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¿Por qué Evo Morales no quiere debatir?

Hace casi ochenta días, el candidato a la presidencia de Bolivia por la Alianza Comunidad Ciudadana (CC), Carlos Mesa, invitó a debatir al candidato ilegal del MAS, Evo Morales. La respuesta no se dejó esperar: el propio candidato-presidente y sus voceros dijeron públicamente que Morales estaba acostumbrado a debatir única y directamente con el pueblo. Dicha respuesta, además de considerarse una salida política, dejó mucho que pensar. ¿Qué significa exactamente debatir con el pueblo?, ¿por qué es importante que los candidatos debatan?, ¿qué aspectos positivos se pueden obtener en un debate?, ¿a mayor democracia, mayor debate? Analicemos.

Debatir con el pueblo no significa prácticamente nada. Es imposible pensar que un solo candidato pueda debatir con el conjunto de personas que vive en Bolivia. El problema, al parecer, es que el presidente Morales está acostumbrado a escucharse a sí mismo y, para él, debatir con el pueblo es realizar un monólogo en una plaza pública y ser aplaudido y vitoreado con vehemencia. Morales habla solo con sus militantes; elude hacerlo con la enorme ciudadanía que se le opone. Es el mal del poder casi absoluto: sentir que él lo sabe todo y creer que la mayoría le da siempre la razón.  

La virtud de un debate tiene que ver justamente con eso: darle opciones a la ciudadanía, mostrar capacidades, líneas de pensamiento, proyectos, programas, y dejar que los que difieran y tengan la posibilidad de elegir, según esas opciones, sean los propios votantes»

Lo que debe entender el presidente es que en pleno siglo XXI, el debate se ha convertido en una herramienta fundamental de la comunicación política y de la democracia. Gracias a esta herramienta, los ciudadanos pueden conocer de una manera diferente y digerible las distintas opiniones y propuestas sobre temas estructurales para el país y que, en el caso de las elecciones presidenciales en Bolivia, se enmarcan en los programas de Gobierno. La virtud de un debate tiene que ver justamente con eso: darle opciones a la ciudadanía, mostrar capacidades, líneas de pensamiento, proyectos, programas, y dejar que los que difieran y tengan la posibilidad de elegir, según esas opciones, sean los propios votantes.

El debate, en ese sentido, se convierte incluso en un instrumento pedagógico en el que el ciudadano puede aprender sobre distintas temáticas que se abordan a través de él.

Lamentablemente en Bolivia, al parecer, no existe la costumbre de debatir, menos a dialogar y, por lo tanto, el nivel de debate es mínimo. Esto se puede advertir en esta época electoral con algunos candidatos a diputados y senadores que no se preparan o están nerviosos y no ofrecen insumos valiosos de información, que son fundamentales para la ciudadanía. Lo mismo sucede con algunos periodistas que pareciera que no prepararan las preguntas y la forma del debate e improvisan todo el tiempo, lo cual hace que otra vez los temas se repitan y que no se le dé información valiosa al futuro votante. La cualidad del debate ha ido decayendo poco a poco. Quizás esto se deba a que hace más de trece años no existen espacios de debate plural. Desde que al presidente Morales se le ocurrió no debatir con nadie, la gran mayoría de los bolivianos se han relajado y han caído en la misma lógica de no exigir debates. Esto, entonces, se convierte en un círculo vicioso. Si los candidatos rehúyen el debate, la ciudadanía no tiene espacios amigables para recibir información y, por lo tanto, acude a las urnas para votar sin conocer la esencia de las propuestas. Por ende, sin saberlo, corre el riesgo de votar por un candidato irresponsable, corrupto y prorroguista. Es decir, la votación se convierte en una ruleta rusa en la que el ciudadano vota según su “suerte”.

Por el contrario, si los debates fueran una realidad en Bolivia, como en casi todos los países democráticos del mundo en donde se fomenta el debate plural, argumentado y multipartidario, los ciudadanos podrían efectuar un adecuado control ciudadano al cumplimiento de los programas de gobierno cuando el candidato ganador asuma su cargo en una lógica de corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad. Además, el debate podría conducir a que pueda haber acuerdos mínimos entre distintas opciones. Es decir, si en el debate se identifican coincidencias entre candidatos, a la hora del ejercicio del poder, la ciudadanía podría exigir que esas coincidencias se plasmen en una realidad.

En fin, como podemos advertir, los debates son muy importantes para forjar una opinión ciudadana responsable, para generar participación ciudadana, para desarrollar corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad, y para educar a los ciudadanos. Sin embargo, si en Bolivia no se fomenta el debate al más alto nivel, se sufrirán las consecuencias negativas del caso, es decir, se reducirá la posibilidad de participación, el nivel de conocimiento y opinión será mínimo en cuanto a las propuestas, proyectos, programas y, por lo tanto, de manera casi inconsciente se seguirá fomentando el autoritarismo y la ignorancia en la sociedad.

Quizás esa sea la explicación de fondo por la cual Evo Morales rehúsa hasta el día de hoy el debate: evitar que los bolivianos lo cuestionen, lo controlen y evalúen.  

Foto de Kris Krug en Foter.com / CC BY-NC-SA

Autor

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Administrador público y cientista político por la Universidad de Chile. Máster en Gestión y Políticas Públicas por la Univ. Católica Boliviana / Univ. de Harvard. Máster en Negociación y Relaciones Económicas Internacionales.

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