Una región, todas las voces

Los recortes en las previsiones auguran nubarrones en Latinoamérica

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“América Latina y el Caribe mantiene una trayectoria de moderado crecimiento y su economía se expandirá 1,5% en 2018, a pesar de incertidumbres externas”. Así se titula el más reciente estudio publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). El moderado crecimiento al que se refiere el estudio representa un hachazo de siete décimas en comparación con el 2,2% previsto en el mes de abril. Esto significaría que la economía de Latinoamérica crecerá este año casi al mismo ritmo que el año pasado.  

De acuerdo con el estudio, el recorte se debe principalmente a la notable reducción a la baja de sus proyecciones para América del Sur, que pasó del 2% al 1,2%, y al ligero ajuste para México y América Central, que crecerían alrededor del 2,5%. Por el contrario, la previsión de crecimiento para los países del Caribe mejoró ligeramente respecto al reporte anterior y crecerán un 1,7%. Por países, las economías que sufrieron los mayores recortes fueron Argentina (de un 2,5% a una contracción de 0,3%), Brasil (de 2,2% a 1,6%), Ecuador (de 2,0% a 1,5%), Uruguay (de 3,0% a un 2,3%) y Venezuela (de una contracción del 8,5% a un 12,0%). Mientras, en Centroamérica el país más afectado fue Nicaragua (de 5,0% al 0,5%) por el impacto de la crisis política. 

La recuperación económica en Latinoamérica está siendo más lenta de lo esperado, debido a la complicada situación política en ciertos países»

La recuperación económica en Latinoamérica está siendo más lenta de lo esperado, debido a la complicada situación política en ciertos países. Tras los comicios presidenciales en Colombia, Iván Duque ha reiterado que su programa de gobierno girará en torno a los principios de legalidad, iniciativa empresarial y equidad, pero tiene el gran desafío de unificar a una sociedad fuertemente polarizada y luchar contra la corrupción y el crimen organizado. En México, Andrés Manuel López Obrador enfrenta una fuerte crisis de seguridad, pero promete solucionarla enfrentando la pobreza y la corrupción. Si bien se respira cierta esperanza, no hay garantías del éxito de su enfoque. En Brasil, por otra parte, la carrera electoral hacia octubre está abierta. El Partido dos Trabalhadores (PT) ha nombrado como candidato al expresidente Lula da Silva, quien lleva adelante la campaña electoral desde la cárcel, donde se encuentra recluido por corrupción. De momento, las encuestas favorecen a Lula, seguido de Jair Bolsonaro; sin embargo, la participación del expresidente en las elecciones será resuelta por la Suprema Corte a mediados de septiembre. Pero más allá de los resultados electorales, la incertidumbre política está impactando en la economía brasileña. Y en Venezuela, Nicolás Maduro anunció recientemente un nuevo plan de recuperación económica que es más de lo mismo, más allá de que el Gobierno ha reconocido finalmente su papel en la hiperinflación. 

En el plano geopolítico, los conflictos comerciales entre las grandes potencias, la caída en los flujos de capital en los mercados emergentes y una subida en los niveles de riesgo soberano, acompañado del debilitamiento de las monedas de los emergentes frente al dólar, está debilitando el crecimiento regional.  

En este marco, y a pesar de que la Cepal ha intentado “suavizar” el mensaje negativo sobre el crecimiento de la región, el hachazo en sus previsiones de crecimiento —lo que sugiere que la economía está perdiendo dinamismo—, aunado a un entorno político y geopolítico complejo, nos hacen pensar que las economías de la región no lo tienen fácil para lo que resta del año y para el que viene.

El impacto de la delincuencia organizada en América Latina

América Latina es una de las regiones más afectadas por el crimen organizado en el mundo. El poder económico y la influencia de los grupos delictivos que se amplían con la corrupción socava la autoridad del Estado y el Estado de derecho, causa enormes daños a la economía y aumenta los índices de violencia. Como consecuencia, en los últimos años la región “se ha convertido en una de las regiones más violentas del mundo”, indicó el informe El crimen organizado en América Latina: manifestaciones, facilitadores y reacciones, compilado por Carolina Sampó y Valeska Troncoso.

El crimen organizado en Latinoamérica tiende a ser vinculado exclusivamente con el narcotráfico. Sin embargo, más allá del tráfico de drogas, el crimen se manifiesta de múltiples formas, como el tráfico de personas, de armas, municiones y explosivos, de recursos naturales, el contrabando y el blanqueo de capitales que se complementa con el resto de los ilícitos. De hecho, el lavado de dinero es la actividad ilegal con mayor poderío económico a escala mundial, lo cual la transforma en el principal motor financiero de las organizaciones criminales. Según un informe del Grupo de Acción Financiero Internacional (GAFI), las dimensiones del lavado de dinero son extremadamente difíciles de cuantificar, en parte, porque pueden venir del desarrollo de actividades ilegales que en muchas situaciones tienen apariencia legal. Sin embargo, se estima que el dinero que mueve la delincuencia organizada podría llegar a representar el 5% del producto interno bruto (PIB), de América Latina.

El dinero ilícito tiende a integrarse a la estructura financiera y económica de un país por medio del lavado de dinero, lo que perjudica el desarrollo y a los mismos sectores financieros y empresariales”

“El dinero ilícito tiende a integrarse a la estructura financiera y económica de un país por medio del lavado de dinero, lo que perjudica el desarrollo y a los mismos sectores financieros y empresariales”, afirma el artículo Impacto de la delincuencia organizada en la economía mundial, publicado en el portal Antilavadodedinero.com. Pero el blanqueo también deteriora la imagen del país, lo cual termina afectando a las inversiones financieras. Otra de las consecuencias que genera la delincuencia son el deterioro social, lo que, a su vez, fomenta el surgimiento de nuevas actividades ilegales y la creación de una infraestructura criminal que permite el desarrollo de otras actividades ilegales, que fortalece aún más a las estructuras delictivas.

América Latina se ha visto particularmente afectada por el crimen organizado hasta el punto de que México, Honduras, Guatemala, Venezuela, El Salvador y Colombia se encuentran entre los 13 países con mayor delincuencia organizada en el mundo, según el informe del grupo de investigación de datos, Verisk Maplecroft. En el extremo opuesto, los países de la región menos afectados por este flagelo son Chile, Cuba y Uruguay.

Uno de los aspectos críticos de la persecución de la delincuencia organizada es la dificultad para detenerla. De hecho, los sistemas penales evidencian cierta distorsión estructural, debido a que se castiga con mucha más eficiencia a los delincuentes subalternos y no a las cabezas de las organizaciones, lo cual, según el informe, “fortalece la imagen estereotipada de un delincuente pobre o violento, dejando con lentitud y burocracia a los altos delincuentes organizados”. Por otro lado, el sector gubernamental también se ve afectado, debido a las presiones y amenazas a sus funcionarios para que colaboren con la delincuencia organizado, al igual que el sector privado que se ve expuesto a la extorsión.

Las consecuencias del crimen organizado afectan a los Estados más débiles y sus sociedades. El magistrado Alejandro Rebolledo, especialista en antilavado, quien fue citado en el informe, afirmó que “en muchas casos la delincuencia organizada está beneficiando directamente al sistema financiero de los países” e incluso a ciertos paraísos fiscales que hacen la vista gorda. Por ello, mientras los países no logren fortalecer sus instituciones, seguirán siendo un atractivo para la delincuencia organizada.

Los riesgos de la financiación política en América Latina

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El financiamiento regulado de los partidos políticos es un aspecto central para el buen funcionamiento de la democracia y de los procesos electorales. Esto no solo minimiza la dependencia de los partidos de los aportes privados que pudiesen derivar en intercambios de favores, sino que permite mantener cierta equidad en la competencia electoral. Sin embargo, la falta de control en la financiación privada amenaza la viabilidad de los sistemas democráticos en una región marcada por la desigualdades distributivas que, de por sí, han creado sesgos en los procesos democráticos.

Para evitar esta amenaza, existe en toda América Latina, con excepción de Bolivia y Venezuela tras las reformas de 2009 y 1999, la modalidad de financiamiento público de los partidos. Pero el aporte del Estado, ya sea de forma directa o indirecta, no es suficiente para financiar el sistema. Por ello, “la mayoría de los países de la región adoptan sistemas mixtos de financiamiento que combinan el financiamiento público y el privado”, afirmó Delia Ferreira Rubio, presidenta de Transparencia Internacional, en su artículo Los sistemas de financiamiento político en América Latina: principales tendencias, publicado en la página web reformaspoliticas.org.

Desde el retorno a la democracia, la mayoría de los países de la región han sufrido casos de corrupción vinculados al financiamiento de la política»

Sin embargo, a pesar de que en ciertos países las financiaciones públicas son considerables desde el retorno a la democracia, la mayoría de los países de la región han sufrido casos de corrupción vinculados al financiamiento de la política, debido a la ausencia de una regulación efectiva. Si bien el financiamiento privado es indispensable, también tiene sus riesgos, como la utilización de dinero proveniente de actividades delictivas para fines políticos. En países como México, Colombia, Brasil o los países centroamericanos, amenazados por el narcotráfico y el crimen organizado, el financiamiento de campañas para comprar impunidad es el principal riesgo. De hecho, aunque las contribuciones privadas no provengan de fuentes dudosas, igualmente pueden comprometer los procesos democráticos, debido no solo a su gran capacidad de influencia, sino también a la percepción pública que estas generan.

Estos escándalos “han hecho tambalear Gobiernos, al tiempo que han debilitado a los partidos políticos y erosionado la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas”, afirmó el director para América Latina y el Caribe, de IDEA Internacional, Daniel Zovatto, en su artículo Reflexiones en torno a las reformas de la financiación política en América Latina. Y por ello el financiamiento de la actividad política se encuentra en el centro de la agenda pública en la mayoría de los países latinoamericanos.

Regular adecuadamente el financiamiento político es de vital importancia para mejorar la calidad de la democracia. Con este fin, o como simple apariencia, en las últimas dos décadas la mayoría de los países han llevado adelante reformas y regulaciones que, sin embargo, en gran parte de los casos no han eliminado definitivamente los problemas. Esto se debe, entre otros factores, a la disputa de intereses, a problemas de diseño y ejecución, o a que a medida que se crean nuevas reglas, las redes corruptas encuentran nuevas formas de evasión para mantener su influencia.

Las democracias latinoamericanas enfrentan grandes desafíos en cuanto a la relación entre el dinero y la política. Por ello, es fundamental que partidos políticos, legisladores, organismos electorales y organizaciones de la sociedad civil trabajen en conjunto para garantizar la transparencia sobre el origen y destino de los montos, con el fin de mantener el equilibrio entre los partidos y ayudar a prevenir potenciales conflictos de interés. Y para alcanzar dicho objetivo, señaló Ferreira, el “elemento esencial de todo sistema de financiamiento es el grado de transparencia y rendición de cuentas que este garantice”.

Nicaragua: la crisis de un régimen patrimonial

Hace dos años nadie sospechaba que Daniel Ortega pudiera perder una contienda electoral ni que su gobierno pudiese sufrir una crisis como la que ha habido desde mediados de abril de 2018. De todas formas, los resultados de las elecciones de noviembre de 2016, en las que el FSLN y Daniel Ortega ganaron con la abrumadora cifra del 72%, no tenían ningún tipo de significación, pues se trataba de unas elecciones propias de un “régimen electoral autoritario”, parafraseando el concepto acuñado por Adreas Schedler.

Cuando se celebraron dichos comicios, ya se había conseguido eliminar en Nicaragua la incertidumbre electoral por un proceso de ingeniería institucional que empezó hace más de una década. Los cambios (formales e informales) que había ido sufriendo el sistema electoral nicaragüense desde 2007 neutralizaron la naturaleza competitiva y representativa del régimen. Sin duda, parte de la dramática crisis que hoy vive el país es culpa de este proceso de des-democratización, ya que al no permitir una oposición organizada y con voz en las instituciones, cualquier protesta surgida en estos años no se ha podido canalizar dentro del sistema hasta que el descontento acumulado ha estallado ferozmente en la calle y ha puesto al mismo régimen en cuestionamiento.

Las protestas de abril son fruto de la acumulación de agravios de diverso tipo: sociales, económicos, ambientales y, sobre todo, políticos»

Salvador Martí i Puig

Las protestas de abril son fruto de la acumulación de agravios de diverso tipo: sociales, económicos, ambientales y, sobre todo, políticos. Se puede afirmar que, en especial, se protesta contra un estilo de liderazgo que recrea la tradición política del caudillismo patrimonialista, que en Nicaragua tiene su esplendor en el régimen somocista. En este sentido, Daniel Ortega recuperó en 2007 elementos de continuidad con el somocismo al concentrar una gran cantidad de recursos públicos y privados en manos de su entorno familiar y de sus allegados, y desde hace tres meses también ha emulado del citado régimen su respuesta a cualquier tipo de disidencia con una represión desproporcionada. El caso es que, a tres meses del estallido de las protestas, la respuesta violenta del Gobierno ha segado más de 300 vidas.

Esta crisis también ha hecho estallar por los aires la alianza que Ortega construyó con la gran empresa y con un sector de la Iglesia católica. Es cierto que la entente del régimen con la élite económica ya estaba languideciendo, pues la crisis de Venezuela había supuesto una pérdida importante de riqueza disponible para el Gobierno y, con ello, era cada vez más difícil seguir ofreciendo recursos con los que cooptar y fidelizarla.

No es baladí señalar que, durante la última década, la economía nicaragüense creció de forma significativa en términos de producción agropecuaria, y una parte de dicha producción se colocó a precios preferenciales en el mercado venezolano. Entre los grandes beneficiados de esta expansión estaban los grupos empresariales vinculados a la élite económica tradicional (donde puede ubicarse la patronal del Cosep) gracias a su relación privilegiada (y amistosa) con el Gobierno. Con el cambio de coyuntura internacional primero, y con la crisis política interna después, estos grupos están percibiendo que su proximidad con Ortega ya no solo no es tan rentable, sino que puede ser un lastre.

Pero más allá de la protesta contra el régimen, la oposición no tiene un discurso ni un proyecto definido. Se trata de una amplia coalición que se sostiene por su oposición al régimen y con muy poca cohesión. De los discursos, llamados y manifiestos que hasta ahora han salido a la luz se constata que hay una gran pluralidad de sensibilidades ideológicas y políticas entre quienes han salido a la calle a protestar, ya que en las movilizaciones se juntaron sandinistas que hasta hace muy poco se calificaban de danielistas, antidanielistas adscritos al movimiento de renovación y/o de rescate sandinista, y antisandinistas para quienes la Iglesia católica tradicional es su único referente moral y político.

Otra cuestión que debe tenerse en cuenta es que esta crisis no va a revitalizar los viejos partidos tradicionales ni va a crear necesariamente nuevas formaciones políticas. Una cosa es la protesta en la calle, y otra muy diferente, la competición en la arena electoral, ya sea en unas elecciones anticipadas (que es una de las demandas de la oposición a Ortega) o en los comicios previstos institucionalmente en cuatro años. La regeneración de la vida política nicaragüense no pasa soplo por organizar unas nuevas elecciones y por votar. Para que se reactive la vida partidaria y las formaciones compitan electoralmente en comicios democráticos es preciso un largo camino. El proceso de des-democratización llevado a cabo a lo largo de la última década no solo ha desbaratado a la administración electoral, sino que también ha descompuesto y viciado toda la vida partidaria. No será fácil ni rápido recuperar la confianza en la institucionalidad electoral ni en las formaciones políticas. Sin embargo, la crisis que está experimentando hoy Nicaragua sí puede suponer (cuando haya nuevas elecciones libres) un proceso de realineamiento electoral o incluso la aparición de un nuevo clivaje, o la resignificación de los ya existentes.

Pero es prematuro hablar de elecciones, de salidas negociadas y de pacificación. Nadie sabe cuándo ni cómo va a remitir esta crisis y es preciso ser consciente de que la razón por la que Ortega se mantiene en el poder es por su control sobre los cuerpos armados (Ejército, policía y fuerzas de choque), la disposición de recursos económicos con los que sostener la administración del Estado, el potencial de amenaza que aún dispone para cooptar a los actores sociales y económicos que dudan (y calculan) si es mejor mantener lealtad al régimen o distanciarse de él, y la no intromisión de la comunidad internacional en la crisis política y humanitaria que padece el país. Si en un principio parecía que el desenlace podía ser rápido (a través de un diálogo de las partes), hoy todo indica que hay un empantanamiento que puede alargar y cronificar la crisis. Ahora parece que el tiempo juega a favor de Ortega, debido a la pluralidad de voces e intereses que reina entre los que protestan y por lo costoso que supone sostener un pulso al poder sin organización, liderazgo ni recursos. De todas formas, la historia nos muestra repetidamente que a veces los desenlaces de largas y aparatosas crisis se resuelven en cuestión de horas.


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Repunte de las exportaciones latinoamericanas

Luego de cuatro años de contracción, el año pasado el comercio de bienes en América Latina y el Caribe volvió a crecer. Las exportaciones de la región aumentaron en 2017 un 12,8%, superando el crecimiento promedio mundial, y en el primer trimestre de este año han seguido la tendencia con un incremento del 10,9% frente al mismo período del año anterior. Las importaciones, por otra parte, se acrecentaron un 8,7%, a un menor ritmo que la tendencia mundial, según los datos publicados en el “Boletín estadístico de comercio exterior de bienes en América Latina y el Caribe”, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

El crecimiento del valor de las exportaciones se debió en gran medida al aumento de los precios de los commodities producidos en la región, particularmente el petróleo y los minerales. Como ejemplo, los precios del aluminio, el cobre, el plomo, el mineral de hierro o el zinc crecieron más de un 25%, mientras que el oro y la plata se mantuvieron estables. En cuanto a los productos agrícolas, la tendencia en los precios fue irregular con un gran incremento en el caso de las semillas oleaginosas y los aceites alimenticios, y una disminución en el del café, el azúcar, el trigo y el cacao.

Uno de los aspectos por destacar es la tendencia opuesta de los flujos comerciales de la región con EE. UU. y China

A pesar del gran superávit de Brasil y Venezuela, y en menor medida de Chile y Perú, al finalizar el año, el superávit regional fue apenas superior al 0,2%. Hacia la segunda mitad del año la balanza comercial regional fue negativa por un fuerte aumento de las importaciones en México, Argentina y Colombia. Uno de los aspectos por destacar es la tendencia opuesta de los flujos comerciales de la región con EE. UU. y China. La relación comercial con China, que se lleva la décima parte de los productos latinoamericanos, presenta un enorme déficit de 107.000 millones de dólares. Mientras, el comercio con el vecino del norte, que se lleva cerca del 45% de las exportaciones regionales, presenta un abultado superávit de 116.000 millones de dólares. La mitad de este superávit se debe al comercio con México (dentro del TLCAN).

La gran influencia de México en el superávit regional con EE. UU. se debe a que el país norteño es, con diferencia, la gran potencia comercial de la región, ya que representa más del 40% tanto de las exportaciones como de las importaciones latinoamericanas. De lejos le sigue Brasil, que representa poco más de un quinto de las exportaciones y solamente el 15% de las importaciones regionales. En esta comparativa, las regiones que salen peor paradas son Centroamérica y el Cribe, pues, en conjunto, ambas importan el doble de lo que exportan.

En cuanto al comercio intrarregional, según el informe de la Cepal, el crecimiento en el 2017 fue del 10,4%. Pero aunque en términos absolutos el intercambio creció en comparación con el año anterior, la participación de la región en el comercio total sigue disminuyendo y se ubica en apenas el 16%, o 21,7% si se excluye a México. Este es probablemente el aspecto negativo más relevante por el papel fundamental del comercio intrarregional en el desarrollo de las cadenas de valor de los países latinoamericanos.

¿Por qué el FMI reduce la proyección del crecimiento de A. L.?

La guerra comercial que empezó el presidente Donald Trump contra sus principales socios está amenazando el crecimiento de la economía global. Sin embargo, son varios los factores, tanto endógenos como exógenos, que han llevado a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya revisado a la baja sus predicciones de crecimiento económico para América Latina. Tras la perspectiva alcista del mes de abril, que reforzó el optimismo en la economía, el organismo acaba de reducir los pronósticos de crecimiento para este año en cuatro décimas, a apenas el 1,6%. ¿Cuáles son los factores que están frenando la economía latinoamericana?

De momento, el riesgo de una escalada de las tensiones comerciales que afecte además la confianza de los inversores y los precios de los activos es solo una amenaza para la mayor parte de la región. Únicamente México, la segunda economía de la región, se está viendo directamente afectado por la revisión del TLCAN por la administración Trump. Según el FMI, para este año, México cumplirá las expectativas de crecimiento, pero para 2019 crecerá tres décimas menos de lo anticipado en abril, la mayor reducción prevista por el organismo. Esta cifra, sin embargo, podría reducirse aún más si los países del bloque comercial no llegan a un acuerdo, teniendo en cuenta la absoluta dependencia económica mexicana.

Para el conjunto de economías de mercados emergentes, las revisiones al alza y a la baja se compensaron en gran medida entre sí”

Otro aspecto exógeno que afecta directamente a las economías regionales es la variación en el precio del petróleo. En este caso, según el informe, las reducciones en el suministro, donde se destaca la decadencia de la industria venezolana y las tensiones geopolíticas tras la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, han disparado los precios del petróleo. Esto, si bien beneficia a los países exportadores del hidrocarburo, está perjudicando a los importadores. Sin embargo, según el estudio del FMI, “para el conjunto de economías de mercados emergentes, las revisiones al alza y a la baja se compensaron en gran medida entre sí”.

La política de la Reserva Federal estadounidense es otro factor que afecta los desarrollos financieros a escala global y puede conducir a profundas crisis. La subida de las tasas de interés en abril hizo que los inversores comenzaran a abandonar los mercados emergentes y trasladaran sus capitales a EE. UU., lo que apreció el valor del dólar. Esta restricción de las condiciones financieras hizo que en Argentina hubiera fuertes turbulencias que forzaron al Gobierno a solicitar un crédito de 50.000 millones de dólares al FMI. México, por su parte, tras el aumento de la presión sobre el peso, optó por endurecer aún más su política monetaria con nuevas subidas en la tasa de interés.

Por otro lado, factores internos como las transiciones políticas en Brasil y México, las dos potencias regionales, están frenando el crecimiento económico. En el país norteamericano, la inquietud que despertaba el candidato de izquierda, López Obrador, se ha disipado tras las elecciones, y los mercados han reaccionado positivamente. Sin embargo, en Brasil, donde Lula da Silva, a pesar de estar encarcelado, lidera las encuestas de opinión, las perspectivas a futuro son inciertas. Esto ha llevado a que las proyecciones de crecimiento para el país más grande de la región se redujeran medio punto desde el mes de abril cuando fuera encarcelado el expresidente.

Una infinidad de factores afectan el buen o el mal desempeño de una economía, y la alteración de algunos de estos pueden transformar rápidamente las perspectivas futuras. Muchos de estos factores son endógenos y dependen de las condiciones y actuaciones de los propios países. Pero en una economía cada vez más globalizada, los países en desarrollo, como los latinoamericanos, estarán cada vez más expuestos a factores externos sobre los que no podrán intervenir. Al menos de forma directa.

La inversión se asoma, pero las previsiones no acompañan

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Luego de seis años de estancamiento, en 2017 la inversión extranjera directa (IED) en Latinoamérica volvió con bríos y se incrementó notablemente respecto al año anterior. Según el último informe publicado por la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), el flujo de IED en la región creció 8% y alcanzó los 150 mil millones de dólares. Este resultado contrastó notablemente con la tendencia mundial, pues el flujo global de IED presentó una caída interanual del 23%, arrastrada básicamente por una caída en torno a un tercio en las economías desarrolladas y de más del 20% en África, mientras que en los países asiáticos que están en vías de desarrollo los flujos se estancaron, básicamente.

En América Latina los flujos de inversión extranjera aumentaron, atraídos por la recuperación gradual de la actividad económica regional y el aumento de los precios de las materias primas. Desagregando los datos por país, el primer lugar se lo llevó Brasil, que registró flujos por 63 mil millones de dólares, marcando un crecimiento del 8%, y el segundo lugar fue para Argentina, que registró inversiones por 12 mil millones de dólares, lo que representó un masivo crecimiento anual del 264%. En el Caribe, los flujos de IED también crecieron vertiginosamente, impulsados por un fuerte incremento, sobre todo, en República Dominicana y en Haití —este último posiblemente refleja inversiones de China en cuanto a la infraestructura—.

En otras partes de Latinoamérica, el cuadro fue menos alentador. A pesar de que en Colombia la IED mostró signos de crecimiento moderado, esta se estancó en México y Perú, y se contrajo en Chile por las disputas laborales en el sector minero. En Centroamérica la inversión creció apenas un 2%, aunque con marcadas diferencias entre países, pero hubo un gran crecimiento en Costa Rica y El Salvador.

El grueso de los flujos de IED en Latinoamérica se destinó a los sectores productores de materias primas»

Como históricamente ha venido ocurriendo, el grueso de los flujos de la IED en Latinoamérica se destinó a los sectores productores de materias primas. Los commodities que recibieron mayor inversión fueron la soja, los metales básicos y el sector extractor, particularmente petróleo. Sin embargo, 2017 también mostró que hubo notables flujos de inversión en bienes de consumo y comercio al por menor, particularmente en Sudamérica, cuya demanda interna ha comenzado a recuperarse después de un largo periodo de debilidad.

Otros sectores con mejoras fueron el automotriz y el energético, no solo en el sector tradicional, sino también en las energías renovables. Las infraestructuras, principalmente el transporte y la logística, también se destacaron por recibir mayores flujos, gracias a que varios Gobiernos en la región fortalecieron marcos para forjar alianzas público-privadas. Esto, como parte de un esfuerzo por cerrar la brecha de infraestructura que dificulta la productividad y el crecimiento.

A pesar de la muy positiva evolución de la IED en 2017, las perspectivas para este año son, en el mejor de los casos, inciertas. De acuerdo con el informe, se espera que los flujos disminuyan ligeramente o, en el mejor de los casos, se estanquen. Si bien se espera una aceleración de la recuperación económica en algunas de las grandes economías de la región, como Chile, Perú y Colombia, los expertos consultados por FocusEconomics han revisado recientemente sus previsiones de crecimiento para Argentina por la fuerte sequía y depreciación de la moneda, y en Brasil, por la incertidumbre electoral.

Pero más allá de la incertidumbre para este año y el siguiente, la política comercial podría ser un gran impulsor de mayores flujos de IED en la región, incluyendo inversiones intrarregionales. Esto, gracias a los esfuerzos por diversificar las relaciones comerciales y para fortalecer y profundizar la integración regional a través del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en ingles), el acuerdo discutido entre la Unión Europea y el Mercosur (la Unión Aduanera del Cono Sur) y una mayor cooperación entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico.

Si estas negociaciones —y otros acuerdos más pequeños, actualmente en vías de negociación— se confirman, las perspectivas de mayores influjos de IED seguramente mejorarán a mediano y largo plazo. Por ahora, lo que estamos viendo es que el bajo crecimiento económico y la prevaleciente incertidumbre política y geopolítica están frenando los flujos de capital.

México y Colombia; una comparación en tiempos electorales

En la primera década del siglo XXI, mientras la izquierda se expandía por America Latina, México y Colombia, dos de los mayores países de la región, eran gobernados indiscutiblemente por la derecha. Pero en plena «ola progresista» en retirada, ambos países han llegado a las elecciones en un clima polarizado ideológicamente. ¿Cuales son las pistas del avance de la izquierda y de los resultados electorales opuestos en estos dos países?

En los últimos tiempos, la violencia vinculada al narcotráfico, que asola a México  desde principio de siglo, ha sido comparada con la sufrida por el país cafetero en los 80’ y 90’. Sin embargo, las similitudes entre ambos países trasciende el narcotráfico. Según afirma Martha Ardila en su artículo, Colombia y México: hacia ¿diplomacias democráticas de baja intensidad?, publicado en la revista Desafíos, “tradicionalmente, estos dos países han sido vistos como democracias estables”, ya que no sufrieron dictaduras militares como la mayoría de los países latinoamericanos.

Al igual que el resto de países que miran al océano Pacífico, Colombia y México practican el libre mercado y se inscriben dentro de un modelo neoliberaly aperturista. Durante la década del 80’, México transformó su modelo de desarrollo, y hacia los 90’, ya era una de las economías subdesarrolladas más abiertas, enmarcada en el TLCAN. Colombia, a un ritmo más lento, también ha venido abriendo su economía, centrándose en la inversión extranjera y suscribiendo numerosos tratados de libre comercio. Desde el 2010, junto a Chile y Perú, ambos países integran la Alianza del Pacífico.

el país norteamericano “ha venido perdiendo credibilidad” para el resto de la región, no solo por el narcotráfico, la corrupción y la violencia, sino también por su cercanía a los “intereses de los Estados Unidos”

A lo largo de la historia, Estados Unidos ha sido para ambos el principal referente de su política exterior. Esta relación, caracterizada tanto por cercanía e  ideología, —mayormente en el caso colombiano— se basa, según Ardila, en una “interdependencia compleja asimétrica”. México, junto a Brasil, son las dos potencias de América Latina, sin embargo, en los últimos años, el país norteamericano “ha venido perdiendo credibilidad” para el resto de la región, no solo por el narcotráfico, la corrupción y la violencia, sino también por su cercanía a los “intereses de los Estados Unidos”. Colombia por otro lado “se encuentran en ascenso”, debido a una considerable disminución de la violencia en la ultimas décadas y al reciente Proceso de Paz que puso fin al conflicto armado con la guerrilla de las FARC. Pero a pesar de la mayor distancia, siempre ha priorizado su relación con Estados Unidos y la región andina, antes que con otros países latinomericanos.

Más allá de las similitudes, políticamente los dos países han recorrido caminos diferentes. Colombia ha estado históricamente en manos de un oligopolio partidista liberal-conservador, donde predominaron el clientelismo y la maquinaria política, y en el cual la izquierda se vio siempre arrinconada y en gran medida optó por actuar por fuera del sistema. Socialmente siempre ha sido considerada como un país “godo”, extremadamente conservador. Sin embargo, el reciente Proceso de Paz, hizo caer en cierta medida el tabú de la izquierda e impulsó el lento crecimiento de ésta en las ultimas décadas.

México, tras la inestabilidad política de su primer siglo, vivió a partir de 1910 una revolución nacional, de corte burgués que transformó cultural y políticamente al país. Entre 1934 y 1940, el presidente Lázaro Cárdenas, radicalizó la revolución: enterró el feudalismo, expropió la industria petrolera, realizó la reforma agraria y fundó la central de trabajadores. Sin embargo, con los años, el partido, —actual PRI— que gobernó ininterrumpidamente hasta el año 2000, se fue inclinando a la derecha obligando a los sectores de izquierda y al propio Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del ex presidente, a abandonar la agrupación y formar el partido de centro izquierda PRD. En el 2000 el Partido de Acción Nacional, también de derecha, rompió durante dos períodos la racha del PRI que volvió a ganar en el 2012 con Peña Nieto.

En este contexto, y debido a la posible victoria de la izquierda en ambos países, las recientes elecciones se llevaron a cabo en un clima extremadamente polarizado. Los partidos de derecha señalaron tanto a Petro como a López Obrador como populistas representantes del “castrochavismo”, y apuntaban a la estabilidad a través de la continuidad. Pero más allá de similitudes, los resultados en las elecciones fueron opuestos. En Colombia el contexto económico estable, la disminución de la violencia de las ultimas décadas a partir de los gobiernos de Álvaro Uribe, y el rechazo de la mayoría a los acuerdos de paz en el plebiscito de 2016, favorecieron al “uribista”, Iván Duque. Pero si bien la derecha, representante del status quo, ganó cómodamente en segunda vuelta, la izquierda alcanzó un histórico 40%.

México sin embargo, llegó a las elecciones en una situación diferente. El hartazgo con la violencia, la impunidad y la corrupción marcaron la necesidad de un cambio. Además, López Obrador, a diferencia de Petro en Colombia, contó con la maquinarias y redes clientelares territoriales que le brindaron los apoyos definitivos. Y así, por primera vez desde 1934, la izquierda alcanzó el poder con el mayor respaldo de la historia de México.

Foto de Presidencia de la República Mexicana en Trend hype / CC BY

El fútbol nos retrata

No se habla casi de otra cosa, es época de Mundial. Como cada 4 años el mundo se paraliza y el fútbol lo eclipsa todo. El deporte rey mueve pasiones alrededor del globo y millones de aficionados gritan, ríen y lloran mientras apoyan a sus equipos. Ganar en el Mundial es cuestión de orgullo nacional. Perder, tragedia casi insoportable.

El fútbol es el deporte más popular y difundido en el mundo: uno de los mejores ejemplos del fenómeno de la globalización. El efecto de este deporte ha crecido exponencialmente en el siglo XXI. Según la FIFA, la Copa Mundial de Brasil 2014 llegó a 3,2 mil millones de personas, y unos mil millones (uno de cada siete habitantes del planeta) vieron la final. En términos de participación, el fútbol es uno de los pocos deportes que se practica en todo el mundo. Según las estimaciones de la FIFA, actualmente hay alrededor de 265 millones de futbolistas activos.

Pero, ¿qué más nos dice el futbol sobre los países detrás de cada equipo? En cada partido, los equipos reflejan la calidad futbolística de sus jugadores, y la capacidad del grupo de convertir esa calidad en efectividad colectiva. De forma similar, los equipos reflejan cómo se vive el futbol en el país de origen. De norma, detrás de un buen equipo nacional suele haber una liga nacional de alto nivel y/o jugadores con movilidad que compitan en clubes de prestigio internacional. Y detrás de esos clubes, escuelas bases. Como con casi en todo lo que un país quiere resaltar, el éxito futbolístico requiere años de trabajo y planificación, que los aficionados a veces olvidamos en la tensión y emoción apresurada de los partidos.

Más allá de lo que vemos en el campo, las aficiones nacionales no solo muestran sus colores, sino también su música, sus bailes, su cultura. Reflejan a la vez lo peor y lo mejor de la gente de cada país. Este mundial nos deja ver abrazos entre contrarios, como también, y desafortunadamente, algunos comportamientos poco decorosos. ¿Podemos leer algo más detrás de estos comportamientos?

A mayor nivel de ingresos per cápita, mejores resultados de la selección nacional en competiciones internaciones

Un análisis detallado de los datos refleja que los resultados de las selecciones nacionales están altamente correlacionados con el nivel de vida del país en cuestión. A mayor nivel de ingresos per cápita, mejores resultados de la selección nacional en competiciones internaciones, lo que queda reflejado en el ranking FIFA (como en el Elo rating, que será usado próximamente tal como recientemente ha anunciado el presidente de la FIFA Gianni Infantino). La relación se rompe, sin embargo, a niveles altos de ingresos o de otros indicadores del desarrollo como el Índice de Desarrollo Humano: a partir de unos niveles altos, mayor desarrollo no se traduce en mejores resultados. ¡Más bien lo contrario! Los países más desarrollados del planeta no tienen las mejores selecciones nacionales. Parecería que en estos países el futbol, como otras pasiones viscerales, pasa a segundo plano. En otros países, a falta de mayor riqueza, el futbol sigue moviendo a millones de personas, y recursos a veces muy escasos. A falta de otras alegrías, ganar en 90 minutos puede ser la mayor satisfacción.

En el presente mundial, y al momento de escribir estas líneas, 5 selecciones latinoamericanas tienen aún posibilidad de clasificarse a octavos: Uruguay, Argentina, Brasil, Colombia y México. Casi todas ellas con un ranking FIFA mejor que lo que indicaría su nivel de ingresos per cápita. Tal vez las selecciones latinoamericanas consigan seguir siendo excepción a la regla, y ojalá lleguen lejos y alguna pueda disputar la gran final.

Pobres y no tanto, sigamos disfrutando del mundial y del fútbol, pero sin olvidar que es tan solo un deporte, un juego de 11 contra 11. O, ¿Tal vez no?


Episodio relacionado de nuestro podcast:

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Más integración regional frente al proteccionismo de Trump

América Latina y el Caribe, es junto con África, una de las dos regiones del mundo con menor comercio intrarregional. Esto se debe a que históricamente se han desarrollado infinidad de procesos con diferentes objetivos y resultados, que no solo no han integrado económicamente a la región, sino que han llevado a la fragmentación del espacio económico regional. En este marco, el riesgo que implica para América Latina la escalada proteccionista de la administración Trump, abre una nueva ventana hacia un acercamiento entre los dos grandes bloque regionales, el MERCOSUR y la Alianza del Pacífico.

A diferencia de la Unión Europea, donde el 64% de las exportaciones son intrarregionales, o Asia oriental y América del Norte donde la mitad de las ventas se dan dentro de la misma región, en América Latina apenas el 16% de las exportaciones se dirigen a un país vecino. Esta deficiencia lleva, según el informe, La convergencia entre la Alianza del Pacífico y el MERCOSUR, de la CEPAL, a que “los encadenamientos productivos entre países de la región son, en general, escasos y débiles”. De esta manera, América Latina, con más de 640 millones de habitantes, sigue desaprovechando el potencial de su propio mercado.

el mercado intrarregional es el que absorbe una mayor variedad de productos y es el principal destino para las exportaciones manufactureras.

Entre ambos bloques concentran alrededor del 80% de la población y cerca del 85% del comercio latinoamericano. Sin embargo, el comercio regional es débil. Esta condición es preocupante porque es a través de este que los países suelen alcanzan la diversificación productiva y exportadora necesaria para el desarrollo, y a través del cual la mayoría de las pequeñas y medianas empresas exportadoras logran expandirse. A pesar de las deficiencias, el mercado intrarregional es el que absorbe una mayor variedad de productos y es el principal destino para las exportaciones manufactureras.

En este marco, la propuesta de “convergencia en la diversidad” planteada por el Gobierno de Chile en 2014, que tiene como objetivo el acercamiento entre ambos bloques, “permitirá generar nuevos motores endógenos de crecimiento y reducir la histórica dependencia regional de las materias primas”. Pero la convergencia entre bloques, va más allá de la simple eliminación de aranceles y son muchos los factores que afectan a la competitividad de las cadenas de valor. Desde la calidad de las infraestructuras de transporte, logísticas, digitales y energéticas que se traducen en la reducción de los costos, hasta la convergencia regulatoria, unificación aduanera y promoción comercial, que simplifican y agilizan el comercio.

El académico José Briceño, clasifica los diferentes modelos de integración regionales en aperturista (Alianza del Pacífico), revisionista (MERCOSUR) y anti-sistémico (ALBA). Sin embargo, en los últimos años, se ha registrado cierto acercamientos entre países de la Alianza del Pacífico y del MERCOSUR. En los últimos años Brasil ha establecido acuerdos de promoción de inversiones con todos los miembros de la Alianza del Pacífico, mientras que México está negociando con los dos mayores socios del MERCOSUR acuerdos comerciales de amplio alcance para terminar de liberalizar las dos relaciones comerciales bilaterales más importantes de la región.

Más allá de los acercamientos concretos entre países, en el ultimo tiempo los nuevos gobiernos con posturas más aperturistas han dado “señales claras de querer acelerar y profundizar el proceso de convergencia”, según afirma el informe de la CEPAL. Pero antes de avanzar en este sentido, probablemente ambos bloques buscarán concretar los proceses encaminados como la renegociación del TLCAN y la negociación del MERCOSUR y la Unión Europea.

En la actualidad, el MERCOSUR y los tres miembros sudamericanos de la Alianza del Pacífico ya conforman prácticamente un área de libre comercio de bienes. Y el comercio de servicios, compras públicas e inversión está muy avanzado. Sin embargo, más allá de los avances, el acercamiento entre ambos bloques debería concretarse en el mediano plazo, ya que un espacio económico regional integrado reforzaría el poder negociador de la región frente a las potencias y emergentes extrarregionales.

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