Un fantasma está recorriendo América Latina, el libertarismo, o dicho más específicamente, los libertarios. Actualmente, las expresiones políticas absolutamente novedosas del libertarismo en la región la constituyen Javier Milei y su exitosa candidatura parlamentaria en Argentina y José Antonio Kast con su sorpresivo primer puesto en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile. ¿Son iguales? No. Pero son parecidos, expresan el libertarismo occidental en modo latinoamericano.
Este fenómeno se ha desplegado en los últimos años en el mundo occidental. Se trata de una corriente que en resumidas cuentas incluye un discurso y una interpelación política reactiva a ciertos emergentes del orden global y su correlativo cambio cultural: migraciones, multiculturalismo, ambientalismo, diversidad sexual, individualismo o género. El denominador político común que engloba esas reacciones es el nacionalismo.
Pero en América Latina, la irrupción libertaria se produjo con el auge de Jair Bolsonaro, quien introdujo una intrincada mezcla de conservadurismo sociocultural, neoliberalismo económico y fundamentalismo religioso.
Los rasgos comunes
Milei y Kast son, en primer lugar, neoliberales, es decir creyentes renacidos en la economía de mercado tal cual esta se despliega, y adversarios absolutos de cualquier política de intervención estatal o de redistribución de los ingresos tal cual se llevó a cabo en muchos países de la región en la primera década y media de este siglo. Y, para ambos, esas políticas tienen nombre y apellido: socialismo comunista.
Ambos reposicionan, casi como precepto religioso, la centralidad del individuo y su voluntad racional para llevar adelante su proyecto de vida. El éxito o no solo depende del esfuerzo y la capacidad es decir, meritocracia. Así como pregona el calvinismo para la salvación de las almas, el futuro está predestinado. Quien llegó es por su mérito; quien no por su demérito. Por lo tanto es inútil, costoso y distorsionante intentar modificar la ecuación a través de la política.
América Latina responde, para ellos, a la cultura occidental, racional, moderna, descolectiva, libre. La forma actual de esa cultura occidental es el orden global capitalista en el modo neoliberal, tecnologizada, abierta a todo y geopolíticamente hegemónica.
Las diferencias en el parecido
Ahora bien, Milei y Kast no son lo mismo, o, mejor dicho, expresan formas diversas de lo mismo: su libertarismo. Javier Milei es un economista que se hizo popular a partir de su aparición en programas de TV como comentarista económico, donde puso en juego un estilo argumental provocador, insultante, soez y agresivo. Incluso su apariencia física y de estilo, la cual no modificó, es antiestética y disruptiva de lo que se espera en una figura de la TV primero y de la política después.
La popularidad le abrió la oportunidad para entrar en el juego político. Pero más que pulir su discurso, lo profundizó, tanto ideológica como estilísticamente. Esto, sumado a los insultos y provocaciones le hizo crecer políticamente, y tras candidatearse a diputado nacional se ubicó como tercera fuerza política en la Ciudad de Buenos Aires. Su lema de batalla es la destrucción de la “casta política”.
Javier Milei es un emergente de los sectores medios urbanos, del ascenso social que lleva generaciones en Argentina, no proviene de la elite. Por eso, su estilo discursivo es introyectado rápidamente y permite canalizar el descontento generalizado, sobre todo de los jóvenes. Su programa es simple: economía de mercado, individuo y mérito y no hay ningún otro fundamento sociológico, cultural o ideológico. La vida fluye y lo único que la política debe proteger es la libre decisión, voluntad e iniciativa individual.
La versión chilena del libertarismo
Chile es el primer experimento neoliberal de América Latina. Esto, sumado al disciplinamiento social, producto de la brutalidad de la dictadura que duró 17 años, modificaron la estructura social y los patrones culturales del país.
José Antonio Kast es un emergente del cambio económico y social que devino estructural luego de la dictadura de Pinochet. Es la nueva clase alta chilena (al comienzo de la transición democrática se los denominaba los pinorich), la clase económica absolutamente dominante y enriquecida del otrora denominado “milagro chileno”.
Esta nueva burguesía, dueña de todos los resortes económicos de Chile, se alió con el tradicional patriciado chileno, la clase alta tradicional, estamental, rectora de la vida chilena hasta prácticamente Allende. Una clase referencia, dado el tradicionalismo de la sociedad chilena, pero ya desposeída de la gran riqueza, más aún luego de las reformas estructurales de 1982-1984.
En este marco Kast expresa la nueva riqueza, por eso es un férreo defensor del capitalismo neoliberal, pero también la alianza de clase con el patriciado chileno. Recogiendo los valores de este último se entiende en el discurso de Kast su devoción por las tradiciones normativas y su absoluto rechazo a cambios socioculturales como la paridad de género, el aborto, la diversidad sexual o la mezcla racial.
En ese contexto luce un discurso pulido, conservador, claro, acompañado por una imagen pulcra, serena y elegante. Su estilo referencia a una clase segura de sí misma y que se autoconsidera rectora de una sociedad occidental, civilizada y pujante. La síntesis, o el cemento político de esa alianza de clases, lo constituye la defensa religiosa del pinochetismo y la necesidad política de velar por su legado.
Más allá de las semejanzas y diferencias, Milei y Kast son dos de los principales libertarios emergentes en América Latina y dos referentes de la política alternativa más reciente y novedosa que despliega el mundo occidental.
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Autor
Director de la Licenciatura en Ciencia Política y Gobierno de la Universidad Nacional de Lanús. Profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Univ. de Buenos Aires (UBA). Licenciado en Sociología por la UBA y en Ciencia Política por Flacso-Argentina.