Después de una “década trágica”, el pueblo hondureño ha manifestado categóricamente su deseo de iniciar una recomposición del régimen, del sistema de partidos y de su gobierno. La significativa victoria de una alianza opositora de centroizquierda, encabezada por una mujer, ha venido para revertir la pronunciada erosión democrática y virtual autocratización observada en el país centroamericano desde la irregular interrupción de mandato de Manuel Zelaya, en 2009.
Si bien durante la última década numerosos estudios y centros especializados en la calidad de la democracia alertaban sobre la grave situación, en el último trienio Honduras dejó de ser considerado un país democrático y pasó a ser considerado un régimen Híbrido o un ejemplo de Autoritarismo Electoral. El diagnóstico de centros como Variedades de Democracia, Idea Internacional, Barómetro de las Américas y Latinobarómetro apuntaban hacia una virtual captura del Estado por un grupo de individuos vinculados, directa e indirectamente, al presidente Juan Orlando Hernández y a su entorno más inmediato.
Entre los señalados se encuentran segmentos del empresariado, de las Fuerzas Armadas y policiales, de la clase política, del sistema judicial, grupos religiosos principalmente evangélicos y católicos, y medios de comunicación, además de una alta y creciente influencia de actores no estatales vinculados a actividades ilícitas transnacionales. Y en este marco, no faltaron casos de impunidad, escándalos de corrupción —cometidos incluso en medio de la pandemia—, violencia política y social, empobrecimiento, exclusión social, conflictos socioambientales, y un decreciente apoyo ciudadano a la democracia.
En tal sentido, en las recientes elecciones, más que una legítima y usual competencia entre la izquierda, el centro y la derecha, estaban en disputa dos sistemas: el autoritarismo electoral y la democracia liberal.
Rendición de cuentas electoral, participación y competencia política
En las recientes elecciones, que en Honduras se deciden por mayoría simple y donde no hay segunda vuelta, estaban convocados poco más de cinco millones de ciudadanos. La candidata Iris Xiomara Castro Sarmiento, del partido de centroizquierda Libertad y Refundación-Libre, habría vencido con alrededor del 53% de los votos válidos lo cual la convertirían en la presidenta electa más votada en la historia del país. El candidato oficialista del Partido Nacional, Nasry Asfura, habrían quedado en segundo lugar con el 34% y el liberal, Yani Rosenthal, tercero con el 9%.
Castro, quien encabeza una alianza opositora con fuerte tendencia socialdemócrata, republicana y progresista, fue Primera Dama durante el mandato de Manuel Zelaya. Pero por méritos propios fue elegida en 2013 como candidata presidencial y como candidata a la vicepresidencia en 2017. En ambas oportunidades fue derrotada por el actual presidente, Juan Orlando Hernández, en comicios plagados de todo tipo de irregularidades como fraude, financiamiento ilícito de campaña o abuso de poder político-económico.
En 200 años de vida republicana, Xiomara Castro será la primera mujer en gobernar Honduras y de esta manera se suma al reducido grupo de mujeres que presiden gobiernos en el mundo. A lo largo de las últimas décadas, ha demostrado sensibilidad hacia temas y reivindicaciones de género, especialmente vinculados a los derechos reproductivos de las mujeres y ha estado vinculada con la sociedad civil, a movimientos sociales —incluyendo al ambientalismo— y a temas relacionados con la infancia, la juventud y las familias, minorías étnicas y los sectores más vulnerables de la sociedad hondureña. Evidentemente, ello es una buena noticia.
En este marco, la alta votación de Castro se explica, en parte, por la muy alta participación electoral de la juventud y de otros segmentos sociales subalternos. Esto repercutió en que la participación fue superior al 68%, con una sensible disminución del abstencionismo que bajó del 45% a alrededor de 30%. Por lo tanto, parece razonable esperar del próximo gobierno un fuerte empeño en la formulación e implementación de políticas públicas orientadas hacia el desarrollo humano, la transformación productiva con equidad y a una inserción internacional soberana.
La transformación del sistema de partidos
La derrota y superación del bipartidismo tradicional es otra de las novedades que ha dejado esta elección. Dejando de lado los gobiernos militares predominantes en las décadas de 1960 y 1970, desde fines del siglo XIX Honduras fue gobernada básicamente por un sistema bipartidista donde predominaron candidaturas del Partido Liberal de centroderecha y reformista, y el Partido Nacional de derecha conservador.
Por primera vez, otro partido (Libertad y Refundación-Libre) se ha alzado con el poder político, lo cual ha reestructurado la composición del parlamento y de los principales gobiernos locales, los cuales tienen un rol importante en la dinámica político-social del país. Esto se debe, en parte, a un conjunto de acuerdos políticos pactados entre Libre y otros partidos de centro y hasta de centroderecha, en lo que se denominó la Unión Nacional Opositora de Honduras-Unoh.
De esta manera, el devenir político, la gobernabilidad y la recomposición de la calidad democrática del país estará marcada por el presidencialismo de coalición. Y mantener unida a esta alianza multipartidaria, tanto en el seno del gabinete de gobierno, como en las relaciones Ejecutivo-Legislativo, demandará de una alta dosis de realismo, tolerancia, diálogo y responsabilidad al interior de la emergente clase dirigente.
Lo mismo se podría afirmar con relación a la conformación de las autoridades del poder Judicial, ya que los integrantes de la Corte Suprema de Justicia y el Fiscal General de la República son nombrados por el Congreso, para períodos de siete y cinco años, respectivamente.
En enero de 2022, Xiomara Castro asumirá un gobierno con gran capital político, pero tras una “década trágica”, el desafío de refundar la democracia hondureña es inmenso. La mayoría esperamos que dicho mandato sea exitoso, consecuente, honesto, y republicano, y que inaugure un período de prosperidad, paz y desarrollo para Honduras. Así, y solamente así, podremos afirmar que la fuerza del argumento ha finalmente vencido al argumento de la fuerza en el país centroamericano.
Autor
Investigador-colaborador del Centro de Estudios Multidisciplinarios de la Universidad de Brasilia (UnB). Doctor en Historia. Especializado en temas sobre calidad de la democracia, política internacional, derechos humanos, ciudadanía y violencia.