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¿Es el ‘lobby’ empresarial el gran responsable de la desigualdad?

La concentración de la riqueza se está acentuando. Mientras, la situación laboral de gran parte de las sociedades se está deteriorando con regímenes laborales más intensos, obstáculos a la sindicalización y rezagos en los salarios.

Nunca antes había existido una desigualdad de ingresos y de riqueza como la actual. Tampoco una concentración de la propiedad tan extrema, ni la élite de los milmillonarios había disfrutado de tanto poder político. Así describe la situación actual el senador estadounidense Bernie Sanders en su prólogo del informe Desigualdad S.A., publicado recientemente por Oxfam. Los datos sobre la concentración de la riqueza y los ingresos son abrumadores, y lo más grave es que esta tendencia se está acentuando. Mientras, la situación laboral de gran parte de las sociedades se está deteriorando con regímenes laborales más intensos, ampliación de las jornadas de trabajo, obstáculos a la sindicalización y rezagos en los salarios frente a beneficios al alza.

El poder del ‘lobby’ empresarial

Nos encontramos ante sistemas económicos que en su mayoría buscan el beneficio de reducidas élites de millonarios. Y en este contexto juega un rol fundamental el entramado de las grandes empresas con los gobiernos y las presiones que ejercen para formular políticas públicas que aseguren o defiendan regulaciones laborales que minimicen las obligaciones de las compañías con los trabajadores.

El informe de Oxfam presentado recientemente en el Foro Económico Mundial afirma: “Existen vínculos entre el lobby empresarial y las restricciones políticas a la sindicalización y la oposición a las restricciones al trabajo forzoso, la lucha contra los aumentos del salario mínimo, retrocesos en la regulación del trabajo infantil” y reformas que merman los derechos laborales.

Las consecuencias de este entramado son evidentes: una notable concentración en el mundo de las grandes empresas y el avance de los monopolios en las más diversas actividades. Esto sucede, incluso con gran vigor, en actividades económicas que hace tres o cuatro décadas apenas estaban en ciernes. Por ejemplo, tres cuartas partes del gasto mundial en publicidad online se destinan hoy a Meta, Alphabet y Amazon, mientras que más del 90% de las búsquedas en internet se realizan por medio de Google.

En otras industrias también avanza esta concentración. Hace 25 años, diez empresas controlaban el 40% del mercado mundial de semillas, mientras que en 2020 solo dos compañías controlan ese mismo porcentaje. En el sector farmacéutico existen 10 gigantes mundiales como resultado de las fusiones y adquisiciones realizadas en las dos décadas previas. Y en la producción y comercialización de cerveza también hay dos o tres empresas globales que concentran la producción, entre las que destaca Anheuser-Busch Inbev, con más de quinientas marcas como Budweiser, Becks, Corona y Stella Artois.

En el sector agropecuario hay también un aumento notable en la concentración y centralización de la producción, sumando la comercialización mundial de productos agrícolas y alimentarios. Se pueden agregar a esta lista los notables cambios en la propiedad entre las grandes firmas automotrices, donde un reducido grupo de compañías con implantación global determina el curso de la industria, incluyendo la transición hacia vehículos eléctricos. El resultado son grandes empresas con capacidad de influir en los precios, con acceso preferente a medios de financiamiento y que deciden sus inversiones con base en reducciones impositivas, costos laborales, apoyos gubernamentales y reglas diversas sobre el comercio. De nuevo, la trama vincula a la economía y la política.

La concentración del mundo de las finanzas

El mundo financiero y las empresas con actividad en el terreno de la banca, los seguros, los fondos de inversión y otras firmas de las finanzas son otro de los sectores con notables niveles de concentración económica. De hecho, esto ha facilitado los procesos de concentración y reorganización que refuerzan el poder de los monopolios en el conjunto de la economía.

Desde hace años destacan en el mercado los fondos de inversión que gestionan recursos privados, que tienen como objetivo alcanzar el mayor beneficio en el menor tiempo posible. Con base en ello acrecientan sus propias fortunas, establecen reglas para muchas compañías, participan en procesos de fusiones y reorganizan firmas para alcanzar beneficios inmediatos.

En conjunto, los tres grandes, BlackRock, State Street y Vanguard, negociaron en 2022 activos financieros por un monto aproximado a los 20 billones de dólares, que representan casi la quinta parte del total de activos financieros colocados en todo el mundo. Según el informe de Oxfam, la investigación de Boston Consulting Group sugiere que este tipo de concentración del mercado reduce los incentivos para que las empresas compitan y, a su vez, profundiza el poder monopolístico.

Aportes impositivos mínimos

El poder de las grandes empresas se expresa también en la conducta fiscal de los gobiernos. Desde hace años se observa una reducción en el monto relativo de los impuestos empresariales que se aplican en gran cantidad de países. Se trata de una tendencia sostenida que se basa en el argumento de que se trata de medidas necesarias para impulsar la inversión y con ello el crecimiento y el bienestar de la población.

A la fecha, como está ampliamente documentado en informes de las principales agencias financieras y económicas multilaterales como el FMI, el Banco Mundial, la OMC y la OCDE, estas medidas no han generado un crecimiento sostenido ni en las economías avanzadas ni tampoco en gran cantidad de economías en desarrollo, y menos aún han logrado disminuir la desigualdad de ingresos y de riqueza.

En este contexto, América Latina se encuentra frente a una de las décadas con menor crecimiento del PIB en mucho tiempo. Y es que gran parte de las corporaciones no se conforman con la disminución de las tasas impositivas y llevan adelante creativas operaciones de contabilidad para eludir y en otros casos evadir impuestos, reduciendo notablemente sus pagos.

En contraposición, en las décadas recientes ha habido un incremento significativo de los beneficios de gran parte de las grandes firmas que, con medidas de recompra de acciones y términos de reparto de dividendos para accionistas, terminan beneficiando a un reducido grupo de millonarios. Por ejemplo, en el periodo entre julio de 2022 y junio de 2023, por cada cien dólares de beneficios generados en 96 grandes empresas se devolvieron 82 dólares a los accionistas en forma de recompra de acciones o dividendos, según el informe de Oxfam.

El avance del poder de los monopolios y los grandes financistas es constante y no se debe a la simple acción de los mercados. El entramado de relaciones con los gobiernos es parte del problema, como la propia acción del lobby empresarial. Modificar esta realidad es imprescindible para evitar la fractura social y enfrentar problemas tan graves como el cambio climático. Y es que los niveles actuales de desigualdad no están permitiendo un mejor desempeño de muchas economías y están propiciando un notable proceso de descomposición social.

Ante esta compleja realidad, cabe recordar las palabras del expresidente Roosevelt en un mensaje al Congreso de Estados Unidos: “La libertad en una democracia no está asegurada si el pueblo tolera el crecimiento del poder privado hasta un punto en que sea más fuerte que su propio Estado democrático”.

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Pofesor e investigador titular del Departamento de Economía de la Univ. Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Iztapalapa. Coordinador del Prog. Universitario de Investigación Integración en las Américas. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.

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