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La CAF, un gigante gentil

La Corporación Andina de Fomento (CAF) cumplió cincuenta años. Tras la molestia que hubo entre varios Gobiernos latinoamericanos por el nombramiento de Mauricio Claver-Carone en la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), —que quiebra la tradición, según la cual, el líder de este organismo siempre era un latinoamericano y el vicepresidente ejecutivo, un estadunidense, la CAF tiene más razones para celebrar.

El bajo perfil mantenido por la CAF, sin embargo, se hace cada día más difícil de sostener. Su tamaño, aunado a sus políticas de crédito y su sólido desempeño, atraen más y más atención. En 2019, la CAF aprobó operaciones de crédito por 13 billones de dólares. Este valor es mayor del que comprometieron sus principales competidores en la región, el BID y el Banco Mundial (BM) en la provisión de recursos para el desarrollo de América Latina. La CAF se ha convertido en un gigante.

Esto es significativo tanto por la historia como por el presente de la corporación para el continente.

Repasemos la historia primero

La CAF se fundó en 1970 con el propósito de financiar la integración del naciente Grupo Andino, formado por Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. El capital inicial y sus subsiguientes aumentos hasta 1990 los suscribieron las naciones fundadoras (estas la controlaban completamente.) La CAF era (y sigue siendo) un banco de desarrollo especial: fundado y financiado por países pobres, que presta recursos a esos mismos países.

Según su mandato original, los préstamos se destinarían a proyectos integradores en el agro y la industria (especialmente, bienes intermedios y de capital), al mejoramiento de infraestructura de transporte y comercialización, cooperación técnica y promoción del comercio intrandino. También se canalizarían hacia Bolivia y Ecuador para iniciativas diversas, ya que, siendo los países menos desarrollados dentro del grupo, gozarían de trato preferencial.

Ciñéndose a estas directrices, las primeras inversiones fluyeron hacia la construcción de una red de bodegas para arroz en Bolivia, el montaje de un complejo industrial para procesar atún tropical en Ecuador, y la construcción de un puente en el Zulia (Venezuela) que facilitaría la integración colombo-venezolana.

A finales de los años 80 y ante el evidente fracaso de la industrialización sustitutiva en la subregión andina, la corporación se reposicionó estratégicamente. Su transformación se dio a lo largo de 25 años en tres frentes principales.

Primero, priorizó el financiamiento de proyectos de infraestructura (vial, fluvial, marítima y energética) sobre las inversiones industriales. Destinó recursos para aumentar la productividad, proteger el medio ambiente, mejorar la competitividad de la pequeña y mediana empresa, y apoyar las reformas del sector público.

Empezó a construir una red intermediaria de más de un centenar de bancos comerciales como socios para avanzar préstamos»

Segundo, amplió su membresía y cambió su relación con el sector privado. Después de sumar a México (1990) y aprobar el retorno de Chile (1992), la CAF integró a 15 países más (desde el Cono Sur y Centroamérica, pasando por el Caribe, hasta Europa). La CAF también se abrió al sector privado. Por un lado, empezó a construir una red intermediaria de más de un centenar de bancos comerciales como socios para avanzar préstamos. Y, por otro, aceptó la entrada de un grupo de bancos privados como accionistas con voz y voto en la junta directiva.

Tercero, accedió a los mercados internacionales. La CAF se convirtió en un emisor regular y exitoso de bonos a mediano y largo plazo en las capitales de las finanzas globales: Nueva York, Londres y Tokio. Las agencias calificadoras de riesgo más importantes le otorgaron el preciado grado de inversión a sus papeles desde 1993, y hoy es una de los emisores más seguros de América Latina.

Ahora analicemos el presente y el futuro

Al comparar a la CAF con entidades multilaterales como el BM y el BID, notamos mejor las ventajas y desventajas de unos y otros. Por ejemplo, el BM otorga préstamos concesionales. Además, facilita recursos a largo plazo a países de bajos ingresos, que, difícilmente, podrían acceder a ese tipo de financiamiento. Finalmente, las tasas de interés que cobra por sus préstamos son muy bajas.

¿Qué ventajas puede ofrecer la CAF ante este panorama? Varias. Revisemos.

La CAF tramita las aprobaciones de préstamos más rápidamente que el BID o el BM, y con tiempos que oscilan entre tres y cuatro meses en promedio. Además, países pequeños como Bolivia y Ecuador ejercen su voz y voto en las decisiones de la organización y tienen resultados tangibles para sus intereses. Estos dos países han seguido siendo los mayores receptores de sus préstamos (desde el año 2000 hasta hoy han obtenido recursos por alrededor de 20 billones de dólares).

Los intereses que la CAF cobra están convergiendo hacia los niveles ofrecidos por sus rivales»

Si bien los intereses que la CAF cobra por sus préstamos son más altos que los ofrecidos por el BID o el BM, deben anotarse dos cosas. Uno, el spread sobre la tasa libor se ha reducido a medida que la solidez financiera de la corporación se aprecia más en los mercados internacionales y las agencias calificadoras de riesgo. En otras palabras, los intereses que la CAF cobra están convergiendo hacia los niveles ofrecidos por sus rivales.

Dos, los préstamos de la CAF se otorgan sin ataduras, es decir, sin condiciones. Esto no sucede con gran parte de los recursos de sus competidores. La práctica de imponer condiciones a los préstamos del BID hizo carrera en América Latina desde el plan Baker. En medio de la crisis de la deuda de los años 80, la administración de Ronald Reagan promovió abiertamente los programas de financiación de organismos multilaterales sobre las bases de ciertas políticas económicas.

Como lo han demostrado las investigaciones de Sarah Babb, desde entonces el apoyo financiero de Estados Unidos a la banca multilateral se condicionó, lo que llevó a la adherencia de los países prestatarios al libre mercado, el crecimiento económico liderado por el sector privado y un papel minimalista para el Estado. Gracias al activismo accionista del Gobierno estadunidense en las directivas del BID y de otras organizaciones multilaterales, la transmisión “coercitiva” de políticas económicas por vía de los prestamos condicionados se tornó en una realidad constante para cualquier deudor.

Esta práctica ha sido ajena a la CAF. La corporación es más gentil en este sentido. Repito, la CAF no impone condiciones sobre sus préstamos. Su principal preocupación es la de asegurar que estos sean repagados. De esta forma, los puntos extras que esta cobra en intereses por el uso de los recursos a sus clientes pueden ser vistos como el precio por pagar por la libertad y autonomía de orientar la política económica en la dirección que cada Gobierno considera apropiado.

Si bien es un precio alto, probablemente no es tan alto como lo es para las democracias frágiles de la región abrir de par en par la puerta al populismo demagógico que caldea el nacionalismo y el antiamericanismo al son de voces que denuncian el sometimiento, la explotación, etc. Resulta irónico que la máxima del propio presidente Reagan sintetice con exactitud tal situación: “El precio de la libertad puede ser alto, pero nunca tan costoso como es el de perderla”.

Autor

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Doctor en Historia Económica por London School of Economics and Political Science. Investig. de postdoctorado en la Univ. de los Andes (Bogotá). Fue prof. visitante en la Univ. Pompeu Fabra (Barcelona) y Decano de la Fac. de C. Económicas de la Univ. Tadeo Lozano (Bogotá).

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