A finales del año 2024, Chile anunció la intención de ser líderes en la región en el desarrollo de las tecnologías cuánticas. En los últimos meses, Colombia ha sorprendido con anuncios en torno a la inteligencia artificial (IA) y las tecnologías cuánticas, coincidiendo con la proclamación por parte de Naciones Unidas del 2025 como año de las tecnologías cuánticas. Estas tecnologías, aún hoy en etapa de experimentación, cuentan con capacidades de procesamiento muy superiores a la de los ordenadores convencionales y, en consecuencia, con un enorme potencial para experimentación y desarrollo de nuevos productos y aplicaciones.
El pasado mes de abril, el Ministerio de Ciencia colombiano lanzó la convocatoria ColombIA Inteligente 2025, con una inversión cercana a los cuatro millones y medio de dólares que financiará proyectos de investigación en IA y ciencias cuánticas priorizando aquellos cuyo lugar de ejecución sea municipios que hagan parte de los programas de desarrollo con enfoque territorial y particularmente afectados por el conflicto armado.
La iniciativa suena paradójica: ¿tiene sentido hablar de tecnologías cuánticas en un país que aún no garantiza acceso básico a electricidad o internet en vastas zonas rurales? La paradoja es evidente. Mientras que regiones como Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca concentran más del 50% del PIB nacional, departamentos como Guainía, Chocó o Vaupés apenas participan en la economía formal. En estas zonas, la desigualdad estructural en acceso, infraestructura y talento digital es tan profunda que cualquier agenda digital mal planteada corre el riesgo de profundizar la exclusión.
Apostar por lo espectacular sin resolver lo elemental puede llegar a ser peligroso. Estudios recientes confirman que el uso de internet en América Latina está estrechamente correlacionado con el desarrollo humano (IDH), pero en particular señalan que debe priorizarse el acceso a la banda ancha y el incremento del uso de internet. En este sentido, es clave diseñar estrategias regionales adaptadas, que respondan a las condiciones específicas de zonas rurales o menos densamente pobladas, donde la brecha digital es más pronunciada. Si no hay inclusión digital efectiva —infraestructura, educación, alfabetización tecnológica—, las promesas de la IA o la computación cuántica serán irrelevantes para la mayoría de la población.
El futuro cercano del desarrollo en computación cuántica es híbrido. Los procesadores cuánticos, aún con capacidades limitadas, funcionan como aceleradores para tareas específicas, mientras que los sistemas clásicos de computación gestionan la mayor parte del flujo de datos. Esto genera una necesidad imperativa: latencia mínima y alta integración entre los dos mundos. En este sentido, el desarrollo de ecosistemas de innovación regional y la proximidad de grandes hubs de datos no es un lujo, sino una condición clave para el desarrollo de investigación cuántica.
La investigación cuántica requiere laboratorios y equipos costosos, aún lejos de la capacidad presupuestaria de varios países de la región. Los computadores cuánticos requieren condiciones muy especiales para su funcionamiento (temperaturas extremadamente bajas, aislamiento electromagnético y una muy alta demanda energética); al mismo tiempo, el acceso a centros de datos cercanos permite cerrar este ciclo con mínimos cuellos de botella, mejorando la eficiencia investigativa y reduciendo la frustración que acompaña el trabajo remoto con plataformas externas o compartidas. Tener un centro de datos cercano no es imprescindible, pero sí estratégicamente deseable.
Adicionalmente, estas supercomputadoras gestionarán volúmenes importantes de datos sensibles, propiedad intelectual y proyectos con aplicaciones críticas. Cuando estos datos están en servidores externos, aumenta la exposición a fugas o ciberataques, mientras que mantener el procesamiento y almacenamiento local permite controlar la cadena de custodia del conocimiento. En el contexto geopolítico actual, la soberanía tecnológica se juega también en el control de esta infraestructura.
La brecha cuántica plantea un desafío estratégico para Colombia, pues corre el riesgo de profundizar desigualdades regionales si la inversión en esta tecnología se concentra únicamente en unos pocos polos de desarrollo. A ello se suma el impacto ambiental de la infraestructura necesaria —desde centros de datos hasta sistemas de criogenia de alto consumo energético—, que nos obliga a pensar en modelos sostenibles. En este escenario, se trataría de la generación de ecosistemas de innovación inclusivos, donde la clave es garantizar la inversión en infraestructura básica digital y atender a la creciente demanda energética asegurando primero que esta llegue también a regiones apartadas.
Sin mejoras en conectividad y educación digital la agenda cuántica permanecerá desconectada de las necesidades urgentes de la población. La apuesta por las tecnologías cuánticas no es en sí misma un error, pero hacerlo sin atender a lo más elemental, esto es, la desigualdad estructural en acceso, infraestructura y habilidades básicas digitales, puede profundizar la exclusión. Sin centros de datos cercanos y acceso básico a infraestructura, el discurso de “formar talento cuántico local” será simple retórica.