La tercera década del siglo XXI está removiendo los miedos e incertidumbres acumulados a lo largo de la historia: enfermedades pandémicas, crisis climática, radicalizaciones y extremismos, autoritarismos, invasiones, tensiones nucleares y proliferación del crimen y el terrorismo. Parece que este siglo, en lugar de ver solucionados los problemas del pasado, es una recolección “frankenstiana” de desgracias añejas. Paradójicamente, incluso con los avances científicos más sofisticados, las amenazas y los problemas parecen agravarse formando una peligrosa colcha de retazo que cubre al mundo de miedo y angustia.
A pesar de que el terrorismo ha tenido una importante carrera a lo largo de la humanidad, el 11 de septiembre de 2001 marcó la seguridad internacional contemporánea. El rostro de Osama Bin Laden materializó durante varios años la figura del terrorismo luego de saltar al estrellato tras los espectaculares atentados que se cobraron la vida de tres mil personas en Nueva York y el Pentágono.
El enemigo estaba claramente definido, tenía nombre, salía en las pantallas de televisión y se convirtió en el principal objetivo de la empresa de Washington por la seguridad internacional. No obstante, a pesar de la muerte de Osama bin Laden diez años después, el problema no cesó y el terrorismo pervive. De hecho, han aparecido nuevos grupos extremistas y los antiguos han mutado, pero ninguno se ha extinguido.
¿Vivimos en un mundo inseguro?
La respuesta tiene matices, de hecho ¿qué es la inseguridad o la seguridad? ¿los Estados pueden sentirse seguros? ¿hay brechas entre la sensación de la ciudadanía y lo de los líderes políticos? La seguridad nunca ha tenido que ver exclusivamente con las dinámicas militares y la presencia de tanques, aviones y despliegues de tropas regulares. La seguridad tiene más que ver más con la prevención de las amenazas que ponen en riesgo a los civiles en el planeta. ¿Qué es más peligroso y para quién, la falta de agua potable o una central nuclear en Irán? ¿la xenofobia en Europa o la contaminación de un río en África?
La narrativa imperante de la seguridad internacional es peligrosa y, paradójicamente, conlleva a peligros e inseguridades. Es una lectura aún binaria, maniquea y contraproducente. Bajo esa lógica, el mundo actual es más tendiente a experimentar violencias que guerras y, en términos absolutos y en clave conservadora, es menos probable una guerra entre Estados que conflictos violentos. Por lo tanto, en la actualidad, las pistas para construir una seguridad sostenible pasan por comprender qué lleva a la violencia y a los conflictos y que los eslabones para construir mejores seguridades son los civiles y las propias víctimas de la violencia.
En otras palabras, el asunto está en que la tarea de minimizar el riesgo de sufrir nuevas explosiones y atentados no puede ser dejada exclusivamente en manos militares. Es más, es una tarea que para realmente tener éxito debe ser construida junto con las víctimas de las violencias y los conflictos. De hecho, esto reafirma la idea de que se pueden alcanzar mayores niveles de seguridad si se tiene como principal objetivo proteger a los ciudadanos.
Se trata de construir legitimidades globales y reemplazar las gobernanzas criminales y terroristas que son las que han definido algunas de las reglas de juego establecidas desde Kabul y Bagdad hasta Bogotá y Río de Janeiro.
La clave de la lucha moderna contra el terrorismo y el crimen organizado está en el desarrollo de instituciones con base en los ciudadanos. Y si bien las armas del talibán en Afganistán y las rutas de los carteles del narcotráfico en Colombia y México deben preocupar a los gobiernos, los ojos deben centrarse en dos problemas generacionales: los niños de la violencia, reclutados y forzados a combatir, y la cultura de la violencia.
El problema de los niños crecidos en la violencia puede ser más peligrosos que todas las armas nucleares juntas, mientras que la cultura de la violencia y el crimen es un fenómeno muy arraigado en América Latina y una amenaza rampante para nuestras democracias.
Sin embargo, los niños criados en la violencia y la apropiación cultural de la violencia se cruzan, y dicha unión es el punto de inflexión de la sostenibilidad de la seguridad internacional. De momento lo que estamos viendo es la punta del iceberg, pero debemos ver el bloque completo para encontrar la respuesta.
Foto de Apenas um bonito gesto Edward… em Foter.com
Autor
Profesor de Relaciones Internacionales en la Facultad de Economía, Empresa y Desarrollo Sostenible de la Universidad de La Salle (Bogotá). Doctor en Derecho Internacional por la Universidad Alfonso X El Sabio (España).