Mascarillas, guantes, gasas, envases y todo tipo de desechos llegan, especialmente en la temporada de lluvias, a zonas costeras y turísticas de Honduras que han sido arrastradas por el río Motagua desde la capital de Guatemala después de haber desembocado en el mar Caribe. Esta basura, ajena, que se acumula en las playas hondureñas y en el fondo del mar, afecta al medio ambiente y al turismo, una de las principales actividades que sostiene a las comunidades locales como las del municipio de Omoa. Durante más de una década, los habitantes de esas zonas han limpiado sus playas manualmente para tratar de evitar las imágenes de sus playas convertidas en basurales, pero para erradicar la basura masiva proveniente del extranjero hacen falta medidas binacionales.
El río Motagua, con una longitud de 486 kilómetros y una cuenca que ocupa más de 12.000 kilómetros cuadrados, nace en el altiplano guatemalteco, y uno de sus afluentes, el río Las Vacas, atraviesa el enorme botadero de basura ubicado en el norte de la capital guatemalteca. Además, los habitantes de los municipios guatemaltecos que limitan con el río Montagua arrojan su basura al cauce del río sin ningún tipo de consecuencia. Sin embargo, los sucesivos Gobiernos hondureños se han limitado a protestar, pero sin tomar medidas concretas.
Recientemente, el alcalde del municipio hondureño de Omoa, Ricardo Alvarado, volvió a poner sobre el tapete la grave contaminación del río Motagua y las playas de su municipio, que ha alejado al turismo, principal fuente de ingresos de la población omoense. Y es que si bien el Gobierno de Honduras habla de crisis, la realidad es que lo que sufren los pobladores de Omoa es una catástrofe ambiental.
Este problema, que lleva más de una década, ha sido motivo de conversaciones entre los Gobiernos de ambos países. Pero la solución definitiva y ecológica, que es crear rellenos sanitarios en los municipios guatemaltecos que cumplan con las normas internacionales, no ha sido tenida en cuenta por los sucesivos Gobiernos de ese país ni ha sido exigida por sus pares hondureños.
La “solución” propuesta por el Gobierno de Honduras en los últimos años fue colocar vallas de bioseguridad en los ríos Las Vacas y Motagua, a lo cual accedió Guatemala. Sin embargo, recientemente fue tal la cantidad de desechos volcados al río que las vallas cedieron y dejaron pasar gran cantidad de basura, la que está llegando a las playas de Omoa, ya gravemente contaminadas.
Si bien las autoridades comunales de Omoa y las empresas privadas trabajan para mantener limpias las playas, ello no es suficiente. Las recientes y abundantes lluvias de “invierno”, como se llama en esta región a la época lluviosa, agravaron el problema, pues al aumentar el curso de los ríos, las vallas que puso la organización The Ocean Cleanup fueron superadas. Por otro lado, el sistema de vallas previsto no está terminado, lo que ha complicado aún más la situación.
Otro agravante de este problema medioambiental es que en el botadero guatemalteco, localizado en el norte de la Ciudad de Guatemala, que es atravesado por el río Las Vacas y tiene una extensión de aproximadamente ocho canchas de fútbol, no se clasifican los desechos. Normalmente el plástico es el principal contaminante, pero con la pandemia de la COVID-19, gran parte de lo que se escurre por los ríos está constituido por desechos hospitalarios contaminados.
Omoa sufre los efectos de un fenómeno que hace tiempo debería haber sido asunto de urgente tratamiento por el Gobierno nacional. No obstante, mientras este municipio languidece y sufre un desplazamiento creciente de su población, e incluso de emigración al exterior, de momento no parece que haya una repartición del Estado hondureño lo suficientemente preocupada por el problema como para iniciar negociaciones con sus pares guatemaltecos con el fin de encontrar soluciones definitivas.
Tampoco se advierten intenciones para promover una campaña internacional que dé visibilidad al problema para obtener, incluso, financiamiento a fin de reconvertir los basurales guatemaltecos en rellenos sanitarios.
Y es que esperar que los funcionarios y exfuncionarios hondureños exijan al país vecino soluciones, cuando han dejado inconclusos los proyectos de rellenos de su propio país como los de la capital y San Pedro Sula, es poco alentador.
Autor
Analista, comunicador y consultor independiente de organismos y organizaciones internacionales. Director nacional de Presagio Consulting Honduras.