La reciente elección legislativa y municipal en El Salvador parece consolidar el final del bipartidismo imperante en el país desde 1992. El recién nacido partido Nuevas Ideas obtuvo la mayoría de las alcaldías y una mayoría parlamentaria sin precedentes para la joven democracia. Este resultado replantea totalmente el esquema de poder y consolida el liderazgo de Nayib Bukele, el presidente populista que sustituye las ruedas de prensa por Lives de Facebook y detesta lidiar con la oposición. Tras los resultados, será él y sus diputados leales quienes legislarán la nación durante los próximos tres años.
La elección estuvo maniatada al proselitismo presidencial como pocas veces se ha visto en Centroamérica. Consignas como «todos debemos marcar la #NDeNayib«, hasta la omnipresencia mediática de Bukele invitando a votar por su partido fueron algunos de los principales distintivos proselitistas de la campaña electoral. Un presagio de sus inocultables intenciones de controlar el sistema político salvadoreño sin contrapesos.
Con los dos tercios del llamado Salón Azul, a partir mayo Bukele podrá amplificar el alcance de su influencia en un país azotado por la pobreza, el crimen organizado, la migración y la corrupción gubernamental. Esta super mayoría tendrá implicaciones de hondo calado y afectará la imagen histórica del Poder Legislativo, centro de la desafección popular con la clase política tradicional.
Tanto la izquierda del Frente Farabundo Martí (FMLN) como la derecha del partido Alianza Nacional Republicana (Arena) han quedado relegados a una minoría parlamentaria sin capacidad de maniobra para los próximos tres años.
¿Qué implica una mayoría de dos tercios?
Con este resultado, Nayib Bukele tendrá un respaldo parlamentario que ningún otro presidente salvadoreño ha tenido desde el fin de la guerra civil. Esta mayoría en la unicameral Asamblea Legislativa le permitiría a Nuevas Ideas, el partido de Bukele, pasar leyes, tratados internacionales, nombrar a tres de los cinco magistrados del Tribunal Supremo Electoral, elegir sin restricciones Fiscal General, Procurador General y Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos y aprobar los presupuestos, epicentro de las tensiones políticas más enconadas desde su primer año de gestión. Todo esto sin requerir del apoyo de otras bancadas.
En cuanto a un eventual y factible escenario de reforma constitucional, si bien la propia Constitución plantea algunas «cláusulas pétreas» como el territorio, la forma de gobierno, la alternancia y la expresa prohibición a la reelección consecutiva, desde finales del 2020 el mismo Bukele se ha referido a sus intenciones de proponer «cambios estructurales» a la Carta Magna. Los detalles aún no se conocen en su totalidad, sin embargo, todo hace suponer que estos serán parte de los primeros temas de la agenda parlamentaria para la nueva legislatura.
De las amenazas a los hechos
A la fecha se desconoce el plan de gobierno, el plan quinquenal, de control territorial, educación o salud. Esto sugiere que la agenda presidencial y parlamentaria probablemente sean la misma, eliminándose así cualquiera forma de autonomía y control parlamentario al ejercicio gubernamental. Situación que solo tiene el precedente nacional del Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Napoleón Duarte en 1985, o en la actual Nicaragua de Daniel Ortega o Venezuela de Nicolás Maduro.
El hecho de prescindir de cualquier acuerdo político hace temer -además- que las amenazas a sus adversarios pasen al plano de los hechos. Desde su llegada al poder, Nayib Bukele ha proferido todo tipo de acusaciones y agresiones a sus rivales, inicialmente en formas de tuits y declaraciones televisadas. Sin embargo, la incursión militar y policial al Salón Azul del año pasado para presionar la aprobación parlamentaria del presupuesto de defensa sobrepasó todos los límites democráticos. Esta incursión, además de rememorar antiguas imágenes de violencia política y de incrementar la hostilidad, dejó en claro que solamente reconoce acciones políticas que se alineen a su dictamen.
A pesar de sus cuestionables métodos contra el crimen organizado, el nepotismo en la administración pública, las amenazas a la prensa independiente y los abusos para forzar las medidas de distanciamiento social a sus ciudadanos, nada de ello pareció desalentar a su creciente electorado. De hecho, según diferentes estudios, desde 2016 la ciudadanía ha mantenido de forma sostenida una opinión negativa de la democracia y con abiertas preferencias a la instauración de un régimen no democrático, tal como lo revelan los estudios de Latinobarómetro. Esto debido al hartazgo con una esfera política mayoritariamente implicada en casos de corrupción, donde a excepción del ex presidente Sánchez Cerén, los tres mandatarios anteriores han estado implicados en procesos judiciales.
En suma, estamos viendo a una nación confiriendo —democráticamente— las llaves de su destino a un líder populista que por los próximos tres años quedará eximido de cualquier contención y sin control democrático a su mandato. Esta nueva mayoría parlamentaria deja al país sin autonomía deliberante, pluralidad, ni contestación a Nayib Bukele, el nuevo presidente legislador de Centroamérica.
Foto de PresidenciaSV
Autor
Politólogo egresado de la Univ. Central de Venezuela y la Universidad Autónoma de Barcelona. Master en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Salamanca. Analista de asuntos parlamentarios.