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La creciente lucha contra la desinformación

Sin precedentes, así puede denominarse el crecimiento en la región de los “fact checkers”, también conocidos como “verificadores» que se dedican a detectar errores y noticias falsas en los medios de comunicación. De siete plataformas activas en el 2018 se pasó a 46 en abril del 2021, —localizadas en países como Argentina, Colombia, Chile y México— según un informe de la Universidad de Duke (2020). Estas iniciativas han surgido con el objetivo de mitigar los efectos nocivos de la desinformación que busca entre otras cosas manipular la opinión de las audiencias a favor de los intereses de actores privados y políticos.

Junto al covid-19 también se desató la infodemia, es decir, la incredulidad de las personas para afrontar la pandemia debido a la sobreabundancia de información sobre el tema, tanto inexacta como acertada. Esto provocó que los verificadores de la región, con el apoyo de Google, crearan el sitio web Chequeado Latam Coronavirus, a través del cual detectan y mitigan los bulos más virales y potencialmente peligrosos, logrando así reducir la difusión de rumores y contenidos falsos. 

Simultáneamente, en el 2021 el Knight Center for Journalism in the Americas de la Universidad de Austin Texas lanzó un curso online masivo y abierto que tenía como objetivo, en palabras de su instructora Cristina Tardáguila, “crear un ejército global de verificadores en América Latina y el Caribe”. 

¿Cuál es el origen de los “fact checkers”?

Estas iniciativas surgieron originalmente en Estados Unidos a mediados de los 90’ con el apoyo de CNN y el entusiasmo de largo aliento de periodistas como Brooks Jackson, quien diez años más tarde fundara FactCheck.org en la Universidad de Pensilvania. Sin embargo, estas iniciativas tomaron relevancia global en el 2009 cuando PolitiFact y su fundador Bill Adair ganaron el premio Pulitzer por la labor de verificar las elecciones presidenciales disputadas entre Obama y MacCain en 2008.   

En 2015 se creó la red internacional de verificadores, International Fact-Checking Network (IFCN), compuesta por 74 iniciativas alrededor del mundo. Su objetivo era crear un espacio colaborativo para promover la reunión de periodistas verificadores a nivel mundial y así mejorar las prácticas de esta emergente forma de hacer periodismo. 

Con el objetivo de mantener altos estándares en la verificación periodística, la IFCN orienta sus acciones bajo un estricto código de ética, el cual también debe ser seguido por las plataformas que quieran ser parte de la red. Su pilar es la transparencia y por ello la investigación y su metodología debe ser extremadamente cuidadosa. Además, la financiación y la administración de estas plataformas es abierta y sus verificaciones no se modifican de acuerdo a los intereses políticos o económicos de turno. 

¿Quienes son y cómo actúan los verificadores de la región?

Las plataformas de la región buscan verificar el discurso público de partidos políticos y líderes de opinión entre otros para que las audiencias puedan acceder a una opinión informada basada en datos para la toma de decisiones. Sin embargo, estas iniciativas no pueden analizar toda la información sospechosa sino únicamente aquella que se haya tornado altamente viral en internet, especialmente en redes sociales, o la que pone en riesgo la vida de alguna persona. Una vez realizada la verificación, las plataformas publican el contenido catalogándolo como verdadero, falso, engañoso o sostenible; dichas etiquetas varían de acuerdo al país. 

De acuerdo con la coordinadora de la iniciativa argentina Chequeado, Olvia Sohr, verificar información no es la única actividad que realizan estas organizaciones, algunas se dedica también a la educación, innovación y automatización. Además de Chequeado, una de las primeras de la región, existen otras iniciativas nacionales como Bolivia Verifica, Colombiacheck, Ecuador Chequea, Chequeado de Chile o El Sabueso de México.    

¿Cuáles son los retos para los verificadores de la región?

A pesar de su reciente creación, estas plataformas han logrado mejorar el debate público en Latinoamérica. Sin embargo, al ser un fenómeno que depende de internet sus retos de funcionamiento son innegables. En primer lugar, la financiación de estas iniciativas no es estable debido a su naturaleza y código ético, por lo que dependen de diferentes actores privados que en algún momento pueden verse afectados por sus publicaciones. Esto provoca inestabilidad para las organizaciones y sus empleados lo cual hace que sea difícil que se mantengan a largo plazo.  

Así mismo, internet es una plataforma horizontal de flujo de datos donde muchos actores privados pueden conocer sus herramientas y manipularlas de acuerdo a sus intereses. Las operaciones de influencia son un ejemplo de ello, ya que actores privados usan de manera desproporcionada cuentas en redes sociales para viralizar cierto tipo de contenido que, en la mayoría de los casos, es falso. Para ello, las plataformas, además de contar con periodistas capaces de analizar y discernir sobre la veracidad de la información, también tendrán que dominar temas de Big Data y algoritmos para afrontar estos nuevos modos de desinformación. 


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Estudiante del Máster en Gerencia del Desarrollo Global de la Universidad de East Anglia, Inglaterra. Máster en Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes. Participante del Programa de Formación 360/Digital Sherlocks (DFRLab) del Consejo Atlántico para combatir la desinformación cohortes 2021-2022.

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