En 2018 México optó por un cambio de rumbo y Andrés Manuel López Obrador obtuvo de manera contundente la mayoría de los votos. Ya lo había intentado en 2006 y 2012; sin embargo, las condiciones de 2018 hicieron propicia la alternancia hacia un gobierno de izquierda. El agotamiento de las estructuras partidistas y la percepción generalizada de corrupción en el gobierno federal facilitaron que el discurso del candidato presidencial permeara en todas las capas sociales de México.
Los partidos de la oposición, como el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), vieron mermado su capital político al disminuir drásticamente su presencia en las Cámaras de Diputados y Senadores, así como en una veintena de congresos locales y gubernaturas. La fuerza de López Obrador y sus partidos aliados alcanzó para cambiar de color el mapa político del país.
A partir del inicio de este gobierno no fue posible la convivencia entre fuerzas políticas, y la interlocución entre el ejecutivo y las demás expresiones resultó negativa porque elevó el discurso de polarización y generó el interés de entes externos a los partidos políticos para construir una opción competitiva para las elecciones intermedias de 2021.
Así, el PAN, el PRI y el PRD, a convocatoria de organizaciones de la sociedad civil, propiciaron acuerdos en los que pudieran concursar las diversas ideologías y que con el soporte de la ciudadanía no partidizada se encontraran en la capacidad de enfrentar a las fuerzas políticas en el poder, bajo un liderazgo presidencial presente.
Los resultados de esta alianza entre sociedad civil y partidos detonaron en recuperar espacios, como equilibrar la Cámara de Diputados y alcanzar algunas alcaldías de la Ciudad de México.
En un análisis aritmético, según datos del Instituto Nacional Electoral (INE), en 2018 el Partido Morena y sus aliados, actualizados a las alianzas de 2023, obtuvieron en la elección de diputaciones el 48.35% de los votos y la oposición obtuvo el 42.20%, mientras que Movimiento Ciudadano (MC) fue avalado por el 4.41% de la votación. Para 2021, la coalición entre Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) obtuvo en su conjunto el 42.76% de respaldo y la suma del PAN, PRI y PRD consiguió el 39.61%, y en el caso de MC el 7.01% de los sufragios.
Ahora bien, después de las elecciones de 2021, se adelantó el inicio de la carrera presidencial. Una oposición dividida y que no ha logrado grandes triunfos, vaivenes de algunos partidos y serias críticas desde el poder generaron la percepción de que no habría competencia. Las propias encuestas preelectorales indicaban que el triunfo de cualquier candidatura impulsada desde Morena y aliados garantizaría la continuidad del proyecto denominado Cuarta Transformación. Sin embargo, en junio pasado la senadora Xóchitl Gálvez acudió al Palacio Nacional con la orden de un juez para ejercer su derecho de réplica por algunas declaraciones realizadas por el presidente López Obrador y que, a su juicio, se trataban de afirmaciones falsas. No obstante, un grupo de simpatizantes afines al oficialismo le impidieron el acceso a la conferencia de prensa matutina, generando expectativa y el posicionamiento de Gálvez, que le permitió atraer la atención de cara a la sucesión presidencial.
Fue así como organizaciones sociales y grupos de la sociedad civil convocaron a los partidos PAN, PRI y PRD a iniciar el proceso de elecciones primarias y posicionarse en la construcción de una candidatura competitiva para las elecciones del 2 de junio de 2024. Se abre el proceso interno en el que, tomando en consideración las características inéditas sobre los tiempos adelantados, se determina el procedimiento para elegir a la persona responsable de la construcción del Frente Amplio por México (FAM).
A través de un Comité Organizador (CO) integrado por personas expertas en materia electoral y representaciones de cada uno de los partidos, se convocó a la ciudadanía y a las militancias para encabezar los trabajos de la coordinación del FAM. A partir de conocer a las personas aspirantes, se convocó abiertamente a mostrar los apoyos respectivos a cada una de las opciones a través de una plataforma digital, que pretendía conocer que cada aspirante pudiese contar con al menos 150.000 apoyos verificados, dispersos en la mayor cantidad de entidades federativas. Así, podría determinarse una lista de aspirantes más cercana y someter a las cuatro opciones que superaran la etapa de los apoyos tanto a los foros ciudadanos y a una encuesta nacional y llegar a tres finalistas, las mismas personas que el 3 de septiembre se someterían a una consulta derivada de la lista que previamente había mostrado sus apoyos. De manera simultánea, el CO aplicaría dos encuestas y ponderaría sus resultados al número de apoyos del primer domingo de septiembre.
Este complejo proceso, aseguran, blindaría la intromisión de intereses externos e incidir en la designación de la persona responsable del FAM. Al final, eran la priísta Beatriz Paredes Rangel, una política experimentada y de amplia trayectoria, y Xóchitl Gálvez Ruíz, una mujer de origen indígena que bajo las siglas del PAN y PRD ha ocupado el cargo de alcaldesa y senadora de la República y cuyo discurso disruptivo propició acaparar los reflectores de la opinión pública.
Finalmente, el PRI, partido al que pertenece la senadora Paredes, se pronunció por apoyar a Gálvez, situación que trajo como consecuencia la declinación de la aspirante priísta, erigiendo de facto a Xóchitl Gálvez como la virtual candidata de la oposición.
Por su parte, Claudia Sheinbaum Pardo ha destacado por su trayectoria académica y de liderazgo estudiantil en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue jefa delegacional en Tlalpan y desde 2018 hasta hace unas semanas dirigió la Ciudad de México. Se le reconoce la cercanía orgánica con el presidente López Obrador y representa, según ella misma afirma, la continuidad de las políticas del gobierno actual.
Su proceso de designación fue realizado a través del conjunto de varias encuestas, donde, con el previo recorrido que hicieron por el país, las personas aspirantes de Morena, PT y PVEM pudieron posicionarse entre la militancia de sus fuerzas políticas.
Desde este escenario puede observarse que México podría tener a la primera mujer como presidenta de la República, situación que debe destacarse. Hasta el momento las encuestas marcan una clara ventaja de la ex jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, y la pugna interna en Morena con el ex canciller Marcelo Ebrard pareciera no tener impacto en las preferencias. El movimiento de las encuestas podría verse destacado en la etapa de campañas, las alianzas estratégicas y los debates presidenciales, sin dejar de mencionar las campañas locales, que tienen su propia dinámica en el proceso electoral.
México vivirá una de las elecciones más polarizadas, donde no serán suficientes las militancias de las fuerzas políticas, donde habrá que salir a la calle y ganar el voto de quienes se sientan ajenos a la política, donde se evalúe si se opta por la continuidad o bien si la oposición se muestra incluyente y logra captar la suficiente cantidad de votos para aspirar a ganar.
Comienza apenas de manera formal el proceso electoral; sin embargo, los dados están echados desde varias semanas atrás.
Autor
Coordinador Nacional de Transparencia Electoral para México y Centroamérica. Posee un Master en Gobernanza, Marketing Político y Comunicación Estratégica por la Univ. Rey Juan Carlos (España). Profesor universitario.