El movimiento antifeminista está profundamente vinculado con grupos religiosos, principalmente cristianos, partidos de ultraderecha y plataformas digitales que difunden desinformación sin control.
Hay que desarrollar marcos jurídicos más robustos, asignaciones presupuestarias con perspectiva de género y políticas públicas que realmente apunten a transformar las condiciones estructurales de desigualdad.
La experiencia muestra la efectividad de las cuotas de poder, ya que hay diferencias numéricas en la presencia femenina entre aquellos sistemas políticos donde se contemplan y los que no.
La independencia partidaria ha emergido como un atributo que otorga confianza en un sistema político percibido por muchos ciudadanos como opaco y alejado de sus verdaderos intereses.