El proceso soberanista catalán que se ha profundizado en los últimos meses mantiene conmocionada a la opinión pública internacional que se hamaca entre partidarios o detractores según se suceden los acontecimientos. Y en América Latina, la región del mundo más desacostumbrada a conflictos separatistas, el simple hecho de imaginar a la Madre Patria fracturada nos da vértigo.
En el mundo existen actualmente más de cincuenta conflictos separatistas. Algunos son impulsados por la extrema izquierda y otros por la extrema derecha, —para quienes estamos más acostumbrados a categorías políticas simplificados— que generalmente están combinados con motivos tribales, lingüísticos, étnicos o religiosos. Estas condicionantes son relativamente estables, pero en contacto con otras condiciones más dinámicas, como pueden ser las económicas, pueden llegar a generarse situaciones más o menos tensas.
Muchas veces se trata de nacionalismos impulsados por intereses económicos de ciertos sectores inconformes, que trasladan la política al campo emocional dejando muchas veces de lado el aspecto racional. Pero también existen casos de situaciones de discriminación y marginación en el reparto del poder político, de inequidad en la distribución de la riqueza o el simple sometimiento de un sector de la población por parte de otro. Ese fue el caso de Sudán de Sur, el ultimo país reconocido por Naciones Unidas, tras el referéndum en el año 2011.
Mas allá de opiniones, el mapa del mundo se ha transformado constantemente. Los movimientos de emancipación en América fueron la primer gran oleada de independentismos desde que existen los Estados-nación. Más tarde, en 1945, el año de su fundación, la ONU tenía apenas 49 miembros, y cinco décadas más tarde, en 1990 reconocía a 159 países. Actualmente el organismo agrupa a 193 Estados independientes, diez de ellos creados en los últimos 24 años.
Una vez finalizados los procesos de descolonización en África y la desintegración del bloque comunista y la antigua Yugoslavia, la creación de nuevos Estados se ha desacelerado. Sin embargo, algunos académicos sostienen que las transformaciones económicas, sociales y políticas como consecuencia de la «globalización» han disparado las tensiones secesionistas en las últimas décadas. Más allá de la tendencia, es claro que la violencia, como medio de buscar la independencia ha dado lugar a medios pacíficos como la celebración de referéndums como fue el caso de Quebec o Escocia.
Gran parte de los movimientos separatistas en Europa, África y Asia son de carácter étnico, debido a la diversidad de pueblos, lenguas y religiones dentro de un mismo país. Sin embargo, en América Latina, el mestizaje y la relativa homogeneidad lingüística y religiosa, como producto del proceso colonizador, generaron sociedades menos diversas, por ende menos proclives a fracturarse.
Las fronteras en América no han sufrido cambios desde 1903 cuando Panamá se separó de Colombia, sin embargo, siempre han existido pequeños movimientos separatistas. Uno de ellos es el de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, la región más rica del país. Allí, un pequeño sector de las élites blancas promovieron el secesionismo, luego de que Evo Morales, de origen aymara, fuera elegido presidente. Un ejemplo aún menos relevante es el movimiento en Zulia en Venezuela, región que concentra gran parte de la riqueza petrolera del país, donde algunos grupos desconformes con el chavismo llegaron a reclamar un referéndum de independencia. Otros casos son el separatismo en Guayaquil, el mayor puerto de Ecuador, o el movimiento São Paulo Livre (SPL), la organización más notoria de Brasil, cuyo objetivo es la independencia de la ciudad que acumula la tercera parte de la riqueza del país.
Queda claro que el aspecto económico en sí mismo es un móvil suficiente como para generar movilizaciones. Sin embargo, los movimientos separatistas en América Latina carece de caracterizaciones profundas que puedan movilizar a grandes sectores de la sociedad. Por lo tanto, parece muy probable que de momento la configuración de la región se mantenga intacta. Pero lo que no hay que olvidar, es que desde que existen los Estados, el mapa global no ha dejado de redibujarse, y probablemente nunca lo hará.
Foto de gui.tavares en Trend hype / CC BY-NC-SA
Autor
Periodista, Máster en Periodismo de la Universidad de Barcelona y en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Complutense de Madrid.