En Brasil, el expresidente Lula da Silva fue condenado recientemente a nueve años y medio de prisión por corrupción. A su vez, el actual presidente, Michel Temer, compra votos descaradamente en el Congreso para evitar ser juzgado por corrupción.
En Perú, el expresidente Ollanta Humala y su esposa acompañan en prisión a otro expresidente, Alberto Fujimori. Mientras tanto, un tercer expresidente, Alejandro Toledo, permanece prófugo en EE. UU., y el cuarto, Alan García, está siendo investigado. Todos por corrupción.
En Guatemala, el expresidente Otto Pérez Molina está tras las rejas acompañado de su vice, Roxana Baldetti. Ambos se hallan presos por integrar la mayor trama de corrupción desarticulada en la historia del país. Ricardo Martinelli, expresidente de Panamá, fue detenido, por su parte, el mes pasado en Miami. Probablemente será extraditado a su país donde es acusado de malversación de fondos.
En El Salvador, el expresidente entre 1999 y 2004, Francisco Flores, falleció el año pasado mientras cumplía una condena en prisión domiciliaria tras ser condenado por defraudar unos 15 millones de dólares de donaciones del Gobierno de Taiwán. A su vez, Elías Antonio Saca, quien le sustituyó en el cargo, fue detenido en octubre del 2016, también por corrupción.
En Argentina, Cristina Kirchner, la expresidenta, ha sido procesada por corrupción en diferentes causas, una de ellas junto a sus hijos. Por su parte, el expresidente de Honduras, Rafael Callejas, se declaró culpable de participar en una trama de sobornos en la Concacaf cuando dirigía el futbol de su país.
Y en México, una de las “mecas” de la corrupción, si bien el presidente Enrique Peña Nieto permanece intacto hasta el momento, se encuentra en el centro de un huracán que afecta a 16 exgobernadores, entre investigados, presos, procesados o prófugos. También su propia esposa, quien se vio envuelta en un escándalo por la compra de una mansión a un contratista del Gobierno.
Del párrafo anterior parecería quedar claro que la corrupción es un problema en la región. Ya sean de izquierda o de derecha, conservadores o liberales, los políticos son abrazados por la corrupción que carcome los sistemas a lo largo y ancho de América Latina. Pero más allá de esta obvia deducción, si se analiza el grupo de países que aparece en la lista, se puede extraer más información.
Quizás sea por pura coincidencia, pero ninguno de ellos ocupa los puestos extremos del ranking del Índice de Percepción de Corrupción 2016, de Transparencia Internacional. Ni los menos ni los más corruptos. Ni los primeros tres lugares ocupados por Uruguay, Chile y Costa Rica, ni los últimos tres ocupados por Paraguay, Nicaragua y Venezuela.
Ninguno de los países más corruptos se encuentra entre los nombrados en el párrafo inicial
En el extremo de los menos corruptos parece bastante obvio el porqué estos países, que se encuentran a una distancia de 40 puestos del grupo de los países del medio —dentro del ranking internacional que considera 176 países—, no aparecen en la lista. Pero lo que es menos claro es que ninguno de los más corruptos se hallan entre los nombrados en el párrafo inicial.
Quizás la explicación pueda encontrarse en otra correlación, pues ninguno de los países cuyos presidentes han sido implicados en casos de corrupción, se encuentran en los extremos de otro ranking: el de independencia del sistema judicial 2015-2016, realizado por el Foro Económico Mundial. Y es que “la independencia del Poder Judicial está determinada por la capacidad de tomar decisiones conforme a la ley y no basándose en factores políticos externos o internos”, afirmó Carlos Scartascini en el artículo Crimen y castigo: la independencia judicial en América Latina, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Esta nueva correlación se traduce en que el grupo de países más transparentes cuenta con sistemas judiciales más fuertes e independientes que inhiben tentaciones. A su vez, los países que pertenecen al grupo del medio en el ranking de corrupción cuentan con sistemas judiciales que van desde sistemas relativamente independientes hasta otros considerados frágiles. Sistemas débiles pero que han logrado juzgar a sus líderes por diferentes vías. Algunos, por sus propios medios. Otros, impulsados por investigaciones internacionales como el caso Odebrecht, que fue llevado adelante por el Departamento de Justicia de Estados Unidos. Y otros, gracias al establecimiento de órganos independientes de carácter internacional en el país, como es el caso de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). Su finalidad es apoyar a las instituciones del Estado en la investigación y persecución penal en casos complejos, además del fortalecimiento de las instituciones judiciales.
Por último, podría deducirse que los países que ocupan los últimos puestos en el ranking de corrupción están tan socavados que los propios sistemas judiciales hacen parte de las tramas ilegales.
En Venezuela, el país que ocupa el último puesto, tanto en el ranking de corrupción como en el de independencia del sistema judicial, “el poder ejecutivo es dueño y señor del control de las instituciones, con excepción ahora del Parlamento”, argumenta Alejandro Salas, director para América Latina de la ONG Transparencia Internacional. Tanto en Venezuela como en Nicaragua, que le acompaña en el fondo de ambas tablas, no solo la impunidad es total, sino que en los últimos años los Gobiernos elegidos democráticamente se han convertido en regímenes autoritarios antidemocráticos.
Ranking mundial, “Índice de Percepción de Corrupción 2016”, Transparencia Internacional
Uruguay (21°), Chile (24°), Costa Rica (41°), Cuba (60°), Brasil (79°), Panamá (87°), Colombia (90°), Argentina (95°), El Salvador (95°), Perú (101°), Bolivia (113°), Ecuador (120°), Rep. Dominicana (120°), Honduras (123°), México (123°), Paraguay (123°), Guatemala (136°), Nicaragua (145°), Haití (159°), Venezuela (166°)
Ranking mundial, “Independencia del Sistema judicial 2015-2016”, Foro Económico Mundial
Uruguay (20°), Chile (30°), Costa Rica (31°), El Salvador (90°), Brasil (91°), Honduras (94°), México (100°), Guatemala (105°), Perú (112°), Colombia (114°), Haití (118°), Panamá (119°), R. Dominicana (124°), Bolivia (126°), Argentina (129°), Ecuador (133°), Paraguay (137°), Nicaragua (138°), Venezuela (140°)
Foto de Thomas Flores en Trend Hype / CC BY-NC-SA
Autor
Periodista, Máster en Periodismo de la Universidad de Barcelona y en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Complutense de Madrid.