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El efecto eureka y las relaciones entre América Latina, la Unión Europea y China

El despliegue del renovado poderío chino hacia el mundo moviliza recursos, despierta voluntades, reconfigura alianzas, inquieta a líderes occidentales, reorienta estrategias y modifica percepciones por parte de personalidades y entes estatales, comunidades de negocios e, incluso, moldea la opinión pública mundial dividiendo voces a favor o en contra. Así, particularmente en Europa y Estados Unidos se ha producido un efecto eureka, que evidencia que el poder de China no es neutro a escala política, social, económica, y amenaza sus intereses.

En América Latina y el Caribe (ALC), la presencia de China, a través de empresas, institutos de formación, redes académicas y medios de comunicación, ha incrementado su influencia en los ámbitos público y privado (a escala regional) al provocar una profunda atracción sobre su exitosa trayectoria económica que se basa en un rígido sistema político unipartidista y epicentro de un orden “heliocéntrico” alrededor del cual giran naciones en vías de desarrollo y desarrolladas.

Desde esta perspectiva, la III Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se llevó a cabo en Bruselas los días 17 y 18 de julio de 2023 (luego de un vacío de ocho años), es un claro indicador de la simultaneidad de efectos eureka que China ha producido.

En primer lugar, sobre la misma Europa que ha modificado su posicionamiento mundial y sobre China; la Europa comunitaria parece querer recuperar un perdido estatus como “actor global” luego de haber atravesado profundas crisis económicas, desgajamientos como el brexit y, actualmente, la guerra en Ucrania.

El “despertar europeo” ha sido (y es) traumático; luego de décadas de intentar un modus vivendi con la Rusia de Vladímir Putin, la permisividad de su avance hacia el oeste (la anexión de Crimea y la invasión de Ucrania) demostró claramente el fracaso de la “estrategia de apaciguamiento”, dejando en evidencia la vulnerabilidad y dependencia europea de gobernantes autocráticos, quienes, en reiteradas ocasiones y por medio de la voz de estrategas e intelectuales, exponían al mismo tiempo a una “potencia emergente” con ansias de restauración (como parte del imaginario chino) y el “debilitamiento de la Europa comunitaria”, léase, la OTAN.

El epicentro de este efecto parece ser Alemania. La primera potencia económica europea y el primer socio comercial de China en la UE parece despertar de su largo letargo y reconocer, mediante la publicación de su strategy on China, la necesidad de combinar prudencia estratégica y garantías de seguridad (alimentaria y energética) mediante una pragmática gestión de negocios con el dragón asiático.

Se trata de un enfoque que reafirma estrategias sobre de-risking (la eliminación del riesgo a través de la restricción de vínculos con ciertas contrapartes, en lugar de gestionar el riesgo), pero no de-linking (la disociación consiste en desvincular un parámetro de otro). Para la Alemania pos-Ángela Merkel, China es ahora un competidor sistémico y un socio comercial de primer orden sobre el cual es necesario adoptar una nueva estrategia, con el fin de preservar su “seguridad económica”. China ha cambiado; por lo tanto, la visión sobre China también debe cambiar.

Otros países europeos comparten esta visión. Se han dado cuenta (como efecto eureka) de que China se ha vuelto más poderosa y asertiva en política exterior, controla sectores estratégicos en sus economías por medio de alianzas, fusiones y adquisiciones (Gran Bretaña) de empresas, circuitos logísticos críticos bajo el amparo de la BRI (Grecia), y, por su competitividad, amenaza sus intereses estratégicos en ALC. Complementa esta visión la perspectiva norteamericana que habla de una “amenaza china” aún más intimidante al apoyarse en la alianza “sin límites” con Rusia, por lo que integra, así, una coalición de “Estados autoritarios” antioccidentales.

La reacción europea y su revinculación con ALC puede interpretarse desde varios ángulos. Revalorizar el interés por ALC como proveedor de materias primas, recursos minerales, energéticos, de seguridad alimentaria; sostener la institucionalidad democrática; contener el avance de China sobre Gobiernos y líderes sociales; recuperar espacios de influencia cedidos por “distracción o desinterés” ante personas y entes gubernamentales y no gubernamentales, y reafirmar la importancia de ALC en la lucha contra el calentamiento global y el deterioro medioambiental son factores que están vinculados al cambio en la perspectiva europea acerca de la región. Un indicador del “redescubrimiento europeo” consiste en sus pretensiones por concretar la firma de un Acuerdo de Libre Comercio (ALC) entre la UE y el Mercosur.

Hoy siguen vigentes aspiraciones mutuas acerca de una más profunda interdependencia entre la UE y ALC, sin embargo, esta no se ha de lograr sosteniendo una reiterada narrativa europea (mantra) sobre desarrollo, democracia, valores humanos y lazos históricos, conceptos que hoy no seducen a decisores políticos y agentes económicos latinoamericanos. Reconocer la diversidad de intereses latinoamericanos es un prerrequisito para que la UE recupere espacios perdidos de poder.

A ojos latinoamericanos, China aparece como un socio más “eficiente” y pragmático en tanto avanza con proyectos de infraestructura, inversiones en sectores industriales, acuerdos en telecomunicaciones y planes de acción conjuntos de cooperación en áreas claves. Adicionalmente, China ha firmado varios Tratados de Libre Comercio (TLC) en la región, el más reciente con Ecuador.

¿Aún hay tiempo? 

Europa puede recuperar espacios perdidos aplicando una visión pragmática, adaptando una idea con ALC que no esté centrada en “valores y simbología” pretérita y difusa, sino asentada en bases reales que contemplen objetivos multinivel y multidimensional conjuntos (y no paternalista como en el pasado) sobre desarrollo compartido, impulso industrial, alianzas tecnológicas, apertura de mercados, educación digital, know how, joint ventures e intercambio universitario, entre otros puntos.

Se trata de acciones concretas y mantenidas en el tiempo, que requerirán un trabajo de “base” más proactivo e inclusivo con personas y entes subnacionales y no gubernamentales. En una región compleja donde la democracia no ha resultado ser eficiente en términos de mejorar la calidad de vida de su gente, el discurso meramente axiológico puede sonar vacío. En síntesis, será bienvenida la UE del siglo XXI a la región mediante el diálogo, la concertación para enfrentar desafíos comunes, el impulso al desarrollo y la formación de recursos humanos; a muchos nos hubiera gustado un despertar, un efecto eureka más temprano, pero… más vale tarde que nunca.

* Este texto fue publicado originalmente en la web de REDCAEM

Pamela Aróstica es Directora de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (Redcaem) e investigadora sénior del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico y la India (Ceapi), de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), de Argentina. Doctora (Ph. D.) en Ciencia Política, de la Universidad Libre de Berlín, de Alemania.

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Otros artículos del autor

Coordinador del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) de la Univ. Nacional de Tres de Febrero (Argentina). Magíster por la Universidad de Pekín. Miembro de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM).

Otros artículos del autor

Directora de la Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM). Doctora en Ciencias Políticas por la Univ. Libre de Berlin, Magíster en Estudios Internacionales y Licenciada en Historia de la Univ. de Chile.

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