Comencemos por imaginar una situación que para muchos hermanos latinoamericanos parece ser ajena y extraña, y aceptar que nadie tiene nada asegurado al cien por ciento. A pesar de que varios lectores de Latinoamerica21 no son o han sido migrantes, muchos sí lo son o han sido y podrán entender la esencia de lo que les compartiré en este post. Entonces para el ejercicio a continuación, hagamos el esfuerzo de estimular la imaginación cerrando los ojos para eliminar cualquier distracción que aparezca en el campo visual.
Imagine usted que estalla una fuerte crisis social en el país en el que vive. Para fines de este ejercicio no es necesario especificar qué hay detrás de esta crisis. Puede ser un conflicto bélico, ideológico, una profunda recesión económica, una persecución religiosa, una epidemia… algo que, en palabras más o palabras menos, le quita no solo el techo, sino también el suelo y todo lo que hay en medio: trabajo, casa, un hogar, incluso su lugar en este mundo.
No existe otra alternativa que cambiar radicalmente la vida y, posiblemente de la noche a la mañana, convertirse en un fugitivo profesional. Usted no ha cometido ningún crimen, pero clama inocencia en algún otro lugar en este mundo donde ahora será visto como un forastero, desde la óptica de aquellos que se consideran como establecidos, como usted alguna vez lo era semanas o meses atrás.
el número de venezolanos que residieron fuera del país aumentó de alrededor de 50.000 a mitad de los noventa a 1.2 millones en 2013
El número exacto no está claro, pero es indiscutible que muchos venezolanos están huyendo de la profunda crisis política y económica que, a su vez, se está transformando en una crisis humanitaria. No obstante, la salida de estos de la República Bolivariana no es reciente ni consecuencia de la actual crisis. Durante el gobierno de Hugo Chávez (1999-2013) decenas de miles ya habían emigrado del país. Los datos oficiales disponibles de inmigración indican que el número de venezolanos que residieron fuera del país aumentó de alrededor de 50.000 a mitad de los noventa a 1.2 millones en 2013. Los principales destinos fueron Estados Unidos, Colombia, México y Panamá, y el grueso de esta población migrante eran personas altamente cualificadas —entre ellos ingenieros petroleros y profesionales de la salud—.
No hay datos ni estudios oficiales del número de venezolanos que han abandonado el país desde entonces, pero otras estimaciones sugieren que la salida de la población se ha intensificado rápidamente, con hasta 2 millones viviendo en el extranjero. Esta población equivaldría al 6% del total de la población venezolana. Datos del Servicio de Inmigración de Estados Unidos corroboran que el número de peticiones de asilo se han multiplicado por siete en los últimos tres años, y en la misma Venezuela los medios locales han informado un incremento estrepitoso de solicitudes de pasaportes en 2016 y 2017. Algunos sondeos mencionan que entre 2 y 3 millones de venezolanos solicitaron nuevos pasaportes en 2017, mientras que el gobierno emitió solamente 300.000.
La recesión económica es cada vez más profunda y una inflación de tres dígitos está destruyendo rápidamente todo aquello que alguna vez tuvo valor. Y no bastando con eso, la escasez crónica de alimentos y medicinas está exacerbando la desesperación, haciendo que mucha gente abandone el país, incluso sin documentación oficial y pagando grandes cantidades a intermediarios para que los saquen.
La emigración que se originó durante la era Chávez consistió principalmente en profesionales de clase media con medios financieros propios para subsistir en el extranjero. Sin embargo, los migrantes de ahora son gente de la clase trabajadora poco calificada y poco educada, quienes, en lugar de emigrar a Estados Unidos, Europa u otros países latinoamericanos, huyen principalmente hacia países caribeños cercanos, entre los que destacan Aruba, Curazao y Trinidad y Tobago. Dado que muchos de estos países caribeños carecen de capacidad financiera y física para atender a un gran número de llegados de Venezuela, el empeoramiento de la crisis en la que alguna vez fue la potencia petrolera de América Latina continuará ejerciendo una presión cada vez mayor sobre los servicios internos, el desempleo y la población en general de estos pequeños países.
Pero esta situación no solo está poniendo presión sobre los países caribeños. Brasil y Colombia también están sintiendo la tensión. En Brasil, muchos venezolanos han cruzado al estado de Roraima, donde el Alto Comisionado de las Nacionales Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha informado que los refugios que mantiene ahí albergan actualmente a 6.000 venezolanos y que 5.000 más se encuentran en lista de espera. Muchos de estos refugiados cruzan la frontera con Roraima para buscar desesperadamente atención médica u hospitalización. Por su parte, el Hospital General de dicha localidad ha declarado que el número de venezolanos tratados durante 2016 aumentó tres veces y que alrededor del 80% de los pacientes en el hospital de Pacaraima, cerca de la frontera, son de nacionalidad venezolana.
El hecho de que la ley brasileña permita, a personas que han presentado una solicitud de asilo, permanecer en el país, ha sido muy atractivo para la migración de venezolanos. No obstante, las autoridades brasileñas han indicado que se encuentran elaborando un plan de contingencia para hacer frente a una posible afluencia masiva de refugiados, en caso de que la situación siga agravándose.
Colombia también siente la tensión. El Servicio Nacional de Inmigración ha publicado que unos 140.000 venezolanos viven actualmente en Colombia. Sin embargo, con el número de venezolanos que cruza la frontera, superando enormemente la cantidad que regresa al país, la población de venezolanos está aumentando rápidamente. La ciudad fronteriza de Cúcuta está siendo la más afectada y la cuerda se está tensando en los servicios de salud y vivienda, lo que ha hecho que también las autoridades colombianas estén organizando planes de contingencia para hacer frente a la posible llegada de más refugiados.
A pesar de la creciente tensión que está generando la crisis de Venezuela tanto dentro como fuera de sus fronteras, es muy probable que se desvanezcan todas las esperanzas de que esta situación pueda impulsar a la región a tomar una línea más firme y unificada hacia el régimen de Nicolás Maduro. Así mismo, es muy posible que la respuesta de política latinoamericana siga siendo reactiva, en lugar de ser proactiva, y que se vaya implementando país por país, alargando así la agonía de los venezolanos que tanto dentro como fuera de las fronteras de su país han perdido el techo y el suelo, por lo que se han convertido en fugitivos sin haberlo deseado.
Foto por Agência Amazônia Real on Trend Hype / CC BY
Autor
Economista. Analista de mercados e inversiones sostenibles en Dow Jones. Postgrado en Economía y Negocios Internacionales en la Facultad de Economía de la Hochschule Schmalkalden (Alemania).