La erosión democrática no se limita al surgimiento de líderes populistas, la disminución de la participación electoral y el respaldo a figuras autoritarias. En varios países latinoamericanos, se observa cada vez más la creciente influencia de los militares sobre el poder civil.
Si bien las políticas de “mano dura” no son nuevas en Honduras, la decisión de militarizar la seguridad pública y la ejecución de estas medidas despertó la preocupación de la comunidad internacional.
En las últimas dos décadas se ha visto una militarización de diversos sectores de la administración pública en países como Bolivia, Brasil, México, Nicaragua, El Salvador y Venezuela.
Para la numerosa oposición al Gobierno, este aparatoso despliegue es una nueva puesta en escena del presidente, muy adepto a los golpes de efecto que, si bien atraen las miradas, no garantizan una mejora en la situación de inseguridad
A pesar de que México cuenta con la generación de profesionales más preparada de la historia, ni el presidente Andrés Manuel López Obrador, ni la sociedad mexicana confían en sus capacidades. En su lugar, el gobierno ha recurrido a las Fuerzas Armadas para desarrollar un sin número de funciones.
El desmantelamiento del Estado en varios países, la precaria Administración Pública y un servicio civil poco desarrollado han abierto un espacio a los militares que gozan de mayor confianza de presidentes con vocación caudillista.