La reciente elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha generado preocupación en el movimiento feminista, anticipando posibles retrocesos en los derechos de las mujeres en los Estados Unidos. Razones para temer hay y muchas.
Durante su primer mandato (2017-2021) Trump promovió acciones que fueron percibidas como perjudiciales para el avance de la igualdad de género. Entre algunas de las políticas más representativas de su corte antifeminista durante su primer mandato reactivó la Global Gag Rule, que prohíbe a las organizaciones internacionales que reciben financiamiento de EE. UU. realizar, promover o informar sobre abortos como derecho sexual y reproductivo. Esto afectó significativamente el acceso a servicios de salud para mujeres en países en desarrollo.
También nombró jueces conservadores, como Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett, consolidando una mayoría ideológica que posteriormente permitió la anulación de Roe v. Wade (protección constitucional a la mujer embarazada para elegir abortar sin excesivas restricciones gubernamentales). Aunque esto ocurrió en 2022 después de su mandato, la base fue sentada durante su administración.
Durante su mandato hubo recortes presupuestarios y cambios en las prioridades afectando programas de protección y apoyo a víctimas de violencia machista y agresión sexual. La administración Trump también detuvo una regla de la era Obama que requería a las grandes empresas recopilar datos salariales desglosados por género y raza, dificultando así los esfuerzos para abordar la brecha salarial.
Además, se eliminaron regulaciones que protegían a las empleadas de empresas federales contra el acoso sexual y la discriminación. La administración no promovió leyes para licencias pagadas por maternidad o paternidad, a pesar de las promesas iniciales en su campaña.
Durante su mandato, Trump hizo múltiples comentarios misóginos y despectivos hacia mujeres, tanto en público como en privado. Esto contribuyó a crear una atmósfera de hostilidad hacia los movimientos feministas y derechos de las mujeres. Hubo Recortes al acceso a Medicaid y Planned Parenthood que dificultaron que mujeres de bajos ingresos accedieran a servicios esenciales de salud, incluidos chequeos médicos, anticoncepción y servicios relacionados con el embarazo.
Y finalmente, las políticas migratorias de «tolerancia cero» separaron a familias migrantes, afectando principalmente a madres e hijos que huían de la violencia en sus países de origen.
El primer mandato de Trump, en general, estuvo marcado por una retórica divisiva y políticas que intensificaron las tensiones raciales, de género y de clase. Su reelección, a pesar de haber sido declarado culpable por abuso sexual y otros comportamientos delictivos contra mujeres, representa un aval de su base de apoyo más conservadora, que ve en él a un líder capaz de contrarrestar los avances progresistas en los derechos de las mujeres y la justicia social.
Este respaldo evidencia una creciente fractura en la sociedad estadounidense donde grandes sectores perciben las conquistas feministas como una amenaza a los valores tradicionales. De hecho, los influencers de derecha o la “manósfera” como se le conoce, aprovecharon la victoria presidencial de Donald Trump en noviembre 2024 para incrementar las amenazas misóginas en internet: “Vuelvan a la cocina” , “Derogar la 19ª” (en referencia a la enmienda constitucional que otorgó a las mujeres el derecho al voto), “Tu cuerpo, mi elección” y otras consignas contra las luchas feministas que se viralizaron en muy corto tiempo.
El simbolismo de su regreso en la Región.
La reelección de Donald Trump, tras un interludio de gobierno demócrata, marca un punto crítico no solo para la política de Estados Unidos, sino también para el panorama global de los derechos humanos y las luchas por la igualdad en toda Latinoamérica.
Este regreso al poder representa el fortalecimiento de las fuerzas conservadoras y populistas en un contexto de creciente polarización política y refleja una clara resistencia a los cambios sociales progresistas ya que muchas de sus políticas están orientadas a revertir avances recientes en derechos reproductivos y laborales.
Más aun, su victoria refuerza a líderes y movimientos conservadores en todo el mundo, especialmente en América Latina, donde se han adoptado posturas similares en contra de los derechos de las mujeres y donde el movimiento feminista ha enfrentado una reacción muy conservadora, desde restricciones al aborto hasta la persecución de activistas en algunos países.
La figura de Trump, con su conocida retórica populista, sirve como modelo e inspiración para líderes de la Región que comparten agendas similares, como Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, Eduardo Bolsonaro, diputado federal brasileño y para los representantes de sectores conservadores en México y Colombia.
Trump ha establecido vínculos con movimientos religiosos conservadores internacionales, algunos de los cuales tienen presencia significativa en América Latina. La celebración de conferencias como la Cumbre Conservadora de las Américas, que reúne líderes de derecha para coordinar agendas contra el aborto y los derechos LGBT, son una muestra de que el discurso y las políticas de Trump no operan en el vacío; su influencia en América Latina podría consolidar las posturas anti derechos y debilitar los avances logrados por los movimientos feministas a la fecha.
Este clima político global refleja una lucha entre dos fuerzas: los avances hacia la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres y el resurgimiento de ideologías tradicionales que buscan mantener el statu quo.
Resistiendo al retroceso
Este nuevo, pero ya conocido escenario, subraya la necesidad de un feminismo más articulado y global que sea capaz de anticipar y enfrentar estas amenazas mediante solidaridad, estrategias inteligentes y narrativas poderosas para defender los derechos conquistados y avanzar hacia la igualdad sustantiva en el menor tiempo posible.
Trump representa una prueba crucial para demostrar la capacidad de adaptación y resistencia feminista frente a este entorno político hostil. En efecto, su reelección ha generado una respuesta significativa por parte del movimiento feminista estadounidense, caracterizada por la movilización y la adopción de nuevas estrategias de resistencia. Se han organizado protestas, campañas de sensibilización y acciones comunitarias para defender los derechos de las mujeres y promover la igualdad de género en un entorno político cada vez más adverso.
Como ejemplo, diversas organizaciones feministas han instado al Congreso de Estados Unidos a blindar la igualdad de género en la Constitución antes de que Trump asuma el cargo, promoviendo la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA) para garantizar la protección contra la discriminación por razón de género, sin resultados positivos a la fecha.
El feminismo latinoamericano y el estadounidense, aunque enfrentan contextos distintos, comparten luchas esenciales en torno a los derechos humanos de las mujeres y la resistencia al retroceso de esos derechos. Las luchas feministas, aunque locales, están interconectadas y esa solidaridad transnacional puede traducirse en apoyo moral, financiero y estratégico. El feminismo estadounidense ha demostrado resiliencia y su capacidad para resistir y adaptarse es una fuente de aprendizaje para América Latina, donde muchas veces los contextos políticos son aún más adversos.
La buena noticia es que el feminismo latinoamericano tiene una larga tradición de lucha y resistencia. Para prevenir los retrocesos en los derechos de las mujeres y fortalecer los logros alcanzados, es esencial seguir construyendo alianzas, presionar por el avance de la legislación en la materia y utilizar estrategias innovadoras que permitan resistir las amenazas de los movimientos conservadores. La clave está en la unidad, la vigilancia constante y la educación a la población para contrarrestar los discursos y políticas regresivas que intenten frenar la igualdad.
El regreso de Trump es un recordatorio de la fragilidad de los derechos conquistados y de la necesidad de una vigilancia constante. Para el movimiento feminista es una oportunidad de reforzar alianzas y desarrollar estrategias legales y políticas bien estructuradas, que no solo respondan a los retrocesos en la Región, sino también a las tendencias globales que los facilitan.
Autor
Psicóloga. Master en Políticas Públicas con enfoque de género. Especialista en Transformación Cultural y Coaching Ontológico. Directora de FeminismoINC. Autora de "Incomodar para Transformar" y "Atrevidas: Manual de trabajo personal por el activismo feminista".