La humanidad atraviesa un momento crítico, la constante irrupción de eventos extremos nos alerta sobre un futuro de fuerte incertidumbre. Esta situación nos lleva a decidir “a oscuras”, sin entender de forma adecuada el contexto al que nos enfrentamos o cuáles son los efectos futuros de nuestras acciones presentes. Muchas de las medidas que adoptamos siguen una narrativa, pues esta permite prever una explicación a un evento o serie de eventos. Por ejemplo, se compran acciones o bonos porque los inversores creen que los precios de los activos que adquieren no dejarán de subir. Robert J. Shiller, premio nobel de economía en 2013, destacó la importancia de la narrativa en la toma de decisiones económicas. Ciertamente, una descripción puede conducirnos a decisiones erróneas, tal como destaca Shiller al explicar la exuberancia financiera. Ello no invalida el papel de la narrativa, aunque alerta contra quienes propagan mensajes providenciales.
A fin de afrontar la incertidumbre, elaboramos, en definitiva, nuestras acciones alrededor de cierta narrativa referencial, aspecto que también destaca el premio nobel de economía en 2002, Daniel Kahneman. Ante la inexistencia de certidumbre, cuando ningún modelo puede explicar el porqué de una situación, aparece la narrativa. Sin embargo, también es cierto que coexisten relatos, muchas veces contradictorios, que se discuten en la mesa familiar, en nuestro círculo de amigos y en ámbitos laborales o profesionales.
Los economistas deberían sincerarse, reconocer las limitaciones, así como también las fallas que plantean sus modelos. En todo momento debería buscarse que estos [los modelos] sirvan para entender la realidad, y no tratar de ajustar a esta a los preceptos que dicta la seudoteoría. Debemos reconocer los límites del modelo canónico vigente y comenzar a entender los límites del planeta al tomar decisiones.
En otros ámbitos científicos el conocimiento puede catalogarse como rotundo, aun cuando algunos hablen de historias alternativas. Esto puede observarse en materia climática: existe una relación directa entre los gases de efecto invernadero que se vierten a la atmósfera (particularmente el dióxido de carbono) y el aumento de la temperatura promedio global. En el campo científico, el consenso resulta categórico. Sin embargo, la industria petrolera negó dicho efecto por años, luego trató de ocultar su responsabilidad y actualmente intenta demorar la transición con promesas tecnológicas.
Coexisten relatos, aunque la evidencia científica respalda una visión. Ello nos obliga a recrear la narrativa climática y fortalecer nuestra historia para que esta dispare el cambio. La comunicación del problema resulta esencial. (Des)afortunadamente la constante y creciente ocurrencia de fenómenos que devienen cada día más extremos sirven para destacar los fundamentos científicos de nuestro relato.
La presencia de incertidumbre también plantea la importancia de estrechar vínculos, la necesidad de realzar el altruismo, de fomentar la camaradería y de apostar por el beneficio común. Tal situación contradice el modelo neoliberal que muestra una visión estrecha del hombre como un ser egoísta y avaro: la sociedad no existe. Tal es el mensaje de M. Thatcher que aún perdura en la mente de numerosos dirigentes de nuestra región y que, como lo destacan numerosos cientistas políticos, terminó induciendo al ascenso de la extrema derecha en diferentes rincones del mundo.
Los relatos, cuando infundados, se comportan como modas. En un libro póstumo, el antropólogo David Graever documenta la existencia de camaradería en el período paleolítico superior (de 30.000 a 50.000 años atrás) y destaca la existencia de cierto tipo de igualitarismo en estas sociedades. Otros autores vienen a refutar tal descubrimiento. Estos nos hablaban, por medio de sus relatos, de sociedades primitivas en las que el hombre era el lobo del hombre. La posibilidad de enfrentar la incertidumbre fue una de las primeras razones que explicaron la emergencia del altruismo, como las distintas culturas comenzaron a premiar a quienes se comportaban adecuadamente y a castigar a quienes no lo hacían. Toda sociedad, en definitiva, se distingue por la existencia de grupos de camaradería, la búsqueda del altruismo y del beneficio mutuo.
Si analizamos el discurso en la región, observamos la primacía del discurso extractivista, sea de tinte neoliberal o neodesarrolista; ambos niegan la urgencia del momento. Ello justifica nuevos proyectos de la industria petrolera, sea en el Amazonas ecuatoriano o en las profundidades del mar Argentino. Según el relato oficial, por caso, desarrollar Vaca Muerta permite avanzar hacia una transición “limpia”, desconociendo, sin embargo, los múltiples estudios que, desde la comunidad científica, alertan sobre el efecto pernicioso del metano en la atmósfera: 80 veces más potente que el dióxido de carbono.
Los países de la región no son los principales responsables del efecto invernadero, pero tampoco resultan jugadores menores. Al comparar el total de emisiones acumuladas, vemos que países como Brasil o México muestran niveles relevantes y, cuando evaluamos valores per cápita, Argentina ocupa un lugar importante. También habría que analizar los sectores que se han beneficiado en Latinoamérica, el escaso derrame que el modelo extractivo ha generado hacia los sectores más marginados de las sociedades. Debemos ir hacia un nuevo modelo de desarrollo y comenzar a caminar una transición energética que beneficie a los más rezagados, que empodere a la sociedad.
Afortunadamente, surge en la región un nuevo relato, una visión que trasciende la (falsa) grieta. Del clamor de la población a las tribunas políticas, el discurso ambiental va ganando adeptos entre la clase política, surgen nuevos liderazgos que conjugan el tradicional clamor por la justicia social de la izquierda democrática con el respeto a la biodiversidad y el reconocimiento de los límites del planeta. Valga si no el discurso del presidente colombiano Gustavo Petro en las Naciones Unidas, el cual plantea un parteaguas en la política regional. Pero también puede rescatarse la presencia de Marina Silva, junto a Lula, al festejar el triunfo de la coalición antifascista en Brasil el pasado 30 de octubre.
Se requieren nuevas narrativas, tanto como avanzar con políticas que privilegien el bien común. Atravesamos un momento de emergencia, dado que el tiempo para limitar el aumento de temperatura promedio en 1,5 °C se está acabando. En un reportaje reciente, el destacado científico Johan Rockström destacaba la relevancia de utilizar dicha palabra: emergencia. Con ella se denota la presencia de un riesgo no manejable, cuya resolución requiere más tiempo del que se posee. Si no actuamos, y pronto, hacia fines de siglo, la temperatura promedio aumentará en 2,8 °C. Nos dirigimos a la catástrofe, tal es el mensaje de António Guterres que algunos líderes políticos prefieren no oír.
Autor
Investigador Asociado del Centro de Estudios de Estado y Sociedad - CEDES (Buenos Aires). Autor de “Latin America Global Insertion, Energy Transition, and Sustainable Development", Cambridge University Press, 2020.