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Derecha o izquierda, ¿cuál es la diferencia?

Al inicio de la Revolución francesa, el lugar que ocuparon respectivamente los partidarios de la realeza y sus oponentes en la Asamblea condujo a que, por facilidad, se denominara a los primeros “derecha” y a los otros “izquierda”. Más de dos siglos después, estas etiquetas siguen siendo utilizadas, aunque cada vez con menor capacidad explicativa.

En términos generales, se ha ubicado como “derecha” a los partidarios de la conservación del orden establecido, y se ha considerado “izquierda” a los impugnadores del estado de cosas prevaleciente. Pero, si bien la derecha ha sido y es identificada con valores o creencias como la autoridad, el orden jerárquico, el militarismo, la tradición e incluso la religión, en el lado izquierdo los contenidos han pasado por una evolución. En particular, sobre la adhesión revolucionaria a la igualdad se ha elaborado una propuesta de justicia social que, en el capitalismo desarrollado, ha generado el llamado estado de bienestar para combatir la desigualdad.

En el medio, en un territorio disponible a unos y otros, han quedado otros asuntos de importancia:  el nacionalismo, los derechos individuales —encabezados por la libertad—, la justicia, el valor del trabajo y el del mérito, para mencionar algunos. Derechas e izquierdas —el plural ayuda a dar cuenta de la variedad presente en cada lado— recurren seriamente o de modo oportunista a la invocación de “la patria”, “la libertad” o “la justicia” cuando así lo estiman necesario o simplemente útil.

El liberalismo ha hecho más difícil la dicotomía izquierda/derecha al postular valores como el respeto a la diversidad y a la discrepancia, que llamamos pluralismo, que no pueden ser claramente situados en una u otra. De allí que, en ocasiones, se haya echado mano a hablar de “liberales de izquierda” para diferenciarlos de los liberales centrados únicamente en el laissez-faire, laissez-passer que postula un capitalismo no sujeto a controles.

La realidad ha ido mostrando, a veces de manera trágica, que las categorías de derecha e izquierda son camisas de fuerza en las que nos obligamos a colocar a las posiciones que, con tantos matices, se van desarrollando. ¿Nos explica algo ubicar a Eisenhower y a Trump en el mismo casillero? La complicación es mayor cuando se trata de situar, por ejemplo, a Stalin: ¿en la derecha o en la izquierda?

En la actualidad, al rescate ha llegado la teoría al crear la subdivisión “izquierda iliberal”, que en términos simples sería algo así como una izquierda reaccionaria, contradicción en los términos que, solo para mantener tercamente el uso de la categoría “izquierda”, se aplica a algunos regímenes. Este es el caso de países de Europa del Este, como Hungría y Polonia, cuya orientación retrógrada entra constantemente en colisión con la Unión Europea.

Latinoamérica y el caso de Perú

En América Latina el uso de estas categorías simplificadoras, de tiempo atrás, tampoco ha sido fácil… y cada vez lo es menos. ¿Perón era de izquierda o era de derecha? Y si fue de derecha, como dicen sus impugnadores, ¿por qué lo combatió la oligarquía terrateniente hasta lograr que los militares lo desplazaran? En tiempos más recientes, ¿el gobierno de Rafael Correa fue de izquierda o de derecha? La lista de personajes y sus gobiernos que ofrecen resistencia a la categorización dicotómica puede extenderse.

Pese a esa realidad, todavía hay quien hoy en día se refiere a “los Gobiernos de izquierda en América Latina”, incluyendo en ese saco a Maduro, Ortega, Boric, Petro, Lula y hasta a Boluarte. ¡Como si tuvieran algo en común! Como si llamarlos “de izquierda” pudiera ayudarnos en algo a comprender sus políticas de gobierno y su orientación; en la realidad, muy diversas.

En el caso de Perú, el asunto es más grave. En la enredada situación actual, derechas e izquierdas se oponen en ocasiones, como se supondría que debiera ocurrir. Sin embargo, actualmente no son pocas las oportunidades en las que confluyen, repartiéndose los fragmentos de poder de los que pueden disponer. Así, el año pasado unas y otras pactaron la composición del Tribunal Constitucional, adjudicándose los sillones de este para, a los efectos de las designaciones, obtener la indispensable mayoría en el Congreso y, de ese modo, en adelante cada vez que haga falta ese Tribunal estará a disposición de quienes los nombraron. Viene siendo lo mismo para otras decisiones de cierto calado.

Esta convergencia de intereses resulta posible no solo por la ambición de a muy corto plazo de unos y otros, sino especialmente debido a que la llamada izquierda ha trastocado su perfil hasta hacerse irreconocible como tal en el partido Perú Libre, que llevó la candidatura presidencial de Pedro Castillo. En efecto, allí se encuentran dirigentes políticos que combaten la homosexualidad, niegan la igualdad entre sexos, ignoran las preocupaciones ambientales, rechazan a los inmigrantes venezolanos que han llegado al país y un largo etcétera que los haría merecedores de la bendición de algún obispo de los de antes.

¿Estos son líderes de izquierda? Si es así, entonces, ¿a qué se insiste en llamar izquierda? Hoy en día aparece un solo asunto sobre el que, con muchas diferencias, diferentes protagonistas políticos podrían ser agrupados bajo esa bandera: el papel protagónico del Estado en la economía. Pero, en rigor, esto tampoco resulta preciso: en los países del mundo desarrollado los controles del Estado sobre la economía son mucho mayores de lo que quieren hacernos creer los neoliberales ideólogos del capitalismo en América Latina. En Estados Unidos, y aún más en Inglaterra, los organismos estatales vigilan de cerca si el comportamiento de las grandes empresas es conforme con la salvaguarda de los intereses de accionistas y consumidores.

Es que, a una mirada inicial, los sectores de derecha parecen más sencillos de agrupar. Sin embargo, como demuestran algunos casos, tampoco es fácil encasillar a todos los sectores con tendencias conservadoras bajo una sola etiqueta, así como tampoco lo es agrupar bajo otra a los protagonistas hoy genéricamente llamados “progresistas”.

Entonces, para comprender a posiciones y liderazgos políticos distintos, ¿cuál es la utilidad de seguir valiéndose de la dicotomía derecha o izquierda? La pregunta queda abierta al debate.

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Sociólogo del derecho. Ha estudiado los sistemas de justicia en América Latina, asunto sobre el cual ha publicado extensamente. Ha ejercido la docencia en Perú, España, Argentina y México. Es senior fellow de Due Process of Law Foundation.

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