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COVID-19: la niña y el humo

Coautores Jimena Romero y Álvaro Zapatel / La COVID-19 (por mencionar tan solo un caso), el comportamiento de las personas y la influencia de la religión… El viernes, sin que nadie lo esperara, habló la niña. No tenía más de 11 años. Vestía un polo celeste, llevaba el pelo suelto y cogía el micrófono como el más experimentado locutor. Sus pies no llegaban a tocar el suelo. Dijo que fue al cielo con la misión de averiguar si era cierto lo que escuchó en una radio: que el martes 21 de abril sería el fin del mundo; que es un humo el que va a venir, como una enfermedad; que va a agarrar a todos los que estén fuera de sus casas; que los va a matar uno a uno, dice el señor, nuestro Dios. 

Fue en Radio Sauce Laguna Azul, de la región de San Martín, en Perú, donde se escuchó la profecía. La noticia recorrió el país en cuestión de horas. Este país nuestro que está en crisis sanitaria por la pandemia de la COVID-19 y que, a pesar de las duras medidas de confinamiento que ha impuesto el Gobierno desde el 18 de marzo, tiene muchos problemas para evitar que la gente viole la necesaria cuarentena. Ni las didácticas explicaciones del presidente Martín Vizcarra a la hora del almuerzo ni el «pico y género» (que restringió sin éxito la salida a la calle de hombres y mujeres por días de semana) han obtenido los resultados esperados hasta ahora en vista de los efectos de la COVID-19.

Lo cierto es que muchas y variadas son las razones por las que la gente no respeta (o no puede respetar) la cuarentena por la COVID-19: desde necesidad económica (para sobrevivir, muchos dependen de lo que ganan durante el día), simple desobediencia, o hasta lo que algunos estudiosos de las ciencias conductuales llaman «fatiga psicológica» (la idea de que eventualmente nos vamos a aburrir de estar encerrados las 24 horas del día). Esto lleva a lo que consideramos es, quizá, el mayor reto de política pública de estos últimos tiempos: cómo lograr que la ciudadanía se quede en sus hogares para ralentizar la tasa de contagio del virus de la COVID-19. 

¿Qué tal si el haber apelado a la sacralidad de una premonición divina, en un contexto como el peruano, en el que la mayoría de la población no solo es religiosa, sino creyente y practicante, logró lo que no han hecho medidas más ‘racionales’ de política pública?» 

En esa línea, la profecía de la niña sanmartiniana nos proveyó de una pregunta cautivadora: ¿qué tal si el haber apelado a la sacralidad de una premonición divina, en un contexto como el peruano, en el que la mayoría de la población no solo es religiosa, sino creyente y practicante, logró lo que no han hecho medidas más «racionales» de política pública? 

Para responder esta pregunta recurrimos a la data provista por Google Mobility, que registra caídas o aumentos en movilización geográfica respecto de una línea de base conformada por una semana representativa de entre enero y febrero de 2020. Por ejemplo, si Google registra un número 84 acompañado de un signo negativo el lunes 13 de abril, esto significa que la movilización cayó en 84 por ciento en relación con el mismo lunes de la semana representativa. Tal punto de referencia se conoce como línea de base. Para mayor detalle, Google registra movilizaciones en los siguientes seis puntos geográficos: parques, comercio minorista o retail, hogares residenciales, centros de trabajo, tiendas de comestibles y tránsito en general. 

Lo que nos interesó observar, entonces, fue si la supuesta premonición generó algún efecto diferente en la movilización de las personas ese 21 de abril respecto de los martes anteriores y del promedio del resto de los días de la semana, para los cuales no se dictaminó ninguna política de inmovilización por la COVID-19 más allá de las restricciones de tránsito diurno y el toque de queda nocturno por la misma COVID-19. 

Entonces, comparamos para todos los puntos geográficos la movilización durante el martes 21 de abril con la de los martes 7 y 14 de abril. Asimismo, excluyendo los martes, comparamos el promedio del resto de los días de la semana (es decir, lunes, miércoles, jueves y viernes) de la semana del 20 al 24 de abril (lo que denominamos grupo de control) con el de las dos semanas anteriores: la del lunes 6 al viernes 10 de abril y la del 13 al 17 de abril. Consideramos estas tres semanas comparables porque durante todo este tiempo el toque de queda tuvo (y tiene hasta el día de hoy) la misma duración. Cabe destacar que no consideramos sábados o domingos porque el comportamiento de la gente es distinto el fin de semana. Además, tomamos en cuenta que Jueves y Viernes Santo fueron de toque de queda total. 

Lo que encontramos fue sorprendente. En San Martín, centro de transmisión del mensaje y donde este fue escuchado por primera vez, la movilización a parques el 21 de abril cayó en ocho puntos porcentuales respecto del movimiento registrado el martes 14 de abril, y cuatro puntos respecto del martes 7 de abril, tiempo durante el que mitad de la ciudadanía estuvo inmovilizada por el «pico y género». Por el contrario, en el grupo de control encontramos que la movilización promedio en parques durante la semana del 21 de abril aumentó en relación con las semanas anteriores.

Algo similar sucedió con la movilización a tiendas de comestibles: el martes 21 se registraron caídas de 16 y 15 puntos porcentuales respecto a lo registrado el martes 14 y 7 de abril, respectivamente, mientras que en el grupo de control la movilización aumentó respecto de las dos semanas anteriores. De nuevo, cabe precisar que en la semana del 6 al 10 de abril estaba vigente el «pico y género», por lo que la mitad de la población estuvo —legalmente— en toque de queda permanente. No obstante, la profecía pudo más. 

Para dar un último ejemplo, el caso del retail. Nuevamente, el martes 21 se registró una caída respecto del martes 14 e igual movilidad que el martes 7 (a pesar del «pico y género»). En contraposición, el grupo de control mostró incrementos en comparación con las semanas anteriores. 

Diferentes son las disciplinas que pueden ayudar a entender este fenómeno. Más recientemente, la idea de los nudges (o «empujones») (por la que Richard Thaler ganó el Nobel de Economía en 2017) sugiere que es posible incentivar cierto tipo de conductas en las personas apelando a sus comportamientos automáticos. Quizá uno de los más estudiados sea el de las normas sociales. En el Perú, la religiosidad forma parte intrínseca del día al día de las personas. En San Martín, epicentro de la epifanía, el 89% de las personas declara practicar una religión, con un 60% que profesa la religión católica y un 22% que se identifica como cristiana evangélica, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Entonces, no sorprende que algún mensaje con atribuciones divinas pueda calar hondo y logre lo que ninguna política pública racional puede conseguir.

Evidentemente, hay una discusión ética de por medio al siquiera sugerir que se use la sacralidad para conseguir un objetivo de política pública. Está claro que la línea entre sugerencia y manipulación es muy delgada. Llevado al contexto de la profecía, sería perverso utilizar esta tendencia del peruano a respetar lo sagrado con el objetivo de orientar hábitos y comportamientos sociales. 

Lo cierto, sin embargo, es que la gente creyó. Y a pesar de que —evidentemente— el 21 de abril no fue el fin del mundo, “Úrsula, por si acaso, tomó la precaución de separar a Rebeca de los otros niños”. No llevaremos cien años de soledad, aunque cincuenta días de aislamiento por la COVID-19 pueden ser suficientes para creer en lo que dijo la niña.

Nota: este artículo es la versión periodística de un «working paper» académico titulado “Eschatological beliefs as a ‘nudge’: the peruvian child and the smoke prophecy”. De requerirse, tenemos a disposición los cálculos para todas las regiones del Perú y todos los rubros de movilización que mide Google Mobility.

*Lajos Kossuth es doctorando en Ciencias Conductuales, por la Universidad de Warwick.

* Jimena Romero es magíster en Administración Pública en Desarrollo Internacional, por la Universidad de Harvard.

*Álvaro Zapatel es magíster en Administración Pública, por la Universidad de Princeton.

Foto de espaciosparaelarte en Foter.com / CC BY-NC-SA

Autor

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Economista. Candidato a Doctor en Ciencias Conductuales por la Univ. de Warwick (Inglaterra). Máster en Estudios de Desarrollo por la London School of Economics and Political Science (LSE). Especialista en ciencias conductuales y en análisis y ejecución de políticas públicas.

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