Es la conclusión a la que han llegado las distintas encuestadoras que siguen el proceso electoral. Un escenario de alta confrontación entre la candidatura de Luisa González, de la Revolución ciudadana (RC) , movimiento político al que pertenece el expresidente Rafael Correa; y Daniel Noboa, de Acción Democrática Nacional (ADN) , actual presidente, que pugna por su reelección. Un enfrentamiento cuyo desenlace lo conoceremos el próximo domingo 13 de abril.
La confrontación refleja la alta polarización política que divide al país. Ambos candidatos acumularon el 80 % de la votación válida en la primera vuelta entre 16 candidaturas, escenificando una segunda vuelta adelantada. La polarización del voto en dos candidaturas contrasta con la alta fragmentación de la base social, que se expresa en la cantidad de organizaciones políticas (16 candidaturas en la primera vuelta, 232 organizaciones entre partidos y movimientos nacionales y locales).
En contextos normales, la segunda vuelta refuerza la polarización. En este caso, estamos frente a una polarización recargada. Al menos es esa la conclusión a la que se arriba luego del debate que los enfrentó el pasado 23 de marzo, donde la presentación de planes y programas se subordinó a la exaltación de sus egos personales magnificados previamente por las redes sociales. Una perfecta performance en la cual la banalidad y el espectáculo sustituyeron a la discursividad política.
Pero si hurgamos en las respuestas más allá del enfrentamiento pueril y superficial, la polarización nos permite también observar con más claridad sus diferencias.
En los 5 ejes temáticos: educación, salud, criminalidad y seguridad, economía y empleo y gobernabilidad, los contrastes se vuelven evidentes. Si para Noboa en salud y educación se trata de transferir bonos y becas para jóvenes y población vulnerable, para González, se trata de “recuperar” infraestructuras e inyectar más recursos para estos sectores.
La diferenciación se vuelve más clara en los restantes tres ejes temáticos. En seguridad, la visión de Noboa privilegia el enfrentamiento sin concesiones a la delincuencia y al narcotráfico; insiste en la necesidad de financiamiento para dotar de equipo a las fuerzas armadas y policía y contar con una intensa cooperación internacional que suponga incluso la presencia de bases militares extranjeras. La perspectiva belicista de esta postura deja abiertas dudas sobre posibles excesos que pudieran atentar con la vigencia de los derechos fundamentales. La visión de González enfatiza en la ausencia del estado y sus políticas públicas en los territorios; su poco énfasis en la línea belicista parecería confinar con la idea de llegar a acuerdos de pacificación con las organizaciones narcodelictivas, bajo premisas como las del gobierno mexicano: ‘abrazos y no balazos’; o reeditar la política inicial de Rafael Correa de negociar con las bandas delincuenciales.
En economía y empleo, la visión es más distante. Para Noboa, el empleo es tarea del mercado y del sector privado, depende del crecimiento de la economía, y el sector privado es su gran dinamizador; el Estado debe crear las condiciones para que ello acontezca (visión liberal con orientación socialdemócrata), para lo cual la educación debería promover la innovación tecnológica empresarial mediante la transferencia de bonos e incentivos como becas estudiantiles. Para González, el modelo gira en torno al protagonismo del Estado y a la capacidad que este tendría de incentivar el crecimiento económico mediante el gasto público; una visión con rasgos neo keynesianos en la política económica.
En materia de gobernabilidad las diferencias seguramente son más claras. Para Noboa es necesario caminar hacia una reforma de la Constitución que recupere las instituciones básicas del estado de derecho conculcadas por la ‘Constitución de Montecristi’, eliminar el Consejo de Participación Ciudadana (CPCCS), que sustituyó al legislativo en la nominación de autoridades de los órganos de control, en particular la Contraloría y la Fiscalía; reinstaurar el principio de la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) recuperando la vigencia del imperio de la Ley frente al discrecionalismo jurídico, que ha permitido la penetración de las mafias en la administración de justicia y por esa vía la generalización de la narcopolítica. Para González se trata de afianzar el modelo de Montecristi con reformas legales que refuercen dicha institucionalidad o con una Constituyente, pero ‘más adelante’.
En los tres ejes temáticos, pero en particular en los dos primeros, el nudo gordiano es el financiamiento: en el caso de Noboa, se lo conseguiría mediante inversión extranjera (y nacional), para lo cual la estabilidad macro fiscal es la clave, un escenario en el cual los multilaterales aparecen como garantes de la estabilidad macroeconómica. En el caso de González, el modelo, al ser pro-Estado, podría aparecer como anti mercado y dirigido a reducir inequidades afectando al sector empresarial, al cual lo ve bajo la figura de oligarquías no comprometidas con el desarrollo del país.
La acusación de Noboa a González se centró en los afanes desdolarizadores de su propuesta y de su modelo. Una inversión pública que no cuente con líneas de financiamiento vía mercado, necesariamente deberá acudir a recursos propios o a endeudamiento, lo cual significaría acudir al uso de las reservas internacionales y a la emisión de Ecua dólares, como lo sugirieran dos de sus legisladoras recién elegidas, lo cual debilitaría estructuralmente a la dolarización. Para la postura de Noboa, la dolarización no se la mantiene con proclamas o expedientes jurídicos, sino garantizando la estabilidad macro fiscal.
En esta última semana el enfrentamiento será más duro y agresivo en la disputa por conquistar el 9% del electorado que no tomó posición en la primera vuelta (nulos y blancos) así como el 6,57% de los que se decantaron por alguna de las 13 candidaturas marginales. Será decisivo, en particular, el destino de la votación del Movimiento Pachakutik, cuyo candidato Leonidas Iza alcanzó el tercer lugar con el 5.34% de la votación, y cuyo apoyo formal a la Revolución Ciudadana ha abierto serias fisuras en la organización indígena de la cual es su expresión política. Los resultados son impredecibles.