¿Es viable la reciente propuesta de los presidentes de Brasil y Argentina de desarrollar, sur, una moneda común que, en primer lugar, les serviría como recurso de intercambio bilateral y, más adelante, como divisa suramericana y hasta latinoamericana? Esta nueva moneda, según se ha dicho, estaría a cargo del Mercado Común del Sur (Mercosur), compuesto por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela (este último fue suspendido desde 2019), y está pensada para trascender el patrón dólar y disminuir costos en el manejo de flujos financieros y comerciales, aunque no sustituiría al real brasileño ni al peso argentino. ¿Sur es una quimera o una retórica ideológica o populista? ¿Cuáles han sido los intentos previos para tener una moneda común en Latinoamérica?
Los fracasos anteriores
En América Latina, durante décadas se han concebido y propuesto diferentes proyectos de moneda común. Todos, fallidos. En 1964 los Gobiernos de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua establecieron el Consejo Monetario Centroamericano (CMCA). En su origen, en el artículo 4 de su convenio fundacional, se habló de una moneda común y un sistema de bancos centrales. En 1974 intentaron fortalecer el proyecto con la creación del Acuerdo Monetario Centroamericano (AMCA) y en 2002 se amplió la iniciativa y se añadió a la República Dominicana. Transcurridos 59 años, las instituciones aún existen y son parte de las estructuras de coordinación regional centroamericana y caribeña. Sin embargo, no se ha concretado el proyecto de la moneda común.
El 31 de marzo de 2009, Hugo Chávez, quien partió de la retórica del socialismo del siglo XXI y en el contexto de la Segunda Cumbre América del Sur-Países Árabes (ASPA), que se celebró en Catar, propuso la creación de una moneda internacional liderada por Venezuela: el petro. «Será una propuesta para los grandes productores de petróleo y los países que tenemos mayores reservas; Venezuela, el primero del mundo. Le llegó el final a la dictadura del dólar», afirmó. Pero la petromoneda nunca se fraguó.
En octubre de ese mismo año, los países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y el Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), es decir, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, anunciaron el Sistema Unitario de Compensación Regional (Sucre), un sistema de pagos utilizado para intercambios comerciales. Desde su creación, los presidentes de los países de la ALBA (Hugo Chávez, Raúl Castro, Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales) señalaron que, debido a su evolución, el Sistema Sucre consumaría una moneda común que quebraría la hegemonía del dólar. Eso nunca ocurrió.
En 2017 y 2018 el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, resucitó la idea del petro para proponer una criptomoneda de su gobierno. Sería garantizada por riquezas futuras, algo, cuando menos, muy imaginativo y excesivamente optimista. Esto tampoco se llevó a cabo.
En 2019 los gobiernos de Jair Bolsonaro y Mauricio Macri, adversarios y predecesores de Luiz Inácio Lula da Silva y Cristina Fernández, respectivamente, expusieron de manera pública su propósito de crear el peso real para las relaciones comerciales entre sus países y con miras a desarrollarlo en la región. De forma arriesgada, esa moneda habría estado garantizada por nuevos impuestos a las exportaciones, pero Bolsonaro y Macri fueron derrotados electoralmente en sus países y el proyecto no avanzó.
Algunos criterios para la viabilidad
Para que cualquier conjunto de países pueda considerar con seriedad el desarrollo de una moneda común eficaz, antes deben consolidarse ciertos esfuerzos de integración comercial, económica y política. Además, estos países deberían mantener niveles de crecimiento continuos, estabilidad fiscal, control inflacionario, capacidad financiera, solidez de reservas y de valor monetario, y políticas públicas armoniosas.
Ese no es precisamente el cuadro macroeconómico que ha caracterizado a Latinoamérica por décadas. Baste recordar, por ejemplo, que Argentina, históricamente anclada en el estatismo, tiene indicadores económicos inferiores y lejanos de los de Brasil. Además, Argentina enfrenta una inflación de alrededor del 100%, su moneda presenta una fuerte devaluación, no tiene acceso competitivo a mercados internacionales de capital y sus reservas monetarias han mermado notablemente.
El sur y sus pocas probabilidades de prosperar
Por ser un proyecto incipiente, aún no están claras las precisiones técnicas de esta moneda. No obstante, su proyección inicial y los antecedentes históricos que la enmarcan permiten formular algunas derivaciones.
De momento, no hay a la vista una perspectiva en la que los Gobiernos latinoamericanos deseen trascender unánimemente el uso del dólar. De hecho, ante la propuesta del sur, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, señaló que su país, con la segunda economía más grande de la región, permanecerá en las coordenadas del patrón dólar. Es una exclusión muy significativa. Hay que recordar, a su vez, que México es miembro de la Alianza del Pacífico (AP) junto a Perú, Chile y Colombia. Según el Informe Anual de Libertad Económica 2022 de la Fundación Heritage, la Alianza del Pacífico tiene una apertura, actividad económica e integración más grande que el Mercosur.
Todos los proyectos latinoamericanos anteriores para crear monedas fracasaron porque los Gobiernos que los dirigieron pretendieron forzar la moneda común como vehículo para adelantar sus agendas ideológicas y políticas, en lugar de optimizar el desarrollo integrador. La propuesta de los presidentes Lula y Fernández es un nuevo esfuerzo en el mismo sentido.
Sur, como moneda común, verdaderamente competitiva, no luce viable a corto ni a mediano plazo. Por lo tanto, de momento, al menos, parece ser una nueva quimera. Un episodio más de populismo y retórica ideológica en la historia latinoamericana.
Autor
Catedrático en Administración y Comercio Internacional de la Facultad de Administración de Empresas, Universidad de Puerto Rico (campus Río Piedras). Ha sido director académico, decano y rector de dicha universidad.