La visita del papa Francisco a Canadá debiera tener repercusiones por todo el continente. Llegó el 24 de julio y estuvo seis días, con el fin de pedir perdón por los abusos en las escuelas residenciales creadas por el Estado canadiense y operadas por diferentes Iglesias desde fines del siglo XIX hasta la década de 1990. La Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR) documentó estos abusos en su informe del 2015 y argumentó que el sistema de escuelas residenciales produjo un “genocidio cultural”. Generaciones de niños indígenas fueron separados de sus familias y comunidades para ser educados en las escuelas bajo la doctrina explícita de “matar al indio en el niño”, prohibiéndoles, por ejemplo, hablar su idioma o practicar otros aspectos de sus culturas. El informe documenta múltiples casos de abuso emocional, físico y aun sexual. Esto ha sido un trauma individual e intergeneracional en las comunidades indígenas hasta el día de hoy.
El informe de la CVR contiene 94 llamados a la acción en una amplia variedad de áreas que incluye a los sistemas de justicia, salud y educación, entre diferentes aspectos de la vida cultural y política del país. Desde la publicación del informe en 2015, el tema de la reconciliación con los pueblos indígenas ha asumido un papel clave en Canadá, especialmente en instituciones públicas como los gobiernos, el sistema educacional, los medios de comunicación y, por cierto, las iglesias.
Algunas de las iglesias que administraron escuelas residenciales comenzaron a pedir perdón por su papel décadas antes del informe. La primera fue la United Church of Canada en 1983, y la Iglesia anglicana lo hizo en 1993. Hasta ahora, la Iglesia católica no lo había hecho, pero en los últimos años muchas comunidades indígenas han presionado para un pedido de perdón oficial por parte del Vaticano. En marzo una delegación de líderes indígenas canadienses fue a Roma, donde el papa, en una ceremonia oficial, pidió perdón por primera vez por los abusos cometidos por muchos individuos en las escuelas residenciales operadas por la Iglesia. Este fue un paso importante, y el papa se comprometió a profundizarlo con una visita a Canadá en julio para pedir perdón, en persona, en tierra indígena.
Las imágenes de Francisco pidiendo un perdón más amplio del que pronunció en el Vaticano, expresando su profundo dolor por los abusos cometidos en las escuelas, o agachándose y besando la mano de líderes indígenas, en un acto de gran humildad y sincera penitencia, han sido impactantes. Del mismo modo, lo han sido las imágenes de las cientos de personas, muchas de ellas sobrevivientes de las escuelas residenciales, visiblemente emocionadas. Estos momentos de gran humanidad demuestran las cicatrices del trauma de las víctimas que pasaron por el sistema de escuelas residenciales y el genuino compromiso por parte del papa.
El discurso leído del papa en español con su claro acento porteño fue un detalle simbólico. Y es que, si bien el papa no se identifica con la tradición de la teología de la liberación, denota una sensibilidad muy latinoamericana en su compromiso con la justicia entendida de forma amplia, marcado en parte por su propia experiencia con comunidades pobres en Argentina.
Su visita a Canadá es un paso necesario hacia la reconciliación entre la Iglesia católica y los pueblos indígenas de Canadá. Pero la iglesia desempeñó un papel aún más importante en América Latina, también como contraparte del Estado, e incluso en escuelas para pueblos indígenas. La visita del papa a Canadá, en este sentido, debiera tener repercusiones a través del continente.
El papa fue recibido, en general, de forma positiva en Canadá, pero muchos también han criticado las limitaciones de su pedido de perdón. Hizo una penitencia muy personal y emotiva, pero con un claro énfasis en los abusos cometidos por parte de individuos conectados a la Iglesia. En ningún momento declaró que la doctrina misma haya estado equivocada ni pidió perdón por la institución.
En la doctrina del descubrimiento, por ejemplo, a través de una serie de bulas emitidas a fines del siglo XV, la Iglesia les concedió a las Coronas europeas el derecho de ocupar las tierras que habían descubierto y de controlar a los pueblos indígenas que ahí se encontraban, con el fin de convertirlos al cristianismo. La doctrina se fundamentó en la noción de terra nullius, o “tierra vacía”, que indica que si el territorio no estaba ocupado por cristianos europeos, podía tomarse libremente, sin importar el tamaño o grado de sofisticación de su población. Fue una doctrina fundamental para justificar la colonización europea y el despojo de las tierras indígenas, que sigue vigente.
El papa tiene plena autonomía para derogar la doctrina del descubrimiento, un anacronismo todavía doloroso en el siglo XXI. Francisco, además, no pertenece al clero diocesano, sino a la orden jesuita, con una fuerte vocación a la justicia y con un mayor grado de autonomía frente al clero. Y a través de su penitencia en Canadá, también ya ha quebrado con la doctrina de infalibilidad papal. Ha demostrado que errar es de humanos, tal como lo es pedir perdón. Por lo tanto, el papa debería usar esa autonomía y esa humanidad para dar el próximo y necesario paso hacia la reconciliación con los pueblos indígenas, no solamente en Canadá, sino en todo el continente.
Autor
Profesor Asociado de Ciencia Política en la Universidad de Calgary (Canadá). Doctor en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Especializado en política comparada.