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Entre el hartazgo y la incertidumbre del cambio 

Un nuevo ciclo político comienza en la Argentina a partir del 10 de diciembre próximo ¿Cómo entender en estas horas este verdadero terremoto electoral? El triunfo de Javier Milei podría explicarse por al menos cinco factores principales. El primero está relacionado con el contexto regional, el segundo con la crisis de mediana edad por la que atraviesa la democracia argentina, el tercero con el carácter frecuentemente sorpresivo que ha caracterizado a la política argentina desde 1983, el cuarto con las propuestas presentadas a la sociedad por el candidato triunfante a lo a largo de la campaña electoral y el último con el clima de cambio imperante en la sociedad. 

Con respecto al primer factor, la región ha sido un verdadero campo de prueba para la emergencia de líderes de derecha radical con diferentes niveles de suceso electoral, desde aquellos que llegaron al poder como Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador, hasta candidatos altamente competitivos derrotados en segunda vuelta como Rodolfo Hernández en Colombia o José Antonio Kast en Chile. Al mismo tiempo, este clima regional convive con un contexto de fuerte castigo electoral a los diferentes oficialismos en la región en el período postpandemia, siendo excepciones a la regla Paraguay (sistema de partido hegemónico) y Nicaragua (sistema de partido único con un régimen no democrático). 

En relación al segundo factor, el largo ciclo de 40 años de democracia nos enfrenta a un muy modesto balance en materia de satisfacción de las expectativas sociales. Este ha sido un proceso de escasos logros y muchas frustraciones en relación al incumplimiento de múltiples demandas. No se han cumplido las esperanzas que despertaba aquel lema tan presente en la campaña de Raúl Alfonsín de 1983: “con la democracia se come, se cura y se educa”. 

El tercer factor que explica el ascenso de Milei es la amplia experiencia que tiene el país en cuanto al surgimiento de actores políticos, no detectados por el radar de la política tradicional, que rápidamente lograron convertirse en referentes políticos nacionales. Tales han sido los casos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Néstor Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Las excepciones han sido Fernando De La Rúa y Cristina Fernández. 

Así también el precandidato Milei ha presentado a la sociedad un conjunto de propuestas, muy polémicas. Algunas como la venta de órganos, difícilmente practicables y otras díficiles aunque no imposible en la Argentina como el cierre del Banco Central o la dolarización. Todo esto en un contexto de campaña en la cual el deterioro del debate público y la ausencia de propuestas han sido sus rasgos principales. 

Por último, el clima político en el país ha estado signado -y esto se ha hecho patente durante el último tramo de la campaña electoral- por el conflicto entre dos grandes emociones: por un lado, el cansancio con un largo ciclo político iniciado en el año 2003 -excepción del interregno de Mauricio Macri entre 2015 y 2019- por otro el miedo asociado a un cambio incierto. El hartazgo con lo conocido mató miedo a lo desconocido. 

Finalmente, ¿qué podría suceder en el próximo gobierno de Javier Milei? El riesgo de la “peruanización” de la política argentina resulta verosímil en el contexto de un gobierno del líder de La Libertad Avanza (LLA) que, aun con un triunfo contundente en segunda vuelta, tendrá muy débil inserción parlamentaria y nula presencia territorial por no disponer ni de gobernadores ni de intendentes propios en los municipios de todo el país. Sin embargo, dispondrá del principal recurso en la asignación de los recursos públicos: la lapicera ordena y disciplina. 

¿Qué caminos podría seguir Javier Milei? Se nos ocurren por lo menos tres. El primer camino sería el intento exitoso de cierre del congreso como Alberto Fujimori o uno fallido como el de Pedro Castillo. ¿Cuál es el principal problema de esta alternativa? No parece que las Fuerzas Armadas tengan intención de dar algún respaldo a decisiones de esta dimensión y gravedad, tal como ocurrió en el caso de Fujimori y no tuvo lugar en el caso de Castillo. 

El segundo camino sería intentar una vía de negociación con la “casta política”, en particular con aquella parte que pudiera compartir el impulso reformista de la nueva administración. ¿Cuál sería el principal riesgo? La pérdida de pureza ideológica de LLA. El acuerdo político con el sector “duro” del PRO durante el ballotage daría algún indicio de que el próximo oficialismo iría en esta dirección. Esta incógnita se responderá a partir del 10 diciembre si el PRO otorga finalmente ese soporte necesario, aunque insuficiente, para garantizar gobernabilidad. 

Por último, una vía consistente en una suerte de gimnasia plebiscitaria permanente e incluso combinada con las opciones anteriores. ¿Cuál podría ser la desventaja? El desgaste del recurso y de sus adherentes no tan enfervorizados. Es un escenario complejo, dirá el politólogo.

Autor

jeronimogiorgi@hotmail.com | Otros artículos del autor

Periodista, Máster en Periodismo de la Universidad de Barcelona y en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Complutense de Madrid.

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