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La desaparición de Dom Phillips, Bruno Araújo y la democracia en Brasil

Desde que Jair Bolsonaro ganó las elecciones presidenciales de 2018, muchos analistas, casi siempre con razón, han señalado las crecientes amenazas a la democracia en Brasil. Sin embargo, incluso antes de que el ex militar de extrema derecha llegara al poder, el proyecto democrático brasileño ya mostraba importantes debilidades. Dos de ellas volvieron a perseguir al país tras la desaparición del periodista británico Dom Phillips y del activista indigenista Bruno Araújo: la persecución de periodistas y el genocidio de los pueblos indígenas. Esto último está estrechamente relacionado con el ecocidio en curso en lo que queda de los biomas de Brasil.   

Dom y Bruno viajaban en barco por el interior del estado de Amazonas, cerca de una región conocida como el Vale do Javari. El periodista de The Guardian estaba recogiendo material para un libro sobre la selva amazónica cuando él y un antiguo empleado de la Fundación Nacional del Indio fueron declarados desaparecidos. Posteriormente, salieron a la luz las amenazas que Bruno sufría por parte de mineros y cazadores que solían invadir las tierras indígenas para explotar sus riquezas. Con mucho retraso y poco interés, el Gobierno Federal afirmó haber movilizado a las Fuerzas Armadas para llevar a cabo la búsqueda de ambos ciudadanos, que aún no han sido encontrados. 

Hasta ahora, no es posible saber qué ha pasado con Dom y Bruno, pero hay verdaderos motivos de preocupación. Según el Observatorio de Periodistas Asesinados de la UNESCO, desde 1993 han sido ejecutados 52 periodistas en Brasil. En América Latina, sólo México tiene más periodistas asesinados en el periodo mencionado. Ni siquiera en Colombia, un país que intenta superar un largo y sangriento conflicto armado, han muerto tantos profesionales. Por si fuera poco, la propia UNESCO afirma que la mayoría de los casos en Brasil están sin resolver.  

En Brasil, las amenazas a los periodistas son constantes y provienen de políticos, empresarios, terratenientes, mineros, narcotraficantes y milicianos. Incluso los hijos del actual presidente utilizan sus redes sociales para fomentar la violencia contra los profesionales de los medios de comunicación, llegando a burlarse de las brutales torturas sufridas por una conocida periodista durante la dictadura militar brasileña. Crear un entorno en el que los profesionales de la comunicación puedan ejercer su profesión sin miedo es indispensable para la democracia.

Esperamos que Dom Phillips y Bruno Araújo sean encontrados con vida y puedan volver pronto a sus actividades. Lamentablemente, esto no es lo que le ocurrió a Eranildo Ribeiro da Cruz. Hace poco menos de un año, el periodista y activista social fue encontrado muerto y con signos de tortura en el estado de Pará, vecino de Amazonas, donde Dom y Bruno están desaparecidos. Eranildo cubría la política local y las actividades de los movimientos sociales de la región. Posiblemente porque no era ciudadano europeo y no trabajaba para ningún medio de comunicación importante, su asesinato apenas tuvo repercusión fuera de Pará.

Se ha hablado mucho del genocidio de los pueblos indígenas en América, pero es habitual que este proceso se trate como un conjunto de acontecimientos perdidos en un pasado lejano. Lo que observamos a diario en Brasil es que sigue en plena vigencia y se asocia a la destrucción del medio ambiente y a un modelo económico que reproduce las desigualdades históricas. 

Buscadores de oro, madereros, latifundistas y grandes empresas mineras avanzan sobre la selva amazónica y el Cerrado, explotando sus recursos, dejando un rastro de destrucción y muerte. Todo ello, a menudo con el apoyo o la negligencia de las autoridades. El propio Presidente de la República es un notorio defensor de la explotación de actividades económicas en tierras indígenas y se enorgullece de no haber demarcado ninguna reserva en sus cuatro años de mandato. 

Los problemas económicos, políticos y sociales de Brasil son innumerables, pero algunos de ellos están en la base de toda una cadena que impide la realización del proyecto democrático y de la ciudadanía prometidos por la Constitución de 1988. En este sentido, la elección y el gobierno de Jair Bolsonaro no deben ser interpretados como meros puntos fuera de la curva, sino como la punta de un iceberg que no podrá ser sorteado con la elección de tal o cual candidato en los comicios que tendrán lugar en el segundo semestre de este año. Brasil debe afrontar los obstáculos a su democracia, como la persecución de periodistas y el genocidio de los pueblos indígenas. 

En definitiva, la desaparición de Dom y Bruno nos lleva a preguntar: ¿es posible hablar de una verdadera democracia mientras se silencia por la fuerza a periodistas y activistas cuando se atreven a molestar a los poderes establecidos? ¿Es plausible hablar de ciudadanía mientras pueblos enteros son exterminados al antojo de quienes consideran la naturaleza como una fuente de beneficios y no de vida? Necesitamos más democracia para superar el violento proyecto colonial que fundó y ordenó Brasil explotando la naturaleza, aniquilando a los pueblos indígenas y silenciando las voces disidentes. 

Autor

Doctor en Sociología de la Univ. del Estado de Río de Janeiro (IESP/UERJ). Investigador del Núcleo de Teoría Social y América Latina (NETSAL). Fue investigador visitante en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la Univ. de Buenos Aires.

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