En su reciente discurso ante la reunión anual de las Asambleas de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Panamá, el ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, planteó la obsesión del banco multilateral por el asunto climático. Reconvertido en vocero del sur global, Massa destacó la responsabilidad de los países desarrollados en la actual emergencia climática, pues considera que deberían dejar de emitir y, así, permitir a los países en vías de desarrollo empezar su sendero hacia el progreso.
La responsabilidad de países como Gran Bretaña (cuna de la revolución industrial) o Estados Unidos (preeminencia económica a lo largo del siglo XX) es evidente, ya que han sido uno de los principales emisores. El stock se asocia, de ese modo, con un “puñado de países desarrollados”.
Este patrón de acumulación dio lugar al reconocimiento de las responsabilidades, comunes pero diferentes, que surgieron en la cumbre climática de Río (1992). En dicho año la acumulación de carbono en la atmósfera ascendió a 359 partículas por millón (ppm), al tiempo que la temperatura promedio global mostró un incremento de 0,12 °C respecto al patrón observado en la era preindustrial.
En dicho año también se creó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), entidad cuyos informes irían ganando respeto año tras año. Cinco años después se adoptó el Protocolo de Kyoto, del cual surgieron metas vinculantes de reducción de las emisiones y afectó a un conjunto de economías desarrolladas, aunque luego muchos países trataron de no cumplir con sus compromisos cuando el esquema de permisos comenzó a despegar. Pero dicho tratado también instauró el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), que intentaba reducir las emisiones de los países en vías de desarrollo. China resultó ser uno de los más activos y concentró casi el 60% de los proyectos.
Al momento de la firma del Acuerdo de París (2015), las partículas ascendían a 399,4 ppm, la emergencia climática ya comenzaba a mostrar signos de emergencia y una porción significativa de las emisiones incrementales se vinculaba ahora con China, país que en ese poco tiempo había sido la factoría del mundo. Pese a que seguían muchas de las condiciones comúnmente relacionadas con el subdesarrollo, el Gobierno chino se comprometió a reducir sus emisiones, acto que constituyó uno de los hechos políticos más destacados de la citada cumbre. China dejó atrás su papel de vocero del sur global y priorizó su función como proveedor de tecnologías limpias.
La emergencia climática implica tornados, lluvias o sequías de mayor intensidad. Todo evento climático extremo causa muerte y destrucción a su paso. Así las cosas, en mayo del 2022, las emisiones eran de 421 ppm, un valor 50% por encima de lo observado en la era preindustrial.
Los cambios en el clima serán cada vez más recurrentes, lo cual traerá aparejados problemas económicos más agudos. Pese a todo, se sigue pensando en la macroeconomía como algo disociado de la naturaleza y se profundiza un modelo de desarrollo extractivista, para lo que se espera que derrame beneficios sociales, al tiempo que desestima las consecuencias ambientales.
En este contexto, debería ponerse de relieve el papel que les corresponde a las principales economías de la región, pues, analizando las emisiones acumuladas desde la revolución industrial hasta nuestros días (1850-2021), Brasil, Argentina y México califican entre los principales veinte emisores. Aunque ciertos países se perciban a sí mismos como “acreedores ambientales”, dicho relato no resulta creíble frente a varios países de Centroamérica y el Caribe.
El efecto nocivo que genera la combustión de fósiles ha sido reconocido desde hace años, aunque la industria petrolera lo desconociera durante mucho tiempo, para luego tratar de desdramatizar la magnitud del problema o plantear lo irreversible del calentamiento. Hoy los principales productores usan tecnologías de secuestro de carbono, aun cuando estas, ciertamente, no resultan una alternativa viable. De hecho, las empresas petroleras ambicionan dejar de lado lo fijado en París, pues saben que su cumplimiento implica abandonar la mayoría de los proyectos que hoy están en discusión.
El afán neodesarrollista del Gobierno argentino realiza una apuesta similar, pero su interés por avanzar con la exploración offshore no solo desconoce los efectos nocivos que genera este tipo de actividad, sino que también olvida sus riesgos financieros.
Sin embargo, el sector financiero ha tomado nota del fenómeno y, ciertamente, también lo ha hecho la banca multilateral. Este último segmento ha hecho una serie de informes en los que alerta sobre los efectos macroeconómicos del cambio climático, a la vez que habla de los riesgos financieros que tal fenómeno acarrea. El departamento de investigación del BID es uno de los más activos en la materia y en sus informes se refiere al problema de activos varados que puede enfrentar la región si continúa con las inversiones en energías no renovables.
Tanto el cambio climático como la pérdida de biodiversidad producen amplios costos económicos, lo cual afecta las arcas públicas y la balanza comercial. Todo ello aumenta el riesgo y amplía los costos ambientales. Desde hace más de 30 años el panel de científicos del IPCC viene destacando los peligros del calentamiento global y ha señalado lo irreversible, incierto y trágico del cambio que se viviría si atravesamos la barrera de los 1.5 °C. El último informe del IPCC, recientemente publicado, indicó que ya se observan daños generalizados e irreversibles. Ello plantea la necesidad de avanzar con la transición hacia las energías renovables de manera acelerada.
En lugar de victimizarse, el Gobierno de Argentina podría aprovechar el entusiasmo de la banca multilateral por el asunto para negociar líneas de financiamiento blandas y, así, financiar las inversiones necesarias en mitigación y adaptación. Sin embargo, no es solo eso. Tal como indicó el jefe de la División del Cambio Climático y Sostenibilidad del BID, Graham Watkins: “El impacto de los países de no avanzar con esta agencia es quedarse atrás mundialmente. No se tendrá acceso a mercados. Los países que no consideren estos cambios no serán parte de cadenas de valor”.
La magnitud del desafío que impone el cambio climático y la transición energética excede la dimensión económica y escapa al cortoplacismo que atrapa a la discusión política argentina. Se necesita una mirada amplia que considere las consecuencias geopolíticas de quedar atrapados en un modelo del pasado.
Autor
Associate Researcher at the Center for the Study of State and Society - CEDES (Buenos Aires). Author of "Latin America Global Insertion, Energy Transition, and Sustainable Development", Cambridge University Press, 2020.