El 10 de mayo, Francia Márquez, primera vicepresidenta afrodescendiente de Colombia, inició una gira de ocho días a tres países: Sudáfrica, Kenia y Etiopía. Se trata de la mayor visita de alto nivel de Colombia a África en casi tres décadas y busca fortalecer las relaciones con los países del continente en el marco de la Estrategia África 2022-2026. La visita ha sido halagada por el potencial del continente africano, pero también criticada por la oposición. Más allá de ello, la visita de Márquez a África es una oportunidad para reflexionar sobre las relaciones entre América Latina y África.
Cuba fue el primer país en establecer relaciones diplomáticas con el continente en 1962. Más tarde se sumaron Brasil y Venezuela, y más recientemente México, Argentina, Colombia y Ecuador. Desde 2006, con la organización de la Primera Cumbre América del Sur- África (ASA) en 2006, en Abuja (Nigeria), se han dado pasos significativos en el fortalecimiento de los vínculos entre estos dos actores a nivel político, comercial y tecnológico. Pero más allá de esto existe una conexión con África a partir del intercambio y el conocimiento de los pueblos.
Por una diplomacia entre los pueblos africanos y los pueblos latinoamericanos
El África negra o subsahariana es la que mayor conexión posee con los pueblos de América Latina. Una macro región con diferentes matices y una conexión estrecha con América Latina, de la que emergieron grandes civilizaciones como la yoruba, la bantú, la dahomeyana, sudanesa y congolesa. Justamente en el África Subsahariana es donde se da el primer lazo que une a África con América a través de la esclavitud que se desarrolló entre el siglo XVI y XIX.
Por ello, la cooperación entre África y América del Sur debería estar mediada por los intereses de la ideología panafricana, es decir la unidad de los pueblos. Esto, en clave de la sociología de la revolución descolonial, se denomina “La diplomacia de los pueblos”, según lo advirtió Franz Fanon en su célebre obra “Los Condenados de la Tierra”.
La diplomacia de los pueblos es la contradicción natural al modelo estándar de diplomacia entre los Estados. Para el experto en política exterior sobre África, el afrovenezolano Jesús Chucho García: “África, por tener una cantidad enorme de recursos minerales estratégicos, se ha convertido en el continente apetecido de las potencias mundiales, no sólo occidentales sino también de los países emergentes económicamente como los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica) que vienen aplicando una Diploextracción minera”. Es decir, que los Estados y sus gobiernos tienen centrados sus intereses en lo que el continente les puede brindar.
El África contemporánea, aunque trata de recomponerse de las secuelas del colonialismo, aún vive procesos de recolonización y son pocos los países africanos que asumen un concepto de soberanía y solidaridad con los pueblos oprimidos del mundo. Por ello, es necesario que la cooperación entre África y América Latina plantee un contexto geopolítico e ideológico distinto, que acerque a los pueblos a sus necesidades, sus solidaridades, sus luchas y proyectos emancipatorios conjuntos.
Si bien la historia y las raíces culturales son los principales lazos de unión entre América Latina y África, también lo es su diáspora. Los descendientes de los 15 millones de esclavizados que sobrevivieron en América hoy constituyen la diáspora africana de las Américas, que suma aproximadamente 200 millones de personas y que junto con toda la población africana y su diáspora en el resto del mundo supone más de 1500 millones de personas.
Debido a la importancia de la diáspora, la Unión Africana considera que los afrodescendientes somos la Sexta Región de África, sumada a las otras cinco (África del Norte, África del Sur, África Central, África del Oeste y África del Este).
El objetivo de la diplomacia de los pueblos y el poder
Si bien es cierto que la geo afrodescendencia experimenta serios problemas de desigualdad, pobreza, violación a los derechos humanos y exclusión generalizada como una consecuencia de la esclavización, el colonialismo y el racismo estructural, no es menos cierto que la afrodescendencia y la africanía han hecho importantes contribuciones al desarrollo de la humanidad. La cooperación África-América debe hacer un esfuerzo por evidenciar esto. La pobreza no debe ser el único referente colonial de la afrodescendencia. Es importante dejar claro que nuestra civilización ha hecho importantes contribuciones al mundo, desde la ciencia, la tecnología, las artes, la economía, la historia, etc. Resaltar esto es central porque nos lleva a tener un marco teórico lo suficientemente amplio para la justicia reparadora y para realizar aportes sustantivos al desarrollo.
En la cooperación entre América Latina y África debe proponerse la discusión del poder afrodescendiente y africano. Esto implica analizar cuál es nuestra estrategia de incidencia y participación política para la transformación de la democracia de Occidente. Esto debe conducirnos al poder real de la sociedad, un modelo de poder que nos permita transformar sus gobiernos, sus estructuras económicas y sus ideales sociales, hegemónicos y raciales que nos oprimen, con el objetivo de construir un mundo social más justo y sin racismo.
Autor
Profesor del Instituto de Altos Estudios Nacionales - IAEN (Ecuador). Doctor en Ciencias Sociales por FLACSO-Ecuador. Sus áreas de investigación son plurinacionalidad, raza y etnia, discriminación y desigualdades.