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La Cepal, respetada, pero no escuchada

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el principal órgano de las Naciones Unidas para la región, es una institución con hondas raíces en la historia del pensamiento económico y social. Desde su creación en 1948, sus informes, documentos de trabajo, reuniones y conferencias han desempeñado un papel importante en los modos de pensar y actuar de cuadros técnicos y políticos en posiciones de liderazgo.

Del 26 al 28 de octubre de este año, la Cepal realizó, por primera vez, su período de sesiones de manera virtual. Todos los protocolos se hicieron normalmente bajo la presidencia de Costa Rica, que sucedió, así, a Cuba en dicho papel. Evidentemente, las sesiones en línea, con las consabidas dificultades ocasionales de sonido y sincronización, no tuvieron el mismo impacto que las sesiones presenciales. No lució igual. Pero no solo por la falta de lustre y energía que acaece cuando se hacen las cosas a través de una pantalla, sino también por cierta distancia entre el espíritu cepalino y el momento político por el que pasa la región.

El informe presentado, que lleva por título “Construir un nuevo futuro: una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad”, representa el esfuerzo de la organización por estructurar una base para el debate y las resoluciones de la reunión. Ese es uno de los propósitos esenciales del documento.

La Cepal hace un llamado a conjugar la respuesta a la crisis por la pandemia por medio de una recuperación del desarrollo sostenible con igualdad y conciencia ambiental»

En el texto, la Cepal hace un llamado a conjugar la respuesta a la crisis por la pandemia por medio de una recuperación del desarrollo sostenible con igualdad y conciencia ambiental. La secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena, argumenta en el prólogo que los costos de la desigualdad se han vuelto insostenibles. La igualdad no es solo un tema de inclusión y derechos humanos, argumenta, sino que también es un modo de sostener los ingresos y la demanda agregada.

El texto recupera, así, los principios fundadores de la Cepal y se remite a la necesidad de una “propuesta de desarrollo basada en el estado de bienestar, el cambio técnico y la transformación productiva asociada al cuidado del medio ambiente, que fortalezca la igualdad y la democracia como el legado más preciado de la modernidad”.

El informe llama a un “pacto social” y pone al pensamiento cepalino del lado de aquellos que opinan que la crisis del 2008 marcó el principio del fin del neoliberalismo y agrega que la pandemia de la COVID-19 vino a poner aún más en evidencia dicha crisis. “La crisis de 2008 primero y, aun en mayor medida, la crisis de la pandemia, puso en jaque mitos que limitaban el espacio de las ideas y de las políticas públicas… Algunos años atrás, se consideraba que la igualdad y la eficiencia económica eran contradictorias…”.

Hay ‘un consenso creciente respecto a que la desigualdad es enemiga de la productividad, del aprendizaje y de la innovación»

Hoy en día, dice la secretaria, hay “un consenso creciente respecto a que la desigualdad es enemiga de la productividad, del aprendizaje y de la innovación. Hace algunos años, la política industrial era anatema; hoy en día hay un acuerdo amplio de que es clave para reducir las brechas tecnológicas, diversificar las exportaciones y desacoplar el PIB de las emisiones”.

El informe de la Cepal desarrolla aún más sus ideas y las sustenta con argumentación, datos y evidencias. Sin embargo, la recepción del informe tiene un tono poco entusiasta. Las resoluciones dicen que la comisión “toma nota del documento ‘Construir un nuevo futuro: una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad’ y acoge con beneplácito el enfoque integrado del desarrollo que ha caracterizado el pensamiento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe desde su creación” y “reconoce la pertinencia de los temas examinados y comparte el tenor general de las conclusiones que ofrece el documento”. Este lenguaje un tanto seco no es tan inusual en las Naciones Unidas, pero a veces los Estados miembros ofrecen un estímulo, diciendo “toma nota con interés y aprecio por…”. Ese aditivo no tuvo lugar en este caso.

Sin embargo, lo que llama la atención es que, además de esa recepción fría y lacónica, hay como una falta de sinergia entre el informe de la Cepal y la llamada “declaración política sobre una recuperación sostenible, inclusive y resiliente en América Latina y el Caribe” que se formula en nombre de los ministros y ministras de Relaciones Exteriores y altos y altas representantes de América Latina y el Caribe.

Dicha declaración está mucho más volcada a la respuesta a la pandemia de la COVID-19 que a los temas de recuperación de un desarrollo sostenible, con igualdad y con una mayor participación del Estado tanto en términos redistributivos como de regulación. Se nota un fuerte interés de los Estados miembros por un mayor financiamiento, ya sea por medio de la ayuda externa al desarrollo o por cualquier mecanismo que implique suspensión o condonación de deuda.

En cambio, los conceptos de “pacto social” o “estado de bienestar” no son utilizados y, si bien se habla de espacio fiscal y de estímulos mediante el gasto y la inversión pública, no existen alusiones a políticas redistributivas. Tampoco se hace referencia explícita al tipo de transformación productiva que es preciso aplicar para conseguir una economía verde, quitándoles filo a los llamados a renovar el compromiso por la agenda 2030 y sus tres pilares: el económico, el social y el ambiental.

En una época en la que la región está perdiendo instancias y espacios de diálogo multilateral, sería una pena que lo que identificamos como una falta de sinergia, esté significando que los Gobiernos pierdan la capacidad de entender la relevancia de la Cepal o simplemente no quieren evidenciar que están en desacuerdo con ella. Al mismo tiempo, sería desafortunado que los mismos equipos técnicos y la mancomunidad de expertos que le dan vida al trabajo de la Cepal se dejen de interesar por la falta de eco de sus recomendaciones y se convenzan de que solo cabe esperar un nuevo ciclo político.

Siempre ha habido una brecha entre el pensamiento cepalino y las políticas públicas de los Gobiernos, pero esta pasa de menor a mayor grado de intensidad, dependiendo de las épocas. No obstante, hay que hacer un esfuerzo por encontrar mejores puntos de encuentro tanto desde la perspectiva de los cambios internos que puede hacer la misma Cepal como desde la perspectiva de una mayor apertura al pensamiento cepalino de parte de los que toman decisión.

Foto de la Cancillería del Perú en Foter.com / CC BY-SA

Autor

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Cientista político, profesor del Programa de FLACSO en Paraguay y consultor en planificación estratégica. Fue director regional para A. Latina y el Caribe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Magister en Ciencias Políticas por FLACSO–México.

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