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2018: una retrospectiva de la política en A. L.

En 2018 en América Latina hubo elecciones presidenciales en Brasil, Colombia, Costa Rica, Paraguay, México y Venezuela. En todos los casos, excepto en Venezuela, hubo también elecciones legislativas. En Perú, el presidente Pedro Pablo Kuczynski se vio obligado a renunciar ante un inminente impeachment; fue aprobada una reforma constitucional en Ecuador que derogó la posibilidad de reelección indefinida del presidente y en Chile comenzó un nuevo Gobierno de coalición de tendencia política de centro derecha que llevó a Sebastián Piñera a la Presidencia por segunda vez.

Sin dudas, los dos acontecimientos electorales más significativos de la región, y que implicaron un vendaval político en los respectivos países, fueron la elección del izquierdista López Obrador en México y del ultraderechista Bolsonaro en Brasil. Las dos mayores democracias de la región, y las principales economías, giraron en sentido ideológico opuesto. En ambos casos supuso una alternancia política de carácter histórica, dada la falta de antecedentes similares.

Las diferencias no se limitan al perfil ideológico de los candidatos. La coalición política que apoyó a López Obrador obtuvo la mayoría absoluta en ambas casas legislativas y podrá aprobar sin mayores dificultades las propuestas de reformas, que, según el nuevo presidente, pretenden transformar radicalmente a la sociedad y a la política mexicanas. Bolsonaro, que también ha prometido cambiar completamente la forma de hacer política en Brasil y una transformación radical en diferentes ámbitos de la sociedad, no tiene un respaldo tan seguro como su par mexicano, dado el alto grado de fragmentación del sistema político brasileño. El partido de Bolsonaro no tiene mayoría en ninguna de las casas legislativas. Si bien el perfil más conservador de gran parte de los legisladores electos de otros partidos no hace imposible prever apoyos significativos, su tentativa de buscar ante todo el respaldo de bancadas específicas de legisladores (bancada evangélica, de productores rurales, etc.) y no de partidos, como quedó en evidencia con la formación de su gabinete ministerial, ha generado gran incógnita sobre el grado de efectividad de esta modalidad, dado su carácter inédito, que exigirá, previsiblemente, amplias negociaciones para cada propuesta de gobierno.

A pesar de esas diferencias relevantes, los triunfos de López Obrador y Bolsonaro tienen en común, además de sus perfiles personalistas, o populistas para muchos, haber causado un significativo derrumbe electoral de los principales partidos que venían alternándose en el poder en las últimas décadas en cada país. La incapacidad de estos partidos para atender, o continuar atendiendo, las demandas de la mayoría de la población, de sintonizar con amplios sectores populares y, fundamentalmente, el involucramiento en reiterados casos de corrupción, derivaron en un hartazgo de la mayoría de los electores con las hasta ahora principales fuerzas políticas en estos países.

Si los nuevos gobernantes iniciarán realmente una etapa más virtuosa en relación con la corrupción, aún no se sabe

El tema de la corrupción fue también, junto a la propuesta de revisión del acuerdo de paz con las FARC, una de las dos principales banderas de campaña del nuevo presidente colombiano, Iván Duque. Por otro lado, la inhabilitación para participar en la vida pública de los condenados por corrupción fue una de las seis reformas aprobadas en el referéndum constitucional en Ecuador. Y fue por denuncias de corrupción y supuesta compra de votos para impedir un impeachment, que el presidente peruano Kuczynski debió renunciar ante una eminente destitución por parte de un Congreso donde no contaba con mayoría y enfrentaba férrea oposición. Si los nuevos gobernantes iniciarán realmente una etapa más virtuosa en relación con la corrupción, aún no se sabe, pero el tema continuará siendo atentamente seguido en estos países, tanto por los electores como por los partidos que ahora pasan a la oposición, además de otras instituciones de control.

Contrastando con el clima de tsunami político en Brasil y México, está la previsibilidad de los resultados electorales en Paraguay y Venezuela. En el primer caso, la continuidad en el poder del Partido Colorado indica baja competitividad política en el país y un amplio control de los recursos de poder del Estado por parte del principal partido político. En el caso de Venezuela, la previsible reelección, en medio de graves irregularidades, del presidente Maduro, muestra un gobierno que no cuenta con las condiciones mínimas de credibilidad democrática.

Saliendo del panorama estrictamente electoral, en Argentina, en medio de una grave crisis financiera y económica, se sucedieron protestas masivas contra el gobierno de Macri y sus medidas de ajuste. El clima social y político ha sido más grave aún en Nicaragua, donde protestas estudiantiles y de grupos opositores fueron y continúan siendo violentamente reprimidas por parte del gobierno de Ortega, cada vez más aislado en la comunidad internacional, así como Venezuela, país que continuó envuelto en una crisis política, económica y humanitaria sin precedentes, con la masiva emigración de su población como principal ejemplo y efecto de dicha crisis, que se ha transformado en una emergencia de carácter regional. En los últimos meses, las protestas populares contra una cuarta candidatura de Evo Morales incluyeron a Bolivia entre los países con masivas movilizaciones populares, que previsiblemente deben intensificarse el próximo año.

Si bien, como se ha visto, la preocupación con la corrupción política ha estado en el centro de la vida política en varios países de la región, América Latina no es una homogeneidad. Varias alternancias políticas a la derecha coinciden con el cambio a la izquierda de una de las mayores democracias de la región. Y la consolidación de las instituciones democráticas en varios países coincide con desafíos a estas o con el continuo deterioro de la democracia en otros.

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Cientista político. Profesor de la Universidad Estatal del Norte Fluminense - UENF (Brasil). Doctor en Ciencia Política por el Inst. Univ. de Investigaciones de Rio de Janeiro - IUPERJ (actual IESP / UERJ). Postdoctorado en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca.

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