polarización y la necesidad de una desintoxicación política y democrática.
Mientras las redes sociales se presentan como territorios de libertad y autenticidad juvenil, plataformas como Discord, TikTok y Reddit se han transformado en fábricas de identidad atravesadas por la polarización y el odio.
Latinoamérica convive con una polarización que, lejos de ser una novedad, aparece como una tendencia consolidada. Deshacer lo que ha sido construido a lo largo del tiempo puede ser uno de los grandes desafíos de nuestra época.
La elección de las palabras y la estrategia de comunicación pueden determinar qué temas ganan visibilidad y cuáles quedan al margen o se excluyen deliberadamente del debate público.