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La pandemia (varias en América Latina)

A casi un año del inicio de la pandemia por el nuevo coronavirus SARS-Cov-2, ¿qué sucede en América Latina? Después de lo acontecido en diferentes países del sur de Europa, como Italia y España, y lo observado en Estados Unidos, la preocupación se centró en el devenir de otras realidades como la latinoamericana. Desde su comienzo, el pronóstico por el desarrollo de la pandemia en la región era poco alentador. Las capacidades institucionales de estos países se iban a poner a prueba, la carrera se veía perdida. En términos comparados, la construcción de discursos, estrategias sanitarias, condiciones sociales y procesos políticos manifestaban toda una gama de condicionantes estructurales que definirían el fracaso latinoamericano frente a la COVID-19.

Antes de la pandemia, el índice de seguridad sanitaria de la Universidad Johns Hopkins evidenciaba que, en el mundo, la mayoría de los países carecía de herramientas suficientes para atender una emergencia sanitaria de este calibre. En específico en América Latina, había tres grupos de países diferenciados por sus capacidades sanitarias con las que enfrentarían la emergencia. En términos regionales, los países mejor preparados frente a la pandemia eran Brasil (22), Argentina (25), Chile (27) y México (28). Con un margen moderado de actuación se ubicaban Ecuador (45), Perú (49), Costa Rica (62), Colombia (65), El Salvador (65), Panamá (68), Nicaragua (73), Uruguay (81), República Dominicana (91), y los países con menor capacidad eran Bolivia (102), Paraguay (103), Guatemala (125), Honduras (156), Venezuela (176).

América Latina se ubicaba en 2019 como una de las regiones con menos posibilidades institucionales»

Ante estos números, América Latina se ubicaba en 2019 como una de las regiones con menos posibilidades institucionales, y que, por lo tanto, no tenía las estructuras de prevención, detección, respuesta, normativas y capacidad de atención al riesgo que se necesitaban para enfrentar una pandemia.

En este contexto, lo que sabíamos era que las capacidades sanitarias, en la mayoría de los países latinoamericanos, eran deficientes (comparativamente con la media mundial) y estaban claramente por debajo de lo establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como estructuras necesarias para la atención médica. A lo anterior, se sumaban condicionantes de salud preexistentes, como las enfermedades asociadas a los grupos más vulnerables y que, como efecto, son más proclives al agravamiento de la COVID-19, como la obesidad, la hipertensión, la diabetes o el tabaquismo.

Sin embargo, las preocupaciones anteriores no solo tenían que ver con el aparato necesario para la protección de la salud de los latinoamericanos. La Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford indicaba con tiempo que la falta de acceso al agua potable, la desnutrición, la mala alimentación, la desigualdad y la pobreza eran los principales factores de riesgo para la diseminación de los contagios, por lo que afectarían aún más en los países con problemas endémicos.

Las intervenciones

Durante la contingencia, los Gobiernos latinoamericanos han actuado de una manera diferente con modelos técnicos y políticos, que han sido nutridos por los requerimientos de la OMS y la Organización Panamericana de la Salud para el contexto regional. La lógica gubernamental latinoamericana deja ver casos de toma de decisiones en cuanto a la evolución de la pandemia que se basan fundamentalmente en la toma de decisiones circunstanciales (para “salir del paso”) y en momentos de racionalidad técnica que se basan en la evidencia y mediante el empleo de intervenciones conforme a los lineamientos básicos del control y vigilancia epidemiológica.

Sin embargo, la dicotomía entre economía y salud pública se posicionó como un continuo choque entre dos realidades, lo que ha agravado el problema. En esto se destaca la irresponsabilidad de la clase política que ha dejado ver las necesidades insoslayables para el replanteamiento de estas jóvenes democracias, lo que ha evidenciado la incapacidad de los representantes políticos, Gobiernos y oposiciones para dar soluciones. Los modelos de contingencia y mitigación en cada fase de la epidemia han impulsado diferentes resultados en la región. En estas se encuentra la preocupación principal de lo sucedido en el sur de Europa, pero ¿cómo evitarlo en Estados con estas incapacidades institucionales? Esas condiciones que olvidamos son una constante latinoamericana.

Las pandemias y sus consecuencias

América Latina enfrenta la pandemia en medio de un cúmulo de problemas endémicos, entre los que se encuentran las condiciones estructurales y sistémicas, incluyendo la corrupción, la violencia, la pobreza, la desigualdad, la informalidad y el desempleo en un entorno de poco crecimiento económico. También se destaca el contexto social y la diversidad política de la región. En países como México, Nicaragua, Argentina, se asientan Gobiernos con ideologías de izquierda; en Brasil, Colombia, El Salvador, Chile, Gobiernos vinculados a la derecha ideológica. A eso se suman los procesos político-electorales de Bolivia, República Dominicana, y próximos en Chile, Ecuador, Honduras, Perú y México. Además, las movilizaciones sociales antes y durante la pandemia, en gran parte de estos países, son un caldo de cultivo que prometen un cambio de rumbo de estas realidades.

Dos países de la región tienen la mayor cantidad de muertes en el mundo como consecuencia de la COVD-19: Brasil y México»

Hoy a casi un año del comienzo de la pandemia, dos países de la región tienen la mayor cantidad de muertes en el mundo como consecuencia de la COVD-19: Brasil y México. Dos países con liderazgos populistas que son hoy un distintivo, como el caso de López Obrador, en México, y Bolsonaro, en Brasil. También son los dos países con mayor capacidad económica de la región, los más poblados, son federaciones, y con estructuras de corrupción arraigadas en su aparato gubernamental. A estos casos se añade el agravamiento de la pandemia en Argentina, Perú y Chile, y las funestas intervenciones en Ecuador al comienzo de la emergencia.

En este contexto, las consecuencias de la pandemia serán puntos de inflexión en toda la región. El retroceso en la construcción y ampliación de la clase media que había evidenciado un marginal, aunque progresivo crecimiento después de tres décadas, el agravamiento de las condiciones de pobreza, el aumento de la desigualdad, la recesión y el estancamiento económico, la violencia de género, la pérdida de sectores productivos, el cambio en el paradigma turístico, etc., son un reto insalvable para Estados en donde la emergencia sanitaria llegó con más fuerza y para aquellos en donde aún está en crecimiento.

Según el Fondo Monetario Internacional, los países latinoamericanos no verán la recuperación y mejora de sus economías a niveles anteriores a la pandemia, en promedio, hasta mediados de 2023. En este contexto, ordenar a la sociedad latinoamericana a que se quede en casa para salvar su salud sentencia a las familias a costa de la generación de ingresos diarios para su subsistencia, la cual está condicionada, igualmente, por la incapacidad gubernamental para reducir la pandemia sanitaria, pero también la pandemia de pobreza, desigualdad y de corrupción que existe en la región. Para los latinoamericanos, no será más que un agravamiento de sus realidades preexistentes que causará más muertes, más pobres, más hambre, más desigualdad.

Finalmente, ¿qué elementos deberíamos evaluar la efectividad de las intervenciones gubernamentales de los países latinoamericanos? ¿La cantidad de muertes, la gestión de las camas de hospital, la cantidad de pruebas hechas, la dispersión de la enfermedad, el cierre de fronteras, el uso de la fuerza, la restricción de movilidad? Son preguntas que tendrán respuesta cuando demos por terminado este pasaje, que no será hasta la aplicación de la vacuna.


Episodio relacionado de nuestro podcast:

Foto de Eneas en Foter.com / CC BY

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Investigador de postdoctorado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas - CIDE (Ciudad de México). Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México.

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