César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani, tal como es su nombre completo, fue jefe del Ejército argentino y fue designado por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner desde el 3 de julio de 2013 hasta el 24 de junio de 2015. Antes había sido jefe de la Inteligencia militar, cargo que retuvo desde la comandancia.
Desde su pase a retiro debió atravesar procesos judiciales por su desempeño como joven oficial durante la represión de la última dictadura, en la que resultó sobreseído, y también por enriquecimiento ilícito, causa en la que se anuló su absolución. El exjefe del Ejército fue acusado por «haber incrementado ilícita e injustificadamente de manera apreciable su patrimonio en el período que ejerció la función pública dentro del Ejército argentino» desde el 2001, cuando fue promovido a coronel, hasta mediados de 2013. Actualmente retirado, participa en la vida pública por su adhesión militante al peronismo histórico y al kirchnerismo.
Milani sorprendió recientemente por sus comentarios sobre la guerra de Ucrania y su entusiasta apoyo tanto a la invasión rusa como a la figura de Vladímir Putin, al que presenta como un adalid del antiimperialismo. En su cuenta de X, anteriormente Twitter, posteó el 29 de julio lo siguiente: “La llamada contraofensiva ucraniana, que había sido anunciada con bombos y platillos, ya podemos decir a estas alturas de los acontecimientos que ha fracasado rotundamente. Es casi un hecho que ha alcanzado el estancamiento absoluto ante la resistencia de una férrea defensa rusa”.
“No solo ha fracasado ―continuó Milani―, sino que actualmente el ejército del Kremlin se encuentra desarrollando operaciones ofensivas en casi todo el frente de batalla”. El general argentino prosiguió su análisis geopolítico de este modo: “Mientras el imperio de EEUU a través de la OTAN y de un presidente insensato como Zelensky, absolutamente obnubilado por el poder de occidente e ignorante en el arte de la guerra, siguen enviando a la muerte a miles de soldados ucranianos que luchan por intereses que les son absolutamente ajenos, Rusia resiste los embates de la alianza militar más potente del mundo y alarga el combate a su ritmo”.
Continuó su evaluación del conflicto y aseveró: “Una vez que Rusia logre finalizar la guerra, veremos un mundo más equilibrado, con pesos repartidos entre las tres principales potencias y un mejor escenario para los países como el nuestro, que históricamente han sido sometidos a los intereses económicos de los EEUU, una de las principales razones por las cuales no hemos alcanzado jamás nuestra independencia económica y estado de verdadera soberanía nacional”.
Y agregó: “Rusia pelea hoy en día por poner un límite a la expansión desmedida de un imperio insaciable que no ha sabido reconocer límite alguno, los intereses soberanos de muchos países se encuentran en juego en ese conflicto. Bajo este escenario se aproxima el fin de una era geopolítica signada por el unilateralismo. En los próximos años se acabará el dominio absoluto de los EEUU como policía del mundo”. Milani concluyó planteando lo siguiente: “El desafío de nuestro país será el de saber dónde, cómo y de qué forma vamos a posicionarnos para recibir este cambio en pos del beneficio de nuestra amada patria”.
Días más tarde de la difusión de este texto, el 31 de julio, la corresponsal del diario La Nación, de Buenos Aires, le preguntó al jefe de la Inteligencia militar ucraniana, Kyrylo Budanov, en una rueda de prensa que se hizo en Kiev, qué opinión le merecían estos conceptos del exjefe del Ejército argentino. La respuesta fue lacónica: “¿Quién es Milani? Bueno, le ofrezco que venga, lo invitamos a Ucrania y le mostramos qué está pasando”, contestó.
Genera un fuerte escozor recordar que durante muchos años, quien escribe esto y piensa hoy sobre la guerra de Ucrania fue el hombre fuerte de las Fuerzas Armadas de la Argentina, persona de confianza de la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, y de la presidenta Cristina Kirchner. Y alivia saber, por ende, que ahora no representa sino una voz marginal y minoritaria, con fuertes resabios del nacionalismo anticomunista de los tiempos de la Guerra Fría. Aquellos generales y almirantes decían defender la “civilización occidental y cristiana”, y terminaron conduciendo al país a un conflicto armado contra las principales potencias de Occidente, a la vez que exaltaron un antiimperialismo tardío y buscaron el apoyo de Moscú.
Movimientos pendulares de los Gobiernos argentinos que tienen larga data y siguieron repitiéndose hasta tiempos más cercanos. Solo una muestra reciente: el 3 de febrero de 2022, el presidente Alberto Fernández, en el marco de una reunión que mantuvo con Putin en la capital rusa, señaló entusiasmado: «Tenemos que ver la manera de que Argentina se convierta, de algún modo, en una puerta de entrada para América Latina para que Rusia ingrese en América Latina de un modo más decidido». El mandatario argentino se manifestó “profundamente agradecido» a Rusia por el suministro de vacunas contra el coronavirus durante la pandemia. Lo que Fernández no podía anticipar era que tres semanas más tarde el presidente ruso ordenaría la invasión de Ucrania.
Cuarenta años después, el último hombre fuerte del generalato argentino se expresa como un pichón de Leopoldo Fortunato Galtieri, aquel general extraviado de la última dictadura, que en 1982 puso al país detrás al recuperar las islas Malvinas por la fuerza y lo embarcó en un conflicto bélico contra Gran Bretaña, lo que terminó resultando un desastre bélico y precipitó la retirada de los militares del poder y la recuperación de la democracia. Esta democracia que se apresta a celebrar sus cuarenta años votando. Entre memorias y desmemorias. Encuentros y extravíos.
*La versión original de este texto fue publicada en Clarín.
Autor
Cientista político y periodista. Editor jefe de la sección Opinión de Clarín. Prof. de la Univ. Nac. de Tres de Febrero, la Univ. Argentina de la Empresa (UADE) y FLACSO-Argentina. Autor de "Detrás de Perón" (2013) y "Braden o Perón. La historia oculta" (2011).