El resultado de las elecciones regionales del pasado domingo 21 en Venezuela, donde se eligió la renovación de los ejecutivos y legislativos de estados y municipios, no constituyó un cambio sustancial en el esquema político del país. Y si bien estas no son buenas noticias para la oposición, el resultado tampoco es positivo para el propio gobierno.
Más allá de algunas tibias mejoras como la suspensión momentánea de los encarcelamientos políticos y las inhabilitaciones de partidos, el sistema electoral venezolano sigue estando aún lejos de ser mínimamente competitivo. Esto ha sido documentado una vez más por la observación electoral internacional en su declaración preliminar.
Venezuela se enmarca en un sistema político hegemónico que mantiene precarias condiciones estructurales para cualquier candidatura distinta a la del partido oficial. Las arbitrariedades son habituales como se ha demostrado con el incumplimiento de los propios lapsos del Consejo Nacional Electoral (CNE) para publicar los resultados de la gobernación de Barinas.
El menguante desempeño electoral del chavismo
Históricamente, las elecciones regionales en Venezuela no despiertan el mismo interés de participación que la elección presidencial. Esto, en muchas ocasiones, ha sido capitalizado electoralmente por el gobierno quien disponía abusivamente de recursos económicos, logísticos y comunicacionales del Estado para promover sus candidatos.
En aquellas convocatorias, la abstención castigaba principalmente a las candidaturas opositoras. Sin embargo, en esta elección la abstención —más del 53%—, no solo afectó a las candidaturas opositoras, que se presentaron divididas, también golpeó muy duro a los candidatos del gobierno. Esto sugiere que, de haberse coordinado candidaturas opositoras unitarias, estas podrían haber disputado 14 gobernaciones.
De las 23 gobernaciones del país, el oficialismo obtuvo hasta el momento 18, mientras que la oposición ha ganado tres (a la espera de los resultados de Barinas). Por otra parte, de las 322 alcaldías del país el chavismo ganó 205, mientras que las 117 restantes fueron conquistadas por políticos no alineados al chavismo. Este número de alcaldías duplica las obtenidas en las elecciones regionales del 2008 en las que la oposición fue unida en una fórmula electoral unitaria.
Por otro lado, en esta elección el chavismo ha obtenido los registros más bajos de apoyo en las zonas rurales y periféricas del país, regiones donde tradicionalmente se fundamentó su raudal electoral. Pero actualmente, la pandemia, la crisis humanitaria y la miseria golpean más fuerte, la recuperación social es más difícil y la promesa oficial convence menos. Esto pudo observarse en las escaramuzas y las adjudicaciones arbitrarias de candidaturas reportadas en las primarias del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Las oposiciones y su reflejo electoral
Ante esta situación interna del chavismo, pareciera que su principal apuesta estratégica no fue mejorar sus candidaturas o renovar su mensaje, sino insistir en la división de la oposición. El oficialismo no sólo intentó incidir en el clivaje entre electoralistas y abstencionistas, que data desde finales del 2017, sino también entre las candidaturas que se presentaban. De esta manera, la oposición terminó restándose votos entre sí, siendo los casos más notorios el del Municipio Libertador en Caracas, Miranda, Mérida, Táchira y Bolívar.
¿Habría financiado el gobierno estas campañas divisorias? quizá nunca podremos saberlo ya que, dentro de la legislación electoral vigente, los patrocinadores y aportes de las campañas se declaran al CNE pero no se publican.
La coalición opositora, Mesa de la Unidad Democrática, que fuera la opción más votada en las elecciones parlamentarias del 2015, hoy es una sombra de lo que fue debido a las profundas y públicas divisiones de su dirigencia y militancia. Desde la convocatoria a estas elecciones la descoordinación comunicacional, la desorganización y sobre todo la indisciplina en el manejo interno de sus diferencias, erosionó la credibilidad de muchas de sus candidaturas. Ante esta situación, emergió un nuevo partido, Fuerza Vecinal, que en su año de existencia ha logrado la Gobernación del estado Nueva Esparta, así como otras siete alcaldías.
Al desánimo electoral y la fragmentación de la oposición, se suman otros factores que han debilitado a la oposición. La errática conducción interna, producto en buena medida del hostigamiento gubernamental al activismo político y las dificultades de acceso a financiación, así como el desaliento electoral que el propio “gobierno interino” de Juan Guaidó ha promovido sostenidamente desde 2019, han aportado al desánimo de los opositores.
En este marco, a pesar de la tibia victoria del oficialismo, parecería que los resultados vuelven a ponderar posibilidades de re-articulación en la oposición y algunos de sus voceros han mencionado, nuevamente, la necesidad de una unidad estratégica alrededor de la movilización electoral como mecanismo de agregación política.
En suma, los resultados de estas elecciones regionales podrían constituir un punto de inflexión en el reacomodo de los segmentos que componen a la oposición de cara a escenarios futuros. Entretanto, la ciudadanía que no migra sigue desmovilizada, desasistida y sobrellevando la vida como puede en medio de una profunda crisis humanitaria.
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Autor
Politólogo egresado de la Univ. Central de Venezuela y la Universidad Autónoma de Barcelona. Master en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Salamanca. Analista de asuntos parlamentarios.