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Transición energética en tiempos de oscuridad climática

Hasta el 12 de diciembre tendrá lugar en Dubái la vigésimo octava Conferencia de las Partes (COP28). Presidida en esta oportunidad por el Sultán Al Jaber, quien ejerce también la presidencia de la petrolera ADNOC, pocos mantienen una visión optimista respecto al devenir de la cumbre. La excepción la brinda el sector petrolero, cuyos lobistas superan con creces a los delegados de varios países.

Dos días antes de su finalización asumirá un nuevo presidente en Argentina, quien, a semejanza de otros líderes de extrema derecha, ha negado el cambio climático. Si nos guiamos por las declaraciones pre-electorales, resulta palpable que ninguno de los dirigentes de La Libertad Avanza muestra interés alguno por lo ambiental. Se escuchan planteos muy bizarros, tal como el cercar mares para conservar a las ballenas. 

Si bien hasta aquí las señales que emanaban del gobierno saliente resultaban cuanto menos ambiguas, por no decir contradictorias en la materia, al menos desde el ejecutivo se reconocía la problemática. Tal contradicción se ejemplifica con la política de inversiones que llevó adelante la petrolera pública (YPF) en los últimos años: mientras que la empresa ha decidido invertir en algunos proyectos renovables, la mayoría de los fondos se destinan a no renovables. Con respecto al devenir, las indefiniciones abundan. Poco se sabe cómo terminará de estructurarse la cartera de energía o qué rol terminará teniendo la transición energética en las políticas públicas. Tampoco se conoce cuál será la actitud respecto a los compromisos internacionales en materia climática y ambiental, aunque, hasta hace poco, J. Milei hablaba de retirarse de la convención de París.  

El sector petrolero ha tenido un rol preponderante en el diseño de la política energético del país, lo tuvo durante el gobierno de M. Macri tanto como bajo el mandato de A. Fernández. Dicha relevancia se mantiene con la llegada de Javier Milei, el denominado “presidente del club del petróleo”, que ha nombrado a Horacio Marín, del grupo Techint, en la presidencia de YPF. Una nueva vuelta en la puerta giratoria que caracteriza al sector energético, otra vez el “cambiar todo para que nada cambie”.

El mundo, mientras tanto, sufre los efectos de una crisis climática cada día más virulenta. Mantener el esquema de “negocios habituales” no resulta factible mismo al tiempo que denota cero responsabilidad social y ambiental por parte de los empresarios. Y ello tiene un costo que va más allá de lo moral. En vísperas de la próxima COP, el director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía (IEA) plantea que el sector petrolero enfrenta un momento de verdad; sus decisiones, si erróneas, pueden resultarles muy onerosas. De continuar así, plantea Fatih Birol, la industria no podrá deslindar su responsabilidad de los problemas que aquejan a la humanidad.

Pero también hay espacio para el optimismo. Al considerar datos de financiamiento climático a nivel global, un concepto que engloba tanto inversiones de mitigación como de adaptación, el último bienio se contabilizaron inversiones por más de 1,26 trillones de dólares – frente a los 364.000 millones que se destinaban en 2011-12. Vale destacar tres aspectos del informe citado. Por una parte, la mayoría de los fondos se invierten en proyectos de transición energética (mitigación), desde nuevas energías limpias hasta vehículos eléctricos. Una porción importante de los fondos, por otra parte, se origina en la banca de desarrollo o fomento. Independientemente del origen, también destaca que la mayor parte de los créditos otorgados van al financiamiento de proyectos locales. Es este último aspecto que aquí destaca: la transición energética se ha convertido en un puntal de la carrera geopolítica, donde los principales jugadores disputan la supremacía tecnológica por las energías del futuro. Al observar los números en detalle, se observa que más del 45% del total invertido ocurre en el sudeste de Asia – Pacífico. Considerando las industrias del futuro verde, China se ha convertido en líder indisputable. Con inversiones por $ 325.000 millones aparece segunda la UE, que tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha decidido acelerar la transición energética a partir del programa REPowerEU. Con poco menos que un 13% del monto total se encuentra EE.UU., un rezago que sin duda se explica por el negacionismo climático que mantuvo esta nación durante la presidencia de D. Trump. Esto ha cambiado tras la aprobación del paquete de lucha contra la inflación (IRA), un conjunto de medidas por 391.000 millones de dólares mayoritariamente destinado a la lucha ambiental.

Las advertencias que surgen de los principales expertos energéticos como los números aquí descritos deberían llevar a pensar a las nuevas autoridades acerca de las políticas a seguir en materia energética. Independientemente de lo que ambiciona algún líder devenido mesiánico, si no comenzamos con la transición de seguro dejaremos al país en peores condiciones que las actuales. El mercado por sí solo es incapaz de garantizar la transición; se necesita de decisión política, así como políticas públicas. De hacerse realidad las previsiones que realizará IEA, el pico de petróleo llegará antes de que termine esta década. Según nos dice la comunidad científica, el umbral de 1,5 ºC está al doblar de la esquina.

Mientras tanto, el presidente electo persiste en su negacionismo y en encargar al sector petrolero el diseño de la transición. De ser así puede que Argentina quede rezagada, estancada con inversiones en un sector que afronta fuertes riesgos financieros. En 30 o 40 años no solo dichos activos quedarán varados, sino también habremos reforzado una matriz energética del pasado. Profundizar el modelo fósil conlleva también fuertes costos fiscales en el presente; a setiembre del 2023 los subsidios energéticos rondaban los 8.400 millones de dólares, un monto que engloba beneficios a empresas y usuarios y que resulta insostenible. Otra razón para avanzar con la transición. Líderes de todo el mundo, de Occidente a Oriente, parecen convencidos de la seriedad del problema climático; la inserción al mundo del mañana pasa por aceptar el reto y trabajar por la transición. Más que parecernos a tal o cual país, quienes nos gobiernan deberían pensar en cómo la emergencia climática y la transición energética afectan a la inserción global del país de aquí a 30 o 40 años.

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Investigador Asociado del Centro de Estudios de Estado y Sociedad - CEDES (Buenos Aires). Autor de “Latin America Global Insertion, Energy Transition, and Sustainable Development", Cambridge University Press, 2020.

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