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La mitad de los cubanos creen que habría que abandonar el modelo socialista

Mientras que en Cuba poco a poco se se impone la idea de la necesidad de democratizar el régimen político, al parecer la tendencia en América Latina marcha en un sentido contrario.

Recientemente, el proyecto Cubadata presentó los resultados de las encuestas de su segundo panel multidimensional Explorando futuros posibles para la democratización en Cuba. Estas encuestas se realizaron entre septiembre de 2023 y febrero de 2024 y se centraron en la capacidad de respuesta de las personas ante las difíciles situaciones que atraviesan día a día. El objetivo de este estudio fue determinar si existe un proceso de transformación político-cultural de los cubanos y generar evidencia objetiva y trazable que ponga a prueba varios mitos sobre la situación política y social en el país. 

Además, el panel de Cubadata proporciona una visión multidimensional de 360°, lo que permite visualizar cómo se interrelacionan diversos aspectos personales, sociales, económicos, políticos y culturales. Esta visión integral y el monitoreo dinámico a lo largo del tiempo dotan a dicho panel de un notable poder de observación e inferencia, y facilitan un entendimiento profundo de las dinámicas y transformaciones en la sociedad cubana. Una de las encuestas de Cubadata recopiló información sobre legitimidad política y el futuro de la Revolución socialista en Cuba (2023).

En este artículo presentaré algunos de los aspectos de esta encuesta y sus similitudes o diferencias con los presentados por otras investigaciones sobre los mismos temas en América Latina. Debo precisar que tomé en cuenta algunos indicadores que me parecieron relevantes. Según la investigación de Cubata, los cubanos creen que los dos fracasos mayores de la Revolución cubana son la dependencia económica (31,4 % de los encuestados) y la centralización del poder y la falta de mecanismos de participación ciudadana (23,0 %). Además, la mayor parte de los encuestados manifestaron que el estado del socialismo en Cuba es declinante o en declive (31,9 %) o, al menos, contraproducente (24,9 %).

Hasta este punto, los datos confirman dos tendencias que desde varias organizaciones de la sociedad civil y la academia se han expuesto con anterioridad. La primera es que el régimen político derivado del triunfo revolucionario de 1959 no favoreció la expansión de la participación política y concentró el poder en una élite totalitaria. Asimismo, mantuvo el patrón de dependencia económica previo a partir de sus relaciones con la Unión Soviética y el resto de los estados socialistas y, más adelante, con China, Rusia, Venezuela, Vietnam y otros países. La segunda es la pérdida de legitimidad del socialismo. La percepción ciudadana es que cada vez existe menos socialismo en Cuba o, cuando menos, lo que se identifica como tal por las autoridades no se corresponde con la cotidianidad las personas.

En este sentido, otros datos muy reveladores se vinculan con las oportunidades de influencia de los ciudadanos en el futuro de Cuba y su confianza en la justeza de las leyes del país. Respecto al primero de estos temas prima la percepción de que lo mejor es cambiar tanto el sistema de gobierno como el modelo socialista (50,4 %). Mientras, la opinión mayoritaria sobre la segunda temática es que no se confía en que las leyes sean justas (49,1 %). Los cubanos tampoco confían en el sistema de administración de justicia (49,9 %), ni en que el Partido Comunista de Cuba (PCC) responda a las necesidades del pueblo (56,5 %).

Específicamente en lo referido a la producción legislativa y la calidad democrática de las leyes y demás disposiciones normativas, el Observatorio Legislativo de Cuba ha señalado que solo responden a la necesidad de la élite política de cumplimentar lo dispuesto en la Constitución de 2019. Con ellas no se pretende mejorar la protección de los derechos humanos desde una perspectiva más plural. La pretensión no es construir un estado de derecho, sino estructurar un estado por derecho, donde la ley y las instituciones se utilizan para legitimar las acciones arbitrarias del régimen político.

Esto último se complementa con otros datos de la encuesta de Cubadata. Por ejemplo, el 50,6 % de los encuestados cree que la burocracia cubana no garantiza el derecho a la libertad, el 49,6 % considera lo mismo respecto a la igualdad ante la ley y el 55,2 % acerca de la libertad de expresión. Lo mismo ocurre con los derechos económicos, sociales y culturales, esos que durante más de sesenta años fueron un baluarte de la retórica y un elemento fundamental del gobierno de Cuba. El 37,7 % de los encuestados opina que las autoridades no son capaces de garantizar el derecho a la salud. Lo mismo juzga el 44,1 % respecto a la tutela del derecho al trabajo digno.

Este orden de cosas demuestra que un número cada vez mayor de cubanos han dejado de respaldar el régimen político imperante en Cuba. Sin embargo, mientras que en este país poco a poco se impone un criterio sobre la necesidad de democratizar el régimen político, al parecer la tendencia en América Latina marcha en un sentido contrario. Según las investigaciones del Latinobarómetro, el debilitamiento democrático es visible a lo largo de los últimos 13 años (2010-2023), inclusive en aquellos países con tradición democrática.

Las democracias en América Latina han cedido gradualmente su lugar al populismo y el autoritarismo. La recesión se expresa en el bajo apoyo que tiene la democracia, en el aumento de la indiferencia al tipo de régimen, en las preferencia y actitudes a favor del autoritarismo, en el desplome del desempeño de los gobiernos y en una pésima imagen de los partidos políticos. Este panorama se refleja en el decreciente apoyo ciudadano a la democracia en América Latina: apenas el 48 % en 2023. El declive es sostenible si se lo compara con el 63 % de apoyo ciudadano alcanzado en 2010, es decir, un decrecimiento de 15 puntos porcentuales en 13 años.

Aunque la disminución del apoyo a la democracia en América Latina se deba a su ineficiencia para generar más igualdad ante la ley, justicia, dignidad y distribución de la riqueza, el caso cubano debe servir como reflejo de que el autoritarismo no las provee tampoco. Por el contrario, las suprime hasta hacerlas inexistentes. Si la percepción de la ciudadanía en Latinoamérica es que sus niveles de vida no han experimentado mejoras significativas viviendo en democracia, deben saber que el régimen autoritario cubano, e incluso el nicaragüense y el venezolano, los han deteriorado más. 

Los datos recopilados por Cubadata deben servir, aunque sea mínimamente, para evitar el respaldo ciudadano a comportamientos autoritarios y populistas que proponen demoler las instituciones democráticas a cambio de resolver problemas sociales. Al final, no ocurre ni lo uno ni lo otro, y después puede ser demasiado tarde. La actualidad de Cuba, Nicaragua y Venezuela lo demuestra a diario.

Autor

Coordinador del Observatorio Legislativo de Cuba. Licenciado en Derecho por la Universidad de La Habana y Magíser en Derecho Constitucional por la misma universidad.

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