Si hay un término en el lenguaje político que siempre ha sido socorrido y que ahora vuelve a estar de moda es “progresista”. Desde hace al menos dos siglos este término—impreciso por naturaleza—ha sido utilizado sin demasiado rigor. Por ejemplo, se hace referencia a la primera “ola progresista” latinoamericana, a la vez que se incluye a los gobiernos de Ortega y Maduro, a pesar de que no tienen nada de progresistas. Por ello, no hay que perder de vista que cuando una categoría se utiliza incorrectamente se corre el riesgo de que el análisis pierda consistencia.
En todo caso, lo cierto es que, usando la connotación general del término, varias organizaciones internacionales creadas en este siglo han optado por esa denominación, como la Alianza Progresista o la Internacional Progresista, por mencionar las de mayor alcance a nivel latinoamericano y global.
La Alianza Progresista es una organización mundial de partidos socialdemócratas (procedentes de la Internacional Socialista) y otros partidos considerados progresistas, que van desde el Partido Democrático Italiano (exPCI) hasta el Partido Demócrata de Estados Unidos.
Representantes de estas fuerzas se reunieron en Roma en diciembre del 2012 y decidieron formalizar la Alianza el 22 de mayo del 2013. La red cuenta actualmente con 140 partidos y organizaciones sociales en todo el mundo y un comité coordinador de 30 partidos que define las políticas y los posicionamientos. De América Latina participan los partidos socialistas de Argentina, Uruguay y Chile, el Partido de los Trabajadores de Brasil y el PRD de México, entre otros.
El nacimiento de la Alianza Progresista tuvo lugar en medio de una controversia con la veterana Internacional Socialista, fundada por Willy Brandt al acabar la segunda guerra mundial. El desencuentro fue de doble dirección. Por un lado, varios miembros de la histórica Internacional Socialista no estaban de acuerdo con la ampliación que se pretendía de la Alianza. Del otro lado, varios partidos socialdemócratas importantes como el sueco, el alemán o el austríaco criticaban fuertemente al núcleo de dirección de la Internacional Socialista, impulsado por su secretario general, Luis Ayala, procedente del Partido Radical de Chile, que se mantiene reiteradamente en el cargo desde 1989.
El resultado de esa divergencia ha llevado a que buena parte de los partidos socialistas y socialdemócratas de la Internacional Socialista también participen de la Alianza Progresista. Pero los partidos más críticos con la dirección de Ayala han “congelado” su participación en la Internacional Socialista.
En América Latina esa situación se reproduce. Varios partidos pertenecen a la Internacional Socialista y también a la Alianza Progresista, como sucede con PS y PPD en Chile. En otros países, los partidos se reparten como en México donde el PRI hace parte de la Internacional Socialista, mientras el PRD se registra en la Alianza, o en Argentina donde la Unión Cívica Radical se mantiene en la histórica organización, mientras que el Partido Socialista está afiliado a la Alianza.
La Internacional Progresista
Apenas unos años después emerge la otra organización internacional, que, pese a usar ese mismo término, presenta un planteamiento muy distinto: la Internacional Progresista. Desde su origen, producto de la relación entre el movimiento europeo alternativo del exministro Yanis Varufakis (DiEM25) y el Instituto del senador estadounidense Bernie Sanders, la IP refiere, de forma general, a los grupos que se sitúan a la izquierda de la izquierda.
En el viejo continente, luego de la ruptura del ex Ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis con el gobierno populista de Syriza, liderado por el primer ministro Alexis Tsipras, el exministro planteó la necesidad de crear un espacio internacional alternativo para salir de las constricciones del existente. Así, junto a otros grupos minoritarios, como el partido Podemos en España, configuró DiEM25, que entró en conversaciones con el Instituto Sanders, para terminar fundando la Internacional Progresista. Esta organización integra en América Latina a organizaciones sociales y de comunicación, pero a pocos partidos políticos, si bien uno de ellos es Convergencia Social, la formación que lidera Gabriel Boric, el actual presidente de Chile.
Una de las principales diferencias entre ambas organizaciones guarda relación con la determinación de los límites del término “progresista”. Para la Alianza Progresista existen límites bien definidos acerca del respeto de la institucionalidad democrática y los derechos humanos. Mientras que, en el caso de la Internacional Progresista, compuesta por corrientes que van desde los socialdemócratas hasta opciones populistas, esos límites son más laxos. En consecuencia, la Alianza Progresista excluye de esa denominación a regímenes como los de Ortega, Maduro o el de Cuba, mientras que la Internacional Progresista, que cuenta en su Consejo con líderes populistas como García Linera, el ex presidente de Ecuador Rafael Correa, o el propio Varufakis, los incluye.
Debido a esas diferencias, apenas hay partidos que combinen su participación en la IP con su pertenencia a la Alianza. Un caso excepcional es el que refiere al Partido de Acción Ciudadana de Costa Rica, que, aunque integra como partido la Alianza Progresista (Liberación Nacional pertenece sólo a la IS), siempre ha tenido presencia en el Consejo de la IP mediante la parlamentaria del PAC, Patricia Vega, además de contar con la simpatía de varios sectores al interior del partido. Por cierto, habría que estudiar cómo ha sido posible que un partido que se presenta como progresista en distintas instancias, haya sufrido una debacle electoral de tal magnitud que le deja fuera no solo del gobierno sino del parlamento.
En este contexto y retornando a la idea de que se está posicionando una nueva oleada de gobiernos no conservadores, hay que tener en cuenta que esta nueva “ola progresista” difiere de la anterior en que se aprecian muchas menos tentaciones populistas y, en consonancia, se mantiene la distancia con los regímenes autoritarios de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Autor
Enrique Gomáriz Moraga ha sido investigador de FLACSO en Chile y otros países de la región. Fue consultor de agencias internacionales (PNUD, IDRC, BID). Estudió Sociología Política en la Univ. de Leeds (Inglaterra) con orientación de R. Miliband.