Para responder a la pregunta que encabeza este artículo es preciso poner el foco en los resultados electorales de los últimos años. El centro izquierda y la izquierda han ganado a sus rivales de la derecha en diversos países de la región.
Así, en mayo de 2018 Carlos Alvarado de centro-izquierda venció, en unas reñidas elecciones, obteniendo la presidencia de Costa Rica. En julio de ese mismo año, Manuel López Obrador llegaba al poder en México. En 2019 el centro-izquierda obtuvo la presidencia de Panamá con Laurentino Cortizo. En octubre de 2019, Alberto Fernández ponía fin al gobierno de Mauricio Macri y a su intento de ser reelegido en Argentina. Más recientemente, en octubre 2020, Luis Arce, del MAS, vencía claramente en las elecciones presidenciales de Bolivia y, en febrero de 2021, el candidato apoyado por Rafael Correa en Ecuador, Andrés Arauz, ganaba la primera vuelta.
Si bien en México López Obrador puso fin a un largo período de presidencias que se pueden ubicar en el espectro del centro-derecha, en los casos de Argentina, Bolivia y Ecuador las fuerzas de izquierda que resultaron ganadoras no eran nuevas para los ciudadanos. Estos procesos electorales parecen indicar que no corren buenos tiempos para la derecha en América Latina.
Sin embargo, es conveniente matizar esta tesis ya que, en este mismo período —de 2018 a 2020—, también hubo importantes triunfos de candidatos del centro-derecha y de la derecha como los acaecidos a lo largo de 2018 en los comicios presidenciales de Paraguay, Colombia y Brasil.
Del mismo modo, en 2019, la victoria de Luis Lacalle Pou puso fin a 15 años de gobiernos de izquierda en Uruguay. En 2020, Luis Abinader, candidato de un nuevo partido dominicano (PRM) al que aún es difícil ubicar ideológicamente, pero con fuertes vínculos con el mundo empresarial de la isla, llevó a la finalización de tres lustros de gobiernos del PLD.
Escenarios electorales
Por tanto, si se observa globalmente a la región y, a la espera de lo que ocurra a lo largo de los próximos meses en los que se celebrarán diferentes comicios presidenciales (Perú, Nicaragua, Chile, Honduras y la segunda vuelta en Ecuador), no es posible afirmar contundentemente que la “marea rosa” —acaecida en la primera década del presente siglo—esté de vuelta.
Las elecciones previstas para este año volverán a celebrarse—al igual que muchos de los ejemplos anteriores— en un clima de aguda crisis económica y social, agravada por los efectos de la pandemia. En este sentido, cabe reformular la pregunta e intentar revelar si este escenario es más favorable para la izquierda o la derecha.
Hacer este ejercicio en términos transversales es arriesgado por la heterogeneidad y pluralidad de las fuerzas políticas de izquierda y de derecha de cada país. Si bien los países pueden compartir un ciclo y un contexto en términos económicos, son marcadas las diferencias y cada caso tiene su insoslayable particularidad. Por ello, los párrafos que siguen son una reflexión en torno a las tendencias y las secuencias políticas y no un análisis exhaustivo para el cual, necesariamente, debe ponerse el foco en cadapaís.
El giro a la izquierda anterior
Entre las diferentes causas del giro a la izquierda de la primera década de 2000, se han mencionado los efectos provocados por los ajustes estructurales enmarcados en el neoliberalismo de los años anteriores y que llevaron al incremento de la pobreza, de la desigualdad y del descontento social.
Los presidentes de izquierda protagonistas de ese período, pero también los de derecha ya que ésta siguió gobernando en diferentes países, se vieron favorecidos en términos económicos por el incremento del precio de las materias primas en el mercado internacional. Los ingresos generados fueron claves —en muchos casos— para llevar a cabo políticas redistributivas que redujeron la pobreza y la desigualdad.
No obstante, la situación económica comenzó a deteriorarse a partir de 2012 provocando la desaceleración económicaen la región. En el terreno político, este ciclo económico se vio acompañado por la salida del poder de algunos de los presidentes exponentes del giro a la izquierda, bien a través de derrotas electorales, o a través de cuestionados juicios políticos como el ocurrido en Paraguay en 2012 o en Brasil en 2016.
A raíz de estos acontecimientos se comenzó a debatir en torno al agotamiento de los gobiernos de izquierda y el viraje hacia liderazgos situados en la derecha. Aunque, más que un giro, lo que se produjo es un voto de castigo hacia aquéllos que habían ocupado el poder.
Crisis y pandemia: el papel del estado
El fin del boom de las materias primas, ha tenido efectos visibles en la economía latinoamericana desde 2014 y efectos dramáticos en términos sociales. El porcentaje de población en situación de vulnerabilidad ha crecido, incrementándose el número de personas que carecen de protección social en la región más desigualdad del mundo.
A su vez, en el terreno de los valores políticos, América Latina no ha escapado a la tendencia global de desarraigo con la política y de cuestionamiento de las élites políticas acuciadas por numerosos casos de corrupción. El malestar con la democracia representativa y las políticas desarrolladas, así como el incremento de la desafección se vio reflejado en una escalada de protestas que llevaron a que 2019 fuera un año de enormes estallidos sociales en diferentes países latinoamericanos.
Este es el escenario en el que aparece la COVID-19, la cual viene a agravar la desigualdad social a la vez que visibiliza el impacto negativo que tuvieron las políticas de recortes del gasto público en el sector sanitario y las privatizaciones defendidas por el neoliberalismo y, en términos generales, por actores políticos más próximos a la derecha.
En este sentido, si los ciudadanos asocian los niveles de desempeño del Estado a la hora de afrontar la pandemia con los ajustes estructurales del neoliberalismo, la derecha puede decaer en las preferencias de los ciudadanos.
Del mismo modo, la probabilidad de que se reproduzcan las protestas sociales cuando la incidencia del virus caiga son altas, pues los problemas no solo no han desaparecido, sino que se han visto agravados durante este durísimo año. De modo que los gobiernos deberán adaptarse a las demandas de los diferentes sectores sociales.
Para la derecha sería una estrategia peligrosa mantener la defensa de la austeridad y del status quo ante las reivindicaciones y necesidades sociales en tiempos tan difíciles.
Cabe recordar que la emergencia de nuevos actores y liderazgos que cuestionan la democracia liberal, y en América Latina hay ejemplos tanto a la derecha como a la izquierda, está relacionada —entre otras causas— con la incapacidad de canalizar las demandas de los sectores que no encuentran representación en los partidos tradicionales.
En este sentido, los indicadores de desafección ciudadana con la democracia representativa en la región son extremadamente alarmantes y deberían preocupar tanto a la izquierda como a la derecha si quieren sobrevivir a los embates del populismo.
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Autor
Profesora de Ciencia Política. Doctora en Ciencia Política y Administración por la Univ. de Salamanca. Fue directora del Inst. de Iberoamérica de la Univ. de Salamanca. Especializada en instituciones políticas de América Latina.