Los últimos días de la administración Trump están siendo de todo menos tranquilos. Cuando el mundo pensaba que tras el asalto al capitolio ya no habría más sorpresas, el aun mandatario norteamericano ha dado un golpe de efecto que comprometerá la política exterior de Joe Biden. Tal como ha comunicado el secretario de estado Mike Pompeo, la saliente administración ha declarado a Cuba como Estado patrocinador del terrorismo.
Esta medida puede desencadenar sanciones que incluyen “restricciones a la ayuda exterior de Estados Unidos; una prohibición de las exportaciones y ventas de defensa; ciertos controles sobre las exportaciones de artículos; y diversas restricciones financieras y de otro tipo”. Entre estas últimas destaca la imposibilidad, por parte de los países de la lista, de acceder a préstamos del Fondo Monetario Internacional.
Los motivos de EE.UU.
Las razones esgrimidas por Pompeo para justificar esta medida, casi a punto de que el presidente finalice su mandato, son las siguientes. En primer lugar, la negativa de Cuba a extraditar a miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia. En segundo lugar, el hecho de que la isla se haya convertido en un refugio para fugitivos estadounidenses y terroristas internacionales. En tercer lugar, Pompeo mencionó la alianza de Cuba con Venezuela, país considerado por el gobierno de Trump como una influencia perniciosa para el continente. Además, ha acusado al régimen de haber brindado ayuda médica y material a terroristas mientras que permitía que los ciudadanos cubanos vivieran en la pobreza.
Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han empeorado a medida que avanzaba el mandato del líder republicano. Si bien durante el inicio de su campaña electoral Trump no sólo reconoció el restablecimiento de las relaciones, sino que expresó su intención de lograr mejores acuerdos, al final de la contienda estableció una alianza con la extrema derecha anticubana para beneficiarse de su maquinaria electoral al sur de Florida.
Una vez en el poder, incrementó la persecución financiera y las sanciones a Cuba. Al final de la administración, la hostilidad se hizo aún más evidente y se adoptaron nuevas medidas coercitivas. Sin embargo, pese a las malas relaciones, muchos expertos coinciden en señalar que la decisión de incluir a Cuba dentro de los países patrocinadores del terrorismo es un tanto precipitada y parece obedecer a intereses domésticos.
Sin investigación previa
Desde diferentes sectores se ha señalado la ausencia de una investigación previa e incluso desde la Unión Europea se ha apuntado a que la decisión de Estados Unidos no responde a ninguna información nueva. El presidente se acerca al final de su mandato con una agresiva estrategia que combina duras ofensivas para desprestigiar a sus rivales y acciones desestabilizadoras que compliquen el camino de la nueva administración.
Así, muchos ven en la decisión sobre Cuba una política de tierra quemada que responde, como mínimo, a dos objetivos básicos. Primero, revertir las políticas de acercamiento adoptadas por Obama, quien sacó a Cuba del grupo de estados patrocinadores del terrorismo en 2015 y reanudó las relaciones diplomáticas con la isla. Segundo, tratar de contentar a su electorado, en especial a toda la población con posiciones anti-cubanas en Miami, líderes en el exilio y dirigentes de organizaciones cubanas en Estados Unidos que ven en la medida una correcta rectificación al “error de 2015”.
Repercusiones desde Cuba
Desde Cuba, el canciller Bruno Rodríguez, condenó la medida de Trump y calificó de hipócrita y cínica la decisión de Estados Unidos. Asimismo, subrayó el oportunismo político de la medida. Meses atrás, el gobierno cubano ya había manifestado que su país no sólo no es cómplice del terrorismo, sino que puede considerarse una víctima. Se hacía referencia en este caso a los ataques recibido en las últimas seis décadas por parte de grupos anticastristas con el apoyo de Estados Unidos.
En la misma línea, el representante permanente de Cuba en Naciones Unidas, Pedro Pedroso, manifestó el rechazo de su país al terrorismo y señaló que la medida responde a una campaña personal del secretado de estado saliente y su desprestigiada política exterior. Asimismo, Cuba denunció la situación frente a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Biden ya ha anunciado que continuará la senda iniciada por Obama y levantará muchas de las medidas adoptadas por su antecesor, tales como la restricción de remesas, la prohibición de vuelos directos o el cierre del consulado. Algunas de estas son sencillas de desactivar. Sin embargo, otras como la inclusión de Cuba como país patrocinador de terrorismo, implican una mayor complejidad y puede llevar meses revertirla. En concreto, será necesario que el departamento de Estado realice una revisión formal del caso y demuestre que Cuba no ha estado vinculada con actos de terrorismo durante los últimos seis meses.
Se abre un año clave para ambos países. Por un lado, Estados Unidos se enfrenta a un complicado traspaso de poderes, en un contexto de alta polarización y poniendo en marcha un cambio de 180 grados en numerosas esferas tanto de la política doméstica como exterior. Por su parte, en abril se celebrará en Cuba el VIII congreso del Partido Comunista en el que Raúl Castro dejará el puesto de Primer Secretario. Además del relevo, el congreso servirá para fijar las líneas estratégicas que marcarán el devenir del pueblo cubano en los próximos años.
Episodio relacionado de nuestro podcast:
Foto por szeke en Foter.com / CC BY-SA
Autor
Cientista Política. Profesora de la Univ. de Valencia (España) y docente externa en la Univ. de Frankfurt. Doctora en Estado de Derecho y Gobernanza Global por la Univ. de Salamanca. Especializada en élites políticas, representación, sistemas de partidos y política comparada.